En una nueva edición de El Puente, el ciclo de entrevistas de Infobae conducido por Julieta Puente, la licenciada en psicología y especialista en trastornos de la conducta alimentaria Mara Fernández abordó algunas de las principales temáticas de su trabajo.
A través de una conversación franca y detallada, se desmitificó la diferencia entre excesos esporádicos y los serios episodios de atracones. Asimismo, la experta ahondó en las causas, consecuencias y alternativas de abordaje para quienes atraviesan esta problemática en silencio.
La charla comenzó desmontando el mito de que cualquier ingesta excesiva se puede catalogar como un atracón. La doctora Fernández aclaró: “Uno puede salir de la alimentación habitual de la semana: dos porciones de pizza, una hamburguesa porque se juntó con amigos. Eso no es un atracón”. Definió el atracón como “una cantidad copiosa de comida que se ingiere de manera impulsiva, compulsiva, con una gran y fuerte sensación de descontrol”.
No se trata solo de comer mucho en una ocasión festiva, sino de un consumo impulsivo que escapa a toda planificación y se da en un plazo corto. En palabras de Fernández: “No puedo parar, no puedo frenar de comer en un corto periodo de tiempo, entre una hora o una hora y media”. Un episodio de este tipo puede incluir una mezcla de alimentos: “dos porciones de pizza, 1/4 de helado, media docena de facturas, tres empanadas, dos bananas, 1/4 de pan. Todo eso junto”.
Los factores detrás del atracón: mucho más que hambre
El programa profundizó sobre los desencadenantes de los atracones, diferenciando entre el hambre fisiológica y el componente emocional. “Podés empezar por hambre porque quizás estuviste muchas horas sin ingerir nada pero después se le suma todo lo demás que tiene que ver con lo emocional”, explicó la médica.
Factores como “el estrés del día, una pelea con el jefe, una decisión difícil, miedo a las consecuencias de algo no dicho”, pueden ser gatillos que terminan en conductas compulsivas. Fernández sintetizó: “Te estás comiendo el enojo, la tristeza, y muchas veces la felicidad porque nos enseñaron a que podés comer algo rico cuando hiciste algo bien; como un premio”.
El ciclo emocional no termina al comer: las emociones que emergen luego del episodio suelen ser devastadoras. “Viene la sensación de culpa, de vergüenza, de ‘soy un inútil, no sirvo para nada’. No puede ser que la comida me domine, que yo no pueda llevar una alimentación sana”, compartió Fernández sobre lo que viven quienes sufren del trastorno.
La rígida restricción autoimpuesta constituye muchas veces el principio del ciclo de atracón. “Empieza dieta, restricción, salteo alguna comida, voy comiendo bien, me voy prohibiendo. Y de la prohibición aumenta el deseo porque no hay peor cosa que alguien te diga esto no lo podés hacer”, comentó la experta.
El pensamiento obsesivo sobre la comida termina en un episodio compulsivo: “Todo el día estoy pensando en comida, pensando en cómo evadir la idea de me quiero comer el helado. Llego a la noche y me como un kilo de helado, más todo lo que fui sumando en el día por no comer el helado”.
Frecuencia y diagnóstico: cuándo es un trastorno
No todo episodio aislado constituye un diagnóstico clínico. La profesional aportó los criterios médicos: “Si es un trastorno por atracón, tiene que pasar mínimo tres veces en la semana y prolongarse durante tres meses”. Fernández relató que algunos pacientes experimentan episodios diariamente y se identifican patrones vinculados a la soledad: “La mayoría suele ser en momentos donde están solos, sobre todo en mujeres que se acaban de separar y los días que los hijos están con los papás no toleran esa separación y esa soledad”.
La distancia social y la vergüenza fomentan que la conducta permanezca oculta: “La persona se siente mal, se avergüenza de lo que está haciendo. Entonces lo hace en momentos donde está oculta, solo, en secreto”. Añadió que el problema puede tomar formas poco visibles como el síndrome del comedor nocturno: “Aquel que se levanta de noche y se esconde atrás de la heladera y está comiendo desesperadamente, compulsivamente, en ese momento no es consciente de la situación”.
Impacto cotidiano y tratamiento interdisciplinario
El atracón afecta mucho más que la relación con la comida: consume recursos y tiempo de quienes lo sufren. “Llevar un atracón es planificar lo que vas a comprar, lo que vas a comer, en cuánto, en dónde y cuándo. Muchas horas del día y de energía”, describió Fernández. Además de síntomas emocionales, existen consecuencias físicas: “Uno se siente inflamado, empieza a sentir reflujo, acidez. Algunos, para contrarrestar el reflujo empiezan a automedicarse”.
El tratamiento requiere trabajo en equipo: “Siempre es consulta a nutricionista, psicólogo, en algunos casos derivación a psiquiatría. También un chequeo clínico para saber a qué nivel está afectando el atracón a nivel gástrico, cardíaco, abdominal, sanguíneo”. El primer paso según la médica: “¿Qué lugar ocupa la comida en tu vida? ¿Cuándo fue la primera vez que podés identificar un atracón?”, comenzando por identificar lo inconsciente y trabajando luego sobre las emociones.
Fernández señaló: “Pedir ayuda, que los profesionales sean especializados porque muchas veces, doctor Google, como le decimos los profesionales, no te va a ayudar a salir de un trastorno, necesitas otro tipo de acompañamiento, otro tipo de apoyo”.
*Fotos: Diego Barbatto