Cada vez más médicos, nutricionistas y chefs están trabajando juntos para demostrar que comer bien también puede ser una forma de cuidar la salud. Esta idea es la base de la medicina culinaria, un enfoque innovador que enseña a preparar platos sabrosos y saludables como parte del tratamiento de enfermedades crónicas, como la enfermedad renal crónica (ERC) e incluso algunos tipos de cáncer.
Este 19 de junio se conmemora el Día Internacional del Cáncer Renal, una fecha clave para concientizar sobre esta enfermedad oncológica que afecta a miles de personas cada año. Esta efeméride refuerza la necesidad de promover estrategias de prevención y cuidado renal, como la medicina culinaria, que pueden contribuir tanto a reducir los factores de riesgo como a mejorar la calidad de vida de los pacientes.
Es que, lejos de ser una dieta restrictiva o aburrida, este método busca que las personas aprendan a cocinar de forma práctica, rica y adaptada a sus necesidades médicas. A través de la alimentación, la medicina culinaria ayuda a prevenir complicaciones, mejorar la calidad de vida y mantener el bienestar día a día.
Esta disciplina surge como una estrategia transformadora que combina la ciencia médica, la nutrición clínica y las habilidades culinarias para mejorar la calidad de vida de quienes padecen distintas patologías.
Este enfoque práctico y centrado en el paciente no solo responde a los desafíos clínicos de esta condición, sino que también aborda obstáculos cotidianos como el tiempo, el costo y la falta de conocimientos en cocina, facilitando cambios alimentarios sostenibles que promueven el bienestar integral y ralentizan la progresión de la enfermedad.
Un ejemplo es su avance dentro de la salud renal. Según la Revista Clínica de la Sociedad Estadounidense de Nefrología, esta disciplina que integra atención médica, nutrición y estrategias culinarias con el objetivo de mitigar tanto el riesgo como el avance de distintas enfermedades, ya cuenta con el respaldo de guías clínicas internacionales y se muestra como una estrategia prometedora.
En este sentido, un estudio publicado en la Journal of Nephrology advirtió que la enfermedad renal crónica (ERC) y el cáncer renal están vinculados de forma bidireccional. Algunos tumores pueden causar daño renal directo, como en las nefropatías paraneoplásicas, o indirecto, a través de tratamientos como la quimioterapia o la radioterapia.
A su vez, la ERC aumenta el riesgo de desarrollar ciertos cánceres, especialmente en personas en diálisis o con trasplante renal, donde ese riesgo puede ser hasta cuatro veces mayor que en la población general. También se ha observado una relación creciente entre el cáncer y las etapas iniciales de la ERC.
¿Qué es la medicina culinaria y cómo se integra en la atención médica?
Definida como un campo basado en la evidencia, la medicina culinaria fusiona el arte de la cocina con la ciencia médica. No es nutrición, dietética ni medicina integrativa o preventiva; es una disciplina práctica que responde a la pregunta esencial del paciente: “¿Qué debo comer para mi condición?”.
De acuerdo con el artículo publicado en la Revista Clínica de la Sociedad Estadounidense de Nefrología, esta disciplina “integra la atención médica y nutricional con estrategias culinarias prácticas para mitigar el riesgo y la progresión de la enfermedad renal crónica”.
Su propósito es empoderar al paciente para tomar decisiones informadas sobre su alimentación diaria, enfocándose no solo en la fisiología, sino también en los aspectos culturales y emocionales de cocinar y comer.
La cocina docente de Yale New Haven Health ejemplifica esta implementación. Allí confluyen pacientes, médicos, dietistas y chefs para diseñar soluciones prácticas. El Dr. Nate Wood, director inaugural de medicina culinaria en la Facultad de Medicina de Yale, afirma que “es una parte vital de la atención al paciente”, y resalta su valor para fomentar cambios duraderos en la alimentación.
Este enfoque se inscribe dentro del movimiento “La comida es medicina”, que reconoce a la alimentación como un componente central de la salud. En el contexto de la enfermedad crónica renal (ERC), busca adaptar las recomendaciones nutricionales a las particularidades personales, culturales y sociales de cada paciente, promoviendo hábitos sostenibles y efectivos.
La colaboración entre médicos, nutricionistas y expertos en cocina permite superar barreras comunes como la falta de tiempo, presupuesto o habilidades culinarias, brindando herramientas accesibles y prácticas para mejorar la dieta diaria.
Recomendaciones clínicas: patrones basados en plantas
Las guías internacionales más recientes apoyan la medicina culinaria como parte del tratamiento de la ERC y condiciones relacionadas. La Iniciativa de Calidad de los Resultados de la Enfermedad Renal (KDOQI) y la Iniciativa de Mejora de los Resultados Globales de la Enfermedad Renal (KDIGO) recomiendan dietas basadas en plantas como parte del manejo nutricional de la enfermedad.
De acuerdo con la Revista Clínica de la Sociedad Estadounidense de Nefrología, estos patrones alimentarios ayudan a reducir la acidez metabólica, controlar el peso corporal y mantener la presión arterial en niveles adecuados.
Frente a la dieta occidental tradicional, rica en proteínas animales, sal y ultraprocesados, estas guías proponen alimentos como frutas, verduras, cereales integrales, legumbres y grasas saludables.
Dieta recomendada por expertos para la enfermedad renal crónica
Para personas con enfermedad renal crónica, los especialistas recomiendan una dieta adaptada a la etapa de la enfermedad y al tratamiento indicado.
En fases tempranas, se suele limitar el consumo de proteínas, sodio, potasio y fósforo, priorizando alimentos de origen vegetal. Si el paciente entra en diálisis, se requiere un aumento de proteína de alta calidad, como pescado, huevos o aves.
También es fundamental controlar la ingesta de líquidos para evitar acumulaciones que comprometan la función cardíaca o respiratoria. Además, puede ser necesario suplementar calcio y vitamina D, especialmente si los niveles de fósforo son elevados.
Ante este panorama, la intervención de nutricionistas especializados resulta esencial para diseñar planes alimentarios que se ajusten a las necesidades clínicas del paciente.
Una guía adicional de alimentación saludable para personas con enfermedades crónicas, como el cáncer o la ERC, está disponible en el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos (en español).
Cocina amigable para los riñones: técnicas y experiencias
Desde la experiencia del chef Duane Sunwold citado por National Kidney Foundation, diagnosticado con ERC, se han desarrollado estrategias culinarias adaptadas al contexto renal que conservan el sabor y el placer de comer. Aquí, algunas recomendaciones:
- Sustitución de proteínas animales por tofu, legumbres o seitán.
- Eliminación de sales condimentadas, usando hierbas tostadas y especias naturales.
- Preparación de aderezos bajos en grasa a base de caldo vegetal casero.
- Incorporación de frutas frescas como postres para reducir la dependencia del azúcar.
- Selección de alimentos bajos en potasio, sin perder creatividad culinaria.
Sunwold destaca la importancia del sabor para mantener una dieta sostenible, y comparte recetas como su caldo de verduras asadas, bajo en sodio y potasio, ideal como base para múltiples preparaciones.
Potencial como herramienta preventiva y terapéutica
Más que una simple modificación de la dieta, la medicina culinaria representa una intervención sobre el estilo de vida del paciente. Al integrar conocimientos nutricionales con experiencias prácticas, refuerza la adherencia al tratamiento y mejora los resultados clínicos.
Según la Revista Clínica de la Sociedad Estadounidense de Nefrología, “la sinergia de la evidencia nutricional y las estrategias experienciales apunta a su promesa como herramienta preventiva y terapéutica”. Este enfoque permite al paciente participar activamente en su propio cuidado, con mayor autonomía y satisfacción.
Si bien la medicina culinaria cuenta con un creciente respaldo científico, los ensayos clínicos de gran escala sobre su impacto en la ERC aún están en desarrollo. Por ello, debe entenderse como una estrategia complementaria, no como una cura definitiva.
Aumentar su visibilidad en la comunidad médica es clave para promover intervenciones basadas en la alimentación que contribuyan de forma tangible al bienestar del paciente. Su incorporación en la práctica clínica representa un paso firme hacia un sistema de salud más personalizado, humano y sostenible.