La medicina argentina avanza con una estrategia que promete transformar el acceso al trasplante de órganos: la donación en asistolia. Esta técnica, que se apoya en permitir la obtención de órganos de personas fallecidas por paro cardíaco permite que puedan convertirse en donantes efectivos en lugar de esperar la muerte cerebral.
Su implementación controlada, con protocolos definidos y supervisión de equipos multidisciplinarios, inaugura un capítulo clave en el sistema de salud del país. El procedimiento se enmarca en la Ley 27.447 de Trasplante de Órganos, Tejidos y Células, que reconoce la muerte por cese irreversible de funciones circulatorias como criterio válido.
A partir de ese marco legal, el INCUCAI aprobó en 2023 un protocolo nacional que regula la donación en asistolia controlada. La norma establece con precisión los pasos que deben seguir los hospitales, el rol de cada equipo involucrado y las condiciones éticas y técnicas necesarias para llevar adelante el proceso.
Este tipo de donación parte de una definición médica sensible: cuando el equipo de cuidados intensivos, en conjunto con el paciente o su familia, resuelve interrumpir el soporte vital porque no existen posibilidades reales de recuperación. En ese contexto, la muerte ya no ocurre en una cama de terapia sino en un quirófano, donde la parada cardíaca se produce de forma controlada y con condiciones adecuadas para preservar los órganos.
“El número de donantes en muerte encefálica no alcanza para cubrir las necesidades actuales, y esta situación se agrava en países donde la mortalidad traumática y cerebrovascular disminuye”, explicó a Infobae el doctor Pablo Centeno, Jefe del Departamento de Cuidados Críticos del Hospital de Alta Complejidad del Bicentenario Esteban Echeverría. En Argentina, varios hospitales ya realizan donación en asistolia, entre ellos el Bicentenario de Esteban Echeverría, el Ángel Padilla de Tucumán, el Castro Rendón de Neuquén y el San Martín de Corrientes. Según datos recientes, se concretaron cien procedimientos en el país, una cifra que comienza a cambiar la ecuación.
“Los órganos para trasplante se obtienen de donantes fallecidos (cadavéricos), en los casos en que la muerte haya ocurrido por muerte cerebral, que ocurre en pacientes que tuvieron una lesión gravísima cerebral, están conectados a un respirador y por esto, sus órganos siguen funcionando por algunas horas o días más”, precisó Centeno.
Según aclara Centeno, trasplantar órganos de pacientes solo con muerte encefálica limita la disponibilidad de órganos, porque a pesar de los esfuerzos para mejorar los resultados (se pierden 50/70% de los donantes posibles) por diferentes causas. Pero, aunque se obtuvieran el 100% de los órganos posibles, no alcanzan ni para el 10% de la lista durante el año.
“A eso hay que sumar que mientras más avanza la medicina cerebrovascular, disminuyen las muertes por accidentes o violencia, y por lo tanto, hay menos muertes encefálicas. En España, por ejemplo, la nueva ley de tránsito provocó una drástica disminución de las muertes (eso es bueno) pero genero una gran disminución de los donantes”, indicó el experto.
Y agregó: “En paralelo a eso, los médicos hemos ido entendiendo que tenemos límites en el cuidado de los pacientes y se ha ido desarrollando lo que se llama Adecuación del Esfuerzo Terapéutico, que es un plan basado en los principios de la bioética. Con este nuevo método de donación por asistolia, la ley de derechos de los pacientes permite entonces, retirar el soporte vital (el respirador, la medicación, etc) cuando el tratamiento es inútil y no aporta beneficios reales, alargando inútilmente la agonía del paciente que moriría de cualquier forma. En esos pacientes se realiza el retiro del soporte vital (respirador y drogas “para que el corazón siga latiendo”) y se deja la analgesia, los relajantes, y todo lo que evita el sufrimiento del paciente. Ese paciente muere sin que sigamos interviniéndolo y tiene lo que se llama muerte digna”.
España, referente mundial en trasplantes, marcó un hito en 2024 al registrar por primera vez más donantes en asistolia que en muerte encefálica. Esa experiencia demuestra que ampliar el concepto de donación es fundamental para enfrentar la creciente lista de espera. La Argentina no solo incorporó el procedimiento, sino que también lo adaptó con innovación y fue pionera en Latinoamérica con una histórica intervención quirúrgica en el Hospital Padilla de Tucumán. Allí se utiliza la técnica de perfusión normotérmica extracorpórea, que permite mantener los órganos en condiciones óptimas mediante circulación artificial de sangre caliente oxigenada.
El doctor Santiago Villavicencio, jefe de Procuración y Trasplante en el Hospital Padilla, explicó a Infobae que “hay que buscar todas las estrategias posibles para aumentar el pool de donantes. La donación en asistolia es una de ellas y, aunque todavía van en aumento, aún hay pocos casos en Argentina, los resultados son alentadores, sobre todo en riñón e hígado. Y los intratorácicos, como corazón y pulmón, tienen una posibilidad de desarrollo”.
“¿Por qué puede cambiar el paradigma de donación en el país? Argentina ha desarrollado hasta el momento solamente los donantes en muerte encefálica. Varios países han desarrollado en gran medida y sobre todo los más importantes la donación por muerte encefálica y por asistolia. O sea, son otro tipo de donantes que obviamente producen otra cantidad de órganos y aumentan así los órganos disponibles para la gente. Un ejemplo es España que viene trabajando fuertemente en los últimos 10 años en este tipo de donación y es uno de los países que tiene más alta la donación en el mundo”, sostuvo Villavicencio.
Y concluyó: “Es importante para nuestro país porque cualquier estrategia que ayude a aumentar los donantes disponibles significa ayudar a la gente que está en lista de espera. Significa esperanza. Significa trasplante. Significa dar solución a gente que no tiene otra respuesta que no sea un órgano”.
Un caso pionero en pediatría abre nuevas perspectivas
En diciembre pasado, el Hospital Garrahan logró un hecho inédito para la región: realizó el primer trasplante pediátrico de hígado a partir de un donante en asistolia (el primero en adultos fue anterior y se realizó en Córdoba). El receptor, un niño de dos años en estado crítico, no contaba con un donante vivo compatible. Al mismo tiempo, en el Hospital Posadas, se encontraba internado un paciente que cumplía con los criterios para donación a corazón parado. El INCUCAI coordinó el operativo, que involucró a cirujanos, perfusionistas, enfermeros, intensivistas y técnicos de ambos hospitales.
El éxito de este procedimiento no solo salvó una vida, sino que demostró la viabilidad del modelo en casos pediátricos. La intervención fue posible gracias a la articulación de equipos entrenados y a la disponibilidad de infraestructura adecuada, incluyendo equipamiento de perfusión y logística de traslado.
“Este es otro ejemplo de innovación en donación de órganos, ya concretado en Argentina en 100 ocasiones en los últimos meses. Y se vienen más”, afirmó Ezequiel Lo Cane, fundador de Casa Justina. “Conocemos iniciativas para protocolizar estos procesos y los estamos apoyando en que se divulguen, se conozcan y se articulen en las regiones donde vamos integrando nuestros equipos”.
Casa Justina, organización dedicada a la promoción de la donación de órganos, acompaña el desarrollo de esta técnica desde su inicio. Su nombre rinde homenaje a Justina Lo Cane, la niña cuya historia sensibilizó al país y motivó la aprobación de la Ley Justina en 2018. Esa normativa estableció, entre otros cambios, la presunción de donación y la obligación de notificar cada fallecimiento a los organismos de procuración. La ley sentó las bases para un sistema más ágil y equitativo, y ahora se fortalece con nuevas herramientas clínicas como la donación en asistolia.
El Protocolo aprobado por el INCUCAI en 2023 no fue un producto improvisado. En su elaboración participaron expertos de la Sociedad Argentina de Trasplante, la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva, comisiones técnicas de trasplante renal y hepático, la Comisión Federal de Trasplantes y el Comité de Bioética del instituto. Cada paso fue validado por consenso, garantizando estándares éticos y científicos. La donación en asistolia se inscribe así en un marco normativo sólido, que asegura transparencia y profesionalismo.
La diferencia entre este nuevo enfoque y el tradicional no radica únicamente en el diagnóstico de muerte. Cambia también el momento, el lugar y la logística del procedimiento. La muerte se produce en quirófano, no en la terapia intensiva, y eso requiere una planificación meticulosa para preservar los órganos. Las técnicas de perfusión normotérmica o hipotérmica permiten mantener los tejidos irrigados y oxigenados mientras se decide la ablación, lo que mejora notablemente la calidad de los injertos.
Uno de los objetivos centrales del nuevo protocolo es que los hospitales puedan incorporar esta práctica de manera sostenida. Para eso, se requiere capacitación específica, infraestructura compatible y trabajo articulado entre terapistas, cirujanos, coordinadores de trasplantes y autoridades sanitarias. El éxito depende de una red de decisiones precisas, respeto a la voluntad del donante y un profundo compromiso ético.
Aunque todavía representa un porcentaje menor del total de donaciones, la técnica ya muestra su potencial. “Un último latido para que otro corazón siga latiendo”, sintetizó Ezequiel Lo Cane, en una frase que condensa la dimensión simbólica y científica de este avance. La posibilidad de que una vida que se apaga permita que otra continúe se vuelve aún más real cuando se expande la definición de lo posible.
Donar después del último latido no es un acto simple. Involucra decisiones delicadas, requiere consentimiento informado, demanda pericia técnica y sensibilidad humana. Sin embargo, su impacto es profundo. Permite aumentar las chances de quienes esperan un órgano, mejora la equidad en el acceso al trasplante y redefine el vínculo entre la medicina, la muerte y la esperanza.
Países como Reino Unido, España y Australia ya incorporaron la donación en asistolia a sus sistemas de salud. La experiencia demuestra que no solo es viable, sino también eficaz. En América Latina, Argentina lidera el camino. El desafío ahora es sostener el avance, consolidar la práctica y garantizar que cada paciente que pueda donar lo haga en condiciones dignas y seguras.
Cada protocolo aprobado, cada equipo capacitado, cada operación exitosa suma en una dirección clara: ampliar el horizonte de la donación. La historia del trasplante en Argentina sigue escribiéndose con ciencia, compromiso y una convicción compartida: donde algunos ven un final, otros pueden ver una nueva oportunidad.