
La longevidad excepcional de ciertas poblaciones ha despertado el interés de la comunidad científica y de quienes buscan mejorar su calidad de vida. Las llamadas Zonas Azules, identificadas por su alta concentración de personas centenarias y una baja incidencia de enfermedades crónicas, han sido objeto de estudio durante décadas.
Estas regiones, que incluyen Loma Linda en California, Nicoya en Costa Rica, Icaria en Grecia, Cerdeña en Italia y Okinawa en Japón, comparten patrones de vida y alimentación que parecen estar estrechamente vinculados a la salud y la longevidad, según el American Institute for Cancer Research.
El análisis de los hábitos alimentarios en las Zonas Azules revela que la base de su dieta es predominantemente vegetal. Los habitantes de estas regiones consumen grandes cantidades de verduras, cereales integrales, frutos secos y pescado, mientras que la carne roja aparece solo en ocasiones puntuales. El American Institute for Cancer Research destaca que la dieta de la Zona Azul no es una pauta restrictiva ni intermitente, sino un estilo de alimentación sostenido a lo largo de la vida.
Aunque la gastronomía varía entre Italia, Japón y Costa Rica, existen elementos comunes: las comidas y refrigerios incluyen abundantes frutas y verduras, la proteína principal proviene de frijoles y legumbres, y los cereales integrales sustituyen a las harinas refinadas. Además, el postre se reserva para celebraciones y el agua, junto con el té y el café, es la bebida habitual, excluyendo los refrescos azucarados.

En cuanto a la ingesta de proteínas, los centenarios de las Zonas Azules suelen consumir al menos media taza diaria de lentejas, garbanzos, soja o frijoles, y la carne roja se limita a unas pocas veces al mes. El consumo diario de frutos secos es otra característica destacada, así como la preferencia por cereales como el trigo integral, la cebada y la avena.
La ciencia de la alimentación en las Zonas Azules
El American Institute for Cancer Research subraya que existen investigaciones que demuestran que los patrones alimentarios basados en plantas, con menor presencia de carne, azúcares añadidos y alimentos ultraprocesados, contribuyen a reducir el riesgo de cáncer. Un estudio citado en Current Research in Nutrition and Food Science señala que estas regiones no solo presentan longevidad, sino también una menor incidencia de enfermedades crónicas, posiblemente asociada a sus hábitos alimentarios.
El investigador Dan Buettner ha dedicado gran parte de su carrera a analizar las Zonas Azules y sus secretos para una vida larga y saludable, según informó AARP. En 2008, AARP colaboró en la implementación de las estrategias identificadas por Buettner en el AARP/Blue Zones Vitality Project, llevado a cabo en Albert Lea, Minnesota. Los participantes, en conjunto, perdieron miles de libras de peso y, según los cálculos de Buettner, aumentaron su expectativa de vida en 2,9 años. Buettner escribió en un artículo para AARP: “Todos afirman sentirse más sanos, tanto en lo físico como en lo emocional”. El doctor Walter Willett, epidemiólogo y profesor de Nutrición en la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Harvard, calificó los resultados como “asombrosos”.

En todas las Zonas Azules identificadas por Buettner —incluyendo Icaria, Okinawa, la región de Ogliastra en Cerdeña, la península de Nicoya, Singapur y Loma Linda—, la alimentación inteligente es un rasgo común. La mayoría de estos lugares se mantienen alejados de los estilos de vida modernos y poco saludables. El caso de Loma Linda resulta particular, ya que se trata de una ciudad estadounidense con la mayor concentración de seguidores de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Más de un tercio de sus habitantes son veganos o vegetarianos, y solo alrededor del cinco por ciento de sus calorías provienen de carnes, aves y pescados.
Las prácticas alimentarias de las Zonas Azules incluyen tradiciones ancestrales como la regla del 80%, conocida en Okinawa como hara hachi bu. Según un estudio citado por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH), este mantra confuciano de 2500 años se recita antes de las comidas y recuerda a las personas que deben dejar de comer cuando su estómago está lleno al ochenta por ciento.
La diferencia del 20% entre no tener hambre y sentirse completamente saciado puede ser determinante para mantener un peso saludable. Además, los habitantes de las Zonas Azules suelen consumir su comida más ligera al final de la tarde o al anochecer y no vuelven a comer durante el resto del día.

El enfoque vegetal es otro pilar fundamental. Los frijoles, como las habas, los frijoles negros, la soja y las lentejas, constituyen la base de la dieta de la mayoría de los centenarios. La carne, principalmente de cerdo, se consume en promedio solo cinco veces al mes, en porciones de entre ochenta y cinco y ciento trece gramos, equivalentes al tamaño de una baraja de cartas. El consumo moderado y regular de alcohol también forma parte de la vida en las Zonas Azules, con la excepción de los adventistas. Según el estudio citado por los NIH, “los bebedores moderados viven más que los abstemios”. La recomendación es beber entre una y dos copas al día, preferiblemente de vino Cannonau de Cerdeña, siempre acompañado de amigos o de comida, y no acumular el consumo semanal en un solo día.
Las similitudes entre la dieta de la Zona Azul, la dieta mediterránea y el Nuevo Plato Americano del American Institute for Cancer Research son evidentes, ya que todas priorizan los alimentos de origen vegetal y limitan la carne y los productos procesados. Estas pautas, respaldadas por estudios independientes, sugieren que adoptar un patrón alimentario similar podría contribuir a una vida más larga y saludable, como se observa en las poblaciones de las Zonas Azules.