
Cada vez más personas viven 100 años. Lo que antes parecía una cuestión de ciencia ficción hoy, no solo es cada vez más común, sino que forma parte del análisis de la ciencia en todo el mundo. Pero la premisa no es solo vivir más sino también mejor.
June Lockhart murió hoy a los 100 años en su hogar de Santa Mónica, según informó The Associated Press. La actriz, conocida mundialmente por sus papeles maternales en series como “Lassie” y “Perdidos en el Espacio”, alcanzó la categoría de centenaria tras una vida activa en la actuación y una longevidad que desafía las estadísticas.
Su historia ofrece un ejemplo concreto de cómo los hábitos, la actitud y el entorno pueden incidir en la posibilidad de llegar a una edad tan avanzada con bienestar.
Alimentación consciente
Uno de los pilares que explicó June Lockhart para una vida larga y saludable fue la alimentación consciente.

Afirmó que prefería “comer cuidadosamente pero sin rigidez” y que disfrutaba con moderación de pequeñas indulgencias, como un margarita ocasional. Entre sus alimentos preferidos figuraban las hojas verdes (espinaca, kale), proteínas magras (pescado, huevo, legumbres) y frutas de colores (frutos rojos, cítricos). La actriz recomendaba la constancia frente a las dietas extremas y defendía el disfrute sin excesos.
La ciencia de la longevidad coincide con este enfoque. El biólogo Valter Longo, uno de los mayores expertos en envejecimiento, aseguró previamente a Infobae que adoptar una dieta basada en plantas y pescado, reducir las proteínas animales y realizar ayunos intermitentes contribuye a vivir más años y a prevenir enfermedades asociadas al paso del tiempo.
Longo recomienda moderar el consumo de harinas, azúcares y carnes rojas, priorizar las grasas saludables y mantener un peso corporal adecuado, reforzando lo que muestran las investigaciones en zonas azules —regiones del mundo con alta concentración de centenarios—, donde la dieta y la moderación son pilares fundamentales

El ejercicio y la participación pública fueron hábitos centrales en la longevidad de Lockhart. La actriz mantuvo rutinas físicas moderadas y actividades sociales hasta su vejez, llegando a realizar doblajes para producciones hasta los 95 años. Su trayectoria en el teatro demandó resistencia, movilidad y postura, virtudes que según relató se prolongaron gracias al movimiento cotidiano, las caminatas y la interacción social. “La clave está en seguir participando y en tener una razón para levantarse cada día”, explicó.
La experiencia de otros centenarios respalda la evidencia: la movilidad diaria, por pequeña que sea, favorece la flexibilidad y la fortaleza muscular. Lockhart relataba la importancia de los encuentros con colegas, la asistencia a convenciones y la implicación en proyectos como la voz en la nueva versión de Lost in Space de Netflix.
Al respecto, recientes estudios subrayaron que la longevidad se relaciona directamente con la suma de hábitos simples: realizar 150 minutos de actividad física semanal, caminar o andar en bicicleta con frecuencia, mantener el vínculo social, cuidar la higiene bucal, reír a diario, dormir lo necesario y reducir el consumo de ultraprocesados son algunas de las recomendaciones.

Pequeños cambios como tomar té o café sin azúcar, cuidar el sueño, cultivar hobbies y fortalecer las relaciones personales pueden reducir riesgos crónicos y sumar años de vida saludable, según investigaciones de universidades como Harvard y Oxford.
Optimismo, vínculos y sentido de propósito
June Lockhart nació en Nueva York en 1925, en el seno de una familia de artistas. Sus padres, Gene y Kathleen Lockhart, también fueron actores y participaron con ella en su debut temprano en “A Christmas Carol”. En declaraciones rescatadas por Boomer Magazine, la actriz recordó la importancia que tuvo el arte en su formación y la influencia positiva de sus padres, ambos longevos y activos en el medio.
La carrera de Lockhart abarcó más de ocho décadas, lo que la convirtió en una de las últimas representantes de la era dorada de Hollywood. Su paso por el cine y la televisión incluyó participaciones en películas como “Meet Me in St. Louis” y su consagración en la pantalla chica con Ruth Martin en “Lassie” y Maureen Robinson en “Lost in Space”.

El papel de la actitud mental fue reiterado por Lockhart en diferentes oportunidades. “No gasto energía en cosas que no puedo cambiar. Soy feliz y amo mi vida”, expresó. Este enfoque en el presente y la resiliencia se asocia de manera directa a los estudios sobre longevidad.
La red relacional también aparece como un soporte fundamental. Lockhart cultivó la amistad con sus colegas y mantuvo relaciones sólidas con sus hijas, Anne y Lizabeth, ambas actrices. Valoró poder estar presente en la crianza, conciliando su carrera con el cuidado familiar, aspecto que, según relató, le permitió bienestar y realización.
El compromiso social y la espiritualidad completan el esquema. Fiel católica y activa en su comunidad, Lockhart fue reconocida por la NASA con la medalla Exceptional Public Achievement por su rol en la promoción del interés público en la exploración espacial. Para ella, “la fe y la curiosidad” fueron motores que mantuvieron la mente despierta y la motivación intacta.

Según le dijeron previamente a Infobae Alexandre Kalache, exdirector de la Organización Mundial de la Salud y referente en envejecimiento, y José Jáuregui, presidente de la Asociación Internacional de Gerontología y Geriatría, la combinación de felicidad, optimismo, interacción social y sentido de propósito, junto con el desarrollo de la “reserva cognitiva” a través de actividades intelectuales y creativas, constituye uno de los factores más poderosos para alcanzar una longevidad satisfactoria y prevenir la demencia.
Kalache remarca la importancia de la prevención desde edades tempranas, la educación continua y el estímulo de la vida social como ejes centrales para vivir más y mejor, sosteniendo que los buenos hábitos deben incorporarse desde la juventud y no solo al llegar a la tercera edad
Aunque dejó las apariciones públicas varios años antes de fallecer, Lockhart permaneció activa en lo privado. Vivía en su casa de Nueva York con el apoyo de asistentes y con la cercanía regular de sus hijas y nietos. “Lee las noticias todos los días, sigue los temas políticos y nunca deja de estar en contacto con la actualidad”, relató uno de sus allegados.

En la estructura del hogar y la continuidad de rutinas se encuentran también patrones reportados en longevos de diferentes culturas. Mantener la autonomía, incluso con apoyos, es uno de los factores protectores frente a la dependencia y el deterioro.
Además, informes recientes sobre salud cerebral publicados en The Lancet destacan que la creación de hábitos protectores —actividad física, alimentación equilibrada, control del estrés y educación continua— debe iniciarse en la juventud para prevenir la demencia y los trastornos asociados al envejecimiento.
Los especialistas proponen campañas educativas, prevención del aislamiento social, control de factores de riesgo como hipertensión, diabetes y obesidad, y el estímulo para que la población joven adquiera conciencia de que la longevidad saludable se construye antes de la adultez mayor. Esta perspectiva invita a adoptar una visión integral de la salud y a pensar en la vejez como una etapa activa, plena y versátil

En la etapa final, Lockhart defendió ante los medios la importancia de conservar la autenticidad.
Si bien su imagen pública era la de una madre tradicional, disfrutaba de la música rock, el humor y las experiencias novedosas. Su curiosidad la llevó a pilotear tanques, volar en planeadores y asistir a conciertos. “He hecho todo tipo de cosas que no van con mi imagen”, relató para The Chicago Tribune.
El caso de June Lockhart ilustra cómo la combinación de hábitos saludables, actitud positiva, relaciones sólidas y propósito vital pueden sostener una vida larga y plena. Su fallecimiento marca el fin de una era, pero también consagra un legado para quienes exploran las claves de la longevidad.