Lionel Messi está considerado entre los mejores futbolistas de la historia. Pero sus logros deportivos no hubiesen sido posible de no haber enfrentado un obstáculo decisivo, ya que en su infancia se le detectó un retraso del crecimiento respecto de sus pares en edad y género. A los diez años, el hoy campeón del mundo con la Selección argentina tenía una estatura de apenas 1,25 metros y a los 11, 1,32 metros, aproximadamente equivalente a la altura de un niño dos años menor. Una consulta médica le permitió por entonces ser diagnosticado con un déficit de la hormona del crecimiento. Un tratamiento iniciado a tiempo resultó clave para que incipiente crack pudiera continuar su desarrollo y carrera profesional.
Sea que los niños y niñas con este trastorno deseen ser deportistas o no, es un ejemplo famoso de la importancia de la terapia, tanto para varones como para mujeres. En ese contexto, la reciente publicación de un estudio regional ha puesto en primer plano una desigualdad de género persistente en el acceso a tratamientos con hormona de crecimiento en América Latina, una situación que, según los especialistas, podría tener consecuencias duraderas en la salud física y emocional de miles de niñas.
Hoy, como cada 20 de septiembre, se celebra el Día Mundial de la Conciencia sobre el Crecimiento Infantil, como un recordatorio sobre la importancia del desarrollo saludable de los niños y la detección temprana de problemas de crecimiento, que pueden estar relacionados con nutrición, salud y factores hormonales.
El análisis mencionado, presentado en el Congreso de la Sociedad Latinoamericana de Endocrinología Pediátrica (SLEP) en Panamá, examinó los datos de 7.770 pacientes menores de 18 años de 12 países latinoamericanos y reveló que los niños varones reciben tratamiento con mayor frecuencia que las niñas, aunque la prevalencia de los trastornos de crecimiento no muestra diferencias concluyentes entre ambos sexos.
La investigación, que abarcó a pacientes de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá y Perú, utilizó una plataforma digital para monitorear la adherencia al tratamiento y analizar variables clínicas como la edad de inicio, el sexo y la indicación terapéutica. Uno de los hallazgos principales fue que en 9 de los 12 países evaluados, la proporción de varones tratados alcanzó o superó el 55%, con diferencias destacadas como Costa Rica, donde el 80% de los pacientes tratados eran niños, y El Salvador, con un 68%. Solo en Argentina la distribución resultó más equilibrada entre ambos géneros.
Esta brecha, según los autores del informe, sugiere la influencia de factores sociales y culturales, como la percepción de la estatura masculina como un atributo deseado, que condicionan las decisiones médicas y familiares respecto a la derivación y al inicio de la terapia.
El tratamiento estándar para los trastornos de crecimiento durante la infancia y la adolescencia es la administración de hormona de crecimiento recombinante humana (r-hGH). Esta terapia, si se inicia de manera oportuna y se sostiene en el tiempo, permite mejorar la estatura final. La hormona de crecimiento, esencial para el desarrollo físico y el metabolismo, se produce en la glándula pituitaria; su déficit puede derivar en talla baja, crecimiento lento y desarrollo demorado en niños, según explican expertos de la Clínica Universidad de Navarra.
En los niños, algunos de los síntomas de la deficiencia de la hormona del crecimiento incluyen un crecimiento más lento que el correspondiente a la edad y al sexo, extremidades proporcionalmente más cortas y bajo peso en relación con sus pares, pene pequeño en varones y retraso en la pubertad, según información de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.
El estudio también identificó retrasos en el inicio del tratamiento. En Argentina, la mediana de edad al comenzar la terapia fue de 10 años, mientras que en Panamá y Costa Rica, alcanzó los 11,3 años. Estos valores exceden las recomendaciones internacionales, que impulsan la intervención precoz para maximizar los beneficios.
El doctor Javier Chiarpenello, jefe del Servicio de Endocrinología del Hospital Provincial del Centenario en Rosario y coautor del trabajo, explicó que no tratar con hormona de crecimiento o hacerlo por períodos breves puede traducirse en una menor masa ósea y mayor predisposición a osteoporosis en la adultez joven. Además, la hormona contribuye a la densidad y calidad ósea y evita la aparición de trastornos en los lípidos.
Según le dijo el especialista a Infobae, “el déficit de hormona de crecimiento es la causa más común” que afecta el desarrollo. Esta deficiencia suele estar vinculada a problemas en la producción hipofisaria y puede deberse a traumatismos, causas idiopáticas —sin motivo específica—, secuelas después de radioterapia craneal, entre otros factores.
El experto también señaló la importancia del tratamiento en niños que nacen pequeños para su edad gestacional, ya que “todo aquel niño que luego de estas edades no logre recuperar el carril genético de los padres debe ser ayudado con hormona de crecimiento, dado que presentan una resistencia a la acción de esta hormona”. Además, destacó que deben considerarse otras patologías, como el síndrome de Turner, la insuficiencia renal crónica, el síndrome de Noonan y la talla baja idiopática.
La adherencia al tratamiento representa otro factor clave. Chiarpenello sostuvo que los pacientes con una adherencia superior al 85% logran alcanzar la talla genética esperada, mientras que quienes no superan el 70% de cumplimiento no logran este objetivo. Omitir una aplicación semanal puede reducir entre 3 y 5 centímetros la estatura final. Con respecto al momento oportuno para el inicio, el médico asegura: “Cuanto antes se inicie el tratamiento, mejores oportunidades tendrá el niño de alcanzar su talla genética. No existe una edad límite, pero la detección temprana es clave”, manifestó.
Sobre los tiempos de la terapia, el doctor Chiarpenello enfatizó que “no existe una edad límite para poder iniciar el tratamiento de hormona de crecimiento”, pero aclaró que “cuanto más precoz se inicie y se haga el diagnóstico, mejor va a ser la respuesta y la posibilidad de alcanzar la talla objetivo genética”. Subrayó la importancia de actuar con anticipación, especialmente en niños con antecedentes de retardo de crecimiento intrauterino, dado que los resultados suelen ser mejores cuando se empieza temprano. Incluso en casos diagnosticados en la pubertad, los pacientes pueden recuperar centímetros, siempre que los cartílagos de crecimiento permanezcan abiertos.
En cuanto a la eficacia y seguridad de la terapia, el médico sostuvo que “cuando la indicación y el diagnóstico es correcto, todos los niños responden al tratamiento con hormona de crecimiento”. Resaltó que “es muy segura y es muy noble”, con más de cuarenta años de uso clínico y amplias publicaciones que respaldan su seguridad.
En Argentina, la hormona de crecimiento recombinante está incluida en el Plan Médico Obligatorio (PMO) para deficiencia de hormona, insuficiencia renal crónica, síndrome de Turner y retraso de crecimiento intrauterino, entre otras condiciones. A pesar de ello, muchas familias desconocen sus derechos o encuentran obstáculos administrativos que demoran el acceso, con impacto en la eficacia del tratamiento. La adolescencia, además, presenta el desafío adicional en cuanto a la medicación, que exige constancia y responsabilidad.
Inés Castellano, presidenta de la Asociación Civil Creciendo, que reúne a familias de niños con trastornos de crecimiento, consideró que esta inequidad en el acceso a un tratamiento validado vulnera tanto la salud física de las niñas como su autoestima y desarrollo integral. Advirtió sobre las interrupciones frecuentes en varios distritos argentinos por problemas logísticos y trámites complejos: demoras en la entrega de la medicación, requisitos poco claros y vencimiento de formularios son causas frecuentes de interrupción, según advirtió. Remarcó que el crecimiento “no puede seguir siendo una carrera con ventajas para algunos y barreras para otros”.
La doctora Natalia García Basavilbaso, directora médica de Merck en Argentina y coautora de la investigación, advirtió que en muchos escenarios se sigue priorizando la altura de los varones, lo que puede derivar en una atención más ágil para ellos, y en demoras o ausencia del diagnóstico en las niñas.
La hormona de crecimiento, o somatotropina, es una proteína compuesta por 191 aminoácidos y se sintetiza en la hipófisis anterior bajo la influencia de hormonas hipotalámicas. Entre sus funciones clave se encuentran el estímulo del crecimiento de huesos y tejidos, el aumento de la síntesis de proteínas, la regulación del metabolismo de grasas y la elevación de los niveles de glucosa en sangre. Asimismo, favorece la producción de IGF-1, que potencia estos efectos, según la Clínica Universidad de Navarra.
El diagnóstico de los trastornos vinculados a la hormona de crecimiento requiere análisis de sangre para medir los niveles de GH e IGF-1 y estudios por imágenes para evaluar la hipófisis. “El seguimiento debe ser frecuente, con controles clínicos y ajustes de dosis según cada caso y de acuerdo al objetivo genético de cada paciente”, indica el jefe del Servicio de Endocrinología del Hospital Provincial del Centenario en Rosario y coautor del trabajo.
La Sociedad Latinoamericana de Endocrinología Pediátrica y los autores del estudio recomendaron fortalecer procesos de diagnóstico, reducir las trabas administrativas y asegurar que niñas y niños tengan el mismo acceso a la terapia.
Los distintos tipos de déficit de la hormona de crecimiento
Según el Instituto Nacional de Salud (NIH, Estados Unidos), existen cuatro tipos de déficit aislado de hormona de crecimiento, que se clasifican de acuerdo con la severidad, el gen involucrado y la forma en que se transmiten:
- El tipo IA implica la ausencia total de la hormona e impacta con mayor gravedad. Los bebés presentan muy bajo peso y talla al nacer. Se transmite por herencia autosómica recesiva y, con la terapia, suelen aparecer anticuerpos que dificultan el tratamiento.
- El tipo IB se caracteriza por niveles muy bajos, pero no nulos, de la hormona, con baja estatura detectada en la infancia temprana o intermedia y herencia autosómica recesiva. La terapia suele resultar efectiva.
- El tipo II también muestra bajos niveles hormonales y distintas formas de baja estatura detectables desde la niñez. En casi la mitad de los casos hay un desarrollo incompleto de la glándula pituitaria. Puede heredarse por vía autosómica dominante o surgir como mutación espontánea.
- El tipo III tiene síntomas semejantes al tipo II, pero suma un sistema inmunológico deprimido, con menor producción de células B y tendencia a infecciones frecuentes; se transmite de modo recesivo ligado al cromosoma X.