En Argentina, la salud mental de los adolescentes se encuentra en el centro del debate público y científico. Un estudio realizado por Fundar, desarrollado entre agosto y diciembre de 2024 con apoyo técnico de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), combinó grupos focales de distintas regiones, entrevistas a referentes estatales y profesionales, y un relevamiento exhaustivo de dispositivos y presupuestos para analizar cuál es la realidad en este grupo poblacional.
Asimismo, plantea una alerta clara sobre la distancia existente entre las necesidades emocionales y psicológicas de quienes atraviesan la adolescencia y las respuestas institucionales que logran llegar a ellos. El informe parte de un abordaje plural: escucha directa a los chicos y chicas, examen del financiamiento público, y un relevamiento de los dispositivos de atención disponibles a nivel nacional.
La investigación, liderada por el investigador principal Fernando Zingman, pone de manifiesto que, aunque la salud mental adolescente ha ganado visibilidad en la agenda pública, esta realidad no se traduce en acciones ni recursos suficientes.
En ese tono, el estudio “Adolescencias y salud mental: brechas y tensiones en las políticas públicas”, presentado por Fundar, aporta un diagnóstico preciso: el 50% de las afecciones de salud mental se manifiestan antes de los 14 años, mientras que ansiedad, depresión y trastornos del comportamiento figuran entre las principales causas de años de vida saludable perdidos por discapacidad adolescente.
En 2023, el presupuesto nacional asignado a la salud mental adolescente representó apenas el 0,4% del gasto total en salud. Asimismo, solo el 4,1% del gasto total en salud se destinó a salud mental en general, con una desigualdad entre jurisdicciones, concentración de recursos en hospitales y limitada disponibilidad de dispositivos ambulatorios y profesionales especialistas.
“La ansiedad, la depresión, los trastornos en la alimentación y los pensamientos suicidas son cuestiones frecuentes. También emergen temas como la sensación de soledad, la opinión de los adultos como vacilantes, y que el primer grupo y el primer lugar donde consultar cuando hay una situación de malestar es con los amigos y el grupo de pares”, aseguró a Infobae Fernando Zingman, investigador principal de Fundar.
Principales hallazgos: falta de datos y desigualdad territorial
El informe identifica como uno de los problemas destacados la insuficiencia en la producción, desagregación y sistematización de información sobre la salud mental de adolescentes en Argentina. El relevamiento mostró que los servicios disponibles para adolescentes están concentrados en áreas urbanas, con escasez de profesionales especializados, especialmente psiquiatras infantojuveniles.
“Hay pocos profesionales, como por ejemplo, psiquiatras infantojuveniles. En algunas provincias no hay psiquiatras infantojuveniles. No siempre los servicios cuentan con profesionales para atender la salud mental. La información disponible es contradictoria, no está actualizada y está concentrada en las capitales provinciales. Aun así, es difícil para los adolescentes acceder por horarios, lugares y la escasez en el área infantojuvenil”, afirmó Zingman a Infobae.
El estudio otorga un lugar central a las voces de los propios adolescentes, recogidas en grupos focales realizados en el Área Metropolitana de Buenos Aires, Mendoza y Resistencia. Los jóvenes identificaron como problemáticas más frecuentes la ansiedad, la depresión, los trastornos de la conducta alimentaria, y las dificultades en el sueño, preocupaciones coinciden con los datos de relevamientos nacionales e internacionales.
La soledad adolescente emergió como preocupación transversal, asociada a malestar psicológico y a un mayor riesgo de desarrollar problemáticas de salud mental en la adultez. Los jóvenes señalaron que, ante situaciones de malestar, su principal estrategia de cuidado es recurrir al grupo de pares, mientras que la disponibilidad y la escucha de los adultos resultan insuficientes o vacilantes.
En ese sentido, Zingman explicó: “La pandemia puso en evidencia la importancia de la interacción directa en la adolescencia para conformar la identidad y los roles sociales. En Estados Unidos y Canadá, hay un paralelismo entre el aumento de la sensación de soledad y los problemas psicopatológicos de adolescentes, y los momentos en que comenzaron a tener teléfonos celulares. Nuestro estudio no se enfocó en investigar las causalidades del malestar, pero sí buscamos reconocerlos y, con lo reconocido, hay mucho por hacer”.
En ese tono, el trabajo también destaca el fenómeno del autoetiquetamiento, potenciado por la circulación de información en redes sociales. “Una tristeza puede convertirse en una etiqueta: ‘Soy depresivo’, y ese proceso puede durar gran parte de la adolescencia”, explicó Zingman.
El experto planteó la necesidad de prestar atención al entorno en el que crecen los adolescentes y al rol del mundo adulto: “Muchas veces, sin darnos cuenta, dejamos a nuestros niños y adolescentes expuestos a lo que el mercado ofrece: desde el consumo de alcohol hasta el uso de redes sociales, sin reflexionar demasiado sobre cómo puede impactar en su desarrollo. Estas son cuestiones que requieren regulación y acompañamiento”.
También subrayó la importancia de la escucha activa en los vínculos cotidianos. “La presencia de un adulto significativo, alguien que escuche, puede ser determinante. A veces, la pérdida de ese adulto significativo está vinculada a situaciones de malestar emocional. La escucha no solo es empatía, sino una responsabilidad para quienes acompañamos a adolescentes. Aunque no tengamos la solución, es fundamental abrir espacios de conversación. La existencia de un adulto significativo, un adulto que escuche, hace la diferencia», remarcó Zingman.
Dificultades de acceso: centralización y barreras económicas
El acceso a servicios de salud mental para adolescentes enfrenta múltiples obstáculos. Según Fundar, la mayoría de los dispositivos están concentrados en capitales provinciales y grandes ciudades, lo que obliga a muchos jóvenes a trasladarse largas distancias, incluso a otras provincias, para recibir atención. En áreas rurales y regiones alejadas, la oferta es aún más limitada.
Los horarios de atención, generalmente restringidos a la mañana y a días hábiles, dificultan el acceso para quienes asisten a la escuela. Los tiempos de espera para obtener turnos pueden superar los dos meses, y la escasez de profesionales especializados es una constante.
Las barreras económicas también resultan determinantes. El acceso a servicios privados está restringido a quienes pueden afrontar los costos, mientras que en el sector público las listas de espera y la falta de recursos limitan la atención. La alta dependencia del sector privado en salud mental especializada profundiza la desigualdad y la discontinuidad de los cuidados.
El informe advierte que la inversión estatal en salud mental está muy por debajo de lo que exige la Ley Nacional de Salud Mental, que establece un piso del 10% del presupuesto de salud. En 2023, solo el 4,1% del gasto total en salud de la Administración Pública Nacional se destinó a salud mental, y apenas el 0,4% correspondió a la población adolescente. Esta cifra representa el 9,2% del gasto en salud mental general, una proporción que no se condice con la carga de enfermedad ni con la prioridad discursiva que se le otorga al tema.
En ese tono, Zingman explicó: “La inversión en salud mental sigue siendo, en su mayor parte, en hospitales, y no en dispositivos ambulatorios, que son los que requieren los chicos y chicas”. Al tiempo que, a la hora de analizar las políticas públicas, resaltó: “No es solo una cuestión de inversión, sino también de que haya programas con asignación presupuestaria, que estén definidos sus objetivos y que cuenten con presupuesto para poder hacer un seguimiento y monitoreo”.
En cuanto a la accesibilidad, el especialista sostuvo: “Es fundamental educar a los adolescentes para que, aunque queden pocos servicios disponibles, puedan exigir lo que necesitan. La atención a distancia también es un recurso importante. Aunque hay evidencia de que en algunos momentos puede servir un servicio basado en inteligencia artificial, es fundamental que esté monitoreado y que no reemplace el contacto humano”.
Recomendaciones: monitoreo y participación adolescente
Ante este panorama, Fundar formula una serie de recomendaciones orientadas a cerrar las brechas identificadas. Entre las principales propuestas, el informe sugiere:
- Desarrollar e implementar un sistema de vigilancia epidemiológica sostenible y específico para adolescentes.
- Consolidar un sistema nacional integrado de datos en salud mental y consumos problemáticos, que incluya información desagregada por edad, género, ubicación y tipo de prestación.
- Fortalecer los dispositivos comunitarios y de atención primaria, ampliando horarios, flexibilizando la atención y creando unidades móviles para zonas rurales y periurbanas.
- Capacitar a adultos responsables en habilidades de escucha y acompañamiento, y promover la formación continua de equipos interdisciplinarios.
- Fomentar la participación activa de los adolescentes en la toma de decisiones, el diseño y el monitoreo de políticas públicas.
- Promover iniciativas presenciales contra la soledad, como espacios recreativos, deportivos y culturales de acceso gratuito o bajo costo.
- Impulsar la integración de la salud mental en la atención primaria y en hospitales generales, reduciendo la dependencia de hospitales monovalentes.
De acuerdo con el trabajo, la implementación de políticas públicas integrales, sostenidas y basadas en evidencia, la mejora de los sistemas de información y la asignación estratégica de recursos aparecen como condiciones indispensables para avanzar hacia un sistema más justo y equitativo.
“La decisión de tratar a la población adolescente como un grupo que requiere cuidado es clave. El 50% de las patologías de salud mental diagnosticadas en adultos aparecen en la adolescencia”, dijo el experto. Y concluyó: “Vivimos en una sociedad que está envejeciendo, lo que significa que estos adolescentes de hoy serán los adultos del futuro. Los trastornos en salud mental son la segunda causa global de discapacidad, en términos de días perdidos. Es importante abordar este problema porque es un peso que la sociedad tendrá que resolver. Es un gran desafío”.