*Grupo INECO es una organización dedicada a la prevención, diagnóstico y tratamiento de enfermedades mentales. A través de su Fundación INECO, investiga el cerebro humano.
En sociedades cada vez más individualistas, inmersas en la vorágine, el ritmo acelerado y la cultura del “sálvese quien pueda”, se suele perder de vista algo esencial: el ser humano no está diseñado para vivir solo. El bienestar está profundamente ligado a los vínculos, la cooperación y el servicio hacia los demás.
“Desde las primeras horas de vida, los bebés muestran una clara preferencia por los estímulos sociales: buscan rostros, voces, caricias y dependen del cuidado de otros para completar su desarrollo.
Esto no es casual. El cerebro humano está diseñado para conectarse con otros; algunas regiones cerebrales, como la corteza prefrontal medial, se activan tanto al pensar en uno mismo como al pensar en personas cercanas, tales como familiares, amigos o pareja.
En consecuencia, la identidad se construye en vínculo con otros. Por eso, el aislamiento social no solo genera dolor emocional, sino que el cerebro lo interpreta de manera similar al dolor físico. La soledad prolongada puede aumentar el riesgo de deterioro cognitivo, afectar el sistema inmunológico y favorecer enfermedades cardiovasculares; esto fue evidente durante la pandemia” sostiene la licenciada Trinidad Zapaterra (MN 84685), miembro del departamento de Psicoterapia de INECO.
Además, en la actualidad, la sociedad está atravesada por altos niveles de estrés. En esos estados, el cerebro entra en “modo supervivencia”, priorizando resolver lo urgente, protegerse y pensar primero en uno mismo. En ese modo, el vínculo con los demás suele quedar relegado.
Sin embargo, es justamente en esos momentos cuando resulta más necesario activar el “modo social”. Ayudar a otros, compartir y cooperar no solo beneficia a quienes reciben la ayuda, sino que también reduce el estrés, mejora la autoestima y proporciona un sentido vital.
En este proceso, la oxitocina, conocida como la “hormona del vínculo”, juega un rol clave. Esta hormona se libera exclusivamente en contextos de conexión humana, como un abrazo, una charla profunda o un acto de servicio. La oxitocina no solo fortalece los lazos, sino que también modula el estrés, promueve la empatía, la confianza y las conductas cooperativas.
Por lo tanto, cooperar con otros, sentirse parte de algo más grande y pertenecer a un grupo son caminos concretos hacia una mejor salud integral.
¿Cómo empezar a reconectar con los demás? Tres consejos:
Dormir lo suficiente, alimentarse de manera saludable, realizar actividad física regularmente y organizar la agenda para equilibrar trabajo y descanso son pilares fundamentales. Estas medidas de autocuidado favorecen la regulación emocional y permiten la activación del “modo social”.
En la cultura argentina, que es muy social, no basta con la presencia física; también es fundamental estar emocional y mentalmente disponibles. Compartir un mate, un asado o una charla con amigos o familiares, sin distracciones ni tecnología, constituye una forma concreta de cultivar la cercanía. Estar sin apuro, sin pantallas, y con todos los sentidos puestos en el momento presente y en la otra persona.
Acompañar a alguien en un momento difícil, cocinar para seres queridos, participar en deportes grupales, colaborar en un voluntariado, ayudar a un vecino, formar parte de grupos comunitarios, congregarse en una iglesia, etcétera, son distintas formas de reconectar con el propósito y la pertenencia.
Es justamente a través de la cooperación, el servicio y los vínculos que se puede cultivar el bienestar. Sin lugar a dudas, el bienestar no es individual, incluye también a los demás.