Seymour Reichlin acaba de cumplir 101 años y sigue sorprendiendo a la ciencia como pionero de la neuroendocrinología.
Su nombre es sinónimo de innovación, mentoría y descubrimientos fundamentales sobre la comunicación entre el cerebro y las hormonas.
En un artículo publicado en el último número de la revista Brain Medicine, la neuróloga Esther Sternberg se propuso responder cómo es posible que Reichlin mantenga tanta vitalidad tras más de un siglo de vida.
Sostuvo que se debe a una “longevidad vibrante”: el neurocientífico no solo tiene una vida larga en términos de años, sino una existencia marcada por la energía, la actividad intelectual, el compromiso social y la vitalidad emocional. Se trata de un envejecimiento activo, pleno y con calidad de vida.
Identificó cinco claves concretas: relaciones humanas fuertes, propósito vital definido, curiosidad permanente, sentido del humor y espiritualidad.
Quién es Seymour Reichlin
Nació en Nueva York el 2 de mayo de 1924. Fue uno de los tres hijos de un matrimonio de inmigrantes rusos. En la primera mitad del siglo pasado, su padre trabajaba como tapicero y su madre era costurera en Nueva York. Valoraban mucho la educación para sus hijos.
Desde chico, Reichlin mostró un gran interés por la ciencia y asistió al colegio Stuyvesant, famoso por su exigencia académica. Esta base le permitió ingresar al City College de Nueva York para formarse en biología.
Después de un breve servicio en el ejército, Reichlin decidió estudiar medicina en la Universidad de Washington en St. Louis. Allí descubrió su pasión por la neuroendocrinología, un campo que explora cómo el cerebro regula las hormonas del cuerpo.
Completó su residencia en hospitales de Nueva York y St. Louis, donde ya sobresalía por su curiosidad y dedicación. Una beca internacional le permitió mudarse a Londres y trabajar junto al científico Geoffrey Harris.
En el Reino Unido, Reichlin se doctoró y profundizó su interés por los mecanismos que vinculan cerebro y sistema endócrino. Esos años fueron el punto de partida para una carrera que combinaría investigación, docencia y liderazgo académico.
A lo largo de las décadas, no solo se destacó por sus investigaciones, sino también por su rol de mentor. También formó a generaciones de médicos y científicos, muchos de los cuales hoy lideran equipos en diversas partes del mundo.
Las cinco claves de su longevidad
La neuróloga Esther Sternberg, quien dirigió investigaciones en el Centro Andrew Weil de Medicina Integrativa de la Universidad de Arizona en los Estados Unidos repasó en el nuevo artículo su relación de 35 años con el doctor Reichlin que fue evolucionando desde la revisión profesional hasta la mentoría y una amistad duradera.
Su análisis reveló patrones de comportamiento y de mentalidad que coinciden con las investigaciones recientes sobre longevidad excepcional y preservación cognitiva.
1- Relaciones humanas sólidas e intergeneracionales
La primera clave son las relaciones sociales vivas y auténticas. “Sostener amistades durante décadas y a través de continentes requiere esfuerzo deliberado”, escribió Sternberg.
A lo largo de su vida, Reichlin cuidó los lazos con colegas, discípulos y amigos. Invitó a reuniones, compartió comidas y mantuvo contacto con varias generaciones. Contar con red social diversa ayuda a reducir el estrés y prolonga la salud.
2- Propósito vital claro y sostenido
Tener un propósito es la segunda clave. Reichlin nunca abandonó la investigación ni la mentoría, aun con más de cien años.
“Mantiene una vitalidad intelectual incesante y sigue contribuyendo a la academia con investigaciones actuales”, señaló la investigadora.
Su energía deriva de una vocación genuina por el conocimiento y la enseñanza, lo que le permitió adaptarse a todos los cambios.
3- Curiosidad permanente
En tercer lugar, la curiosidad. Reichlin, incluso pasados los noventa años, aceptó nuevos desafíos y abordó temas poco explorados.
Participó en conferencias internacionales y se interesó por la relación entre la mente, la espiritualidad y la ciencia.
“Su patrón vital constante mezcla apertura a experiencias nuevas con rigor científico”, comentó Sternberg. La curiosidad lo mantiene ágil de mente y dispuesto a renovarse.
4- Sentido del humor
El humor es la cuarta clave. Reichlin comparte alegría, tanto en el laboratorio como fuera de él, fortalece vínculos y salud.
“La habilidad de generar y compartir risas fortalece los vínculos sociales que la investigación asocia con protección ante el deterioro cognitivo y físico”, resaltó la científica. Además, el científico desarrolla su creatividad con la carpintería: crea esculturas.
5- Espiritualidad e interés por experiencias trascendentes
Por último, la quinta clave es la espiritualidad. Con el paso de los años, Reichlin dedicó parte de su tiempo a entender experiencias trascendentes y a reflexionar sobre el sentido profundo de la vida.
“La apertura a lo espiritual y la exploración del sentido de la existencia enriquecen sus recursos para enfrentar el proceso de envejecimiento”, afirmó.
La experiencia de Seymour Reichlin es también una invitación práctica. Unir vínculos estables, pasión por aprender, asombro, alegría compartida y dimensión espiritual demuestra que el envejecimiento activo es producto de elecciones cotidianas.
Su ejemplo inspira a cualquiera que se pregunte cómo vivir mejor y más plenamente en cada etapa de la vida.