La falta de compromiso es un concepto muy difundido en los últimos tiempos. No se trata solo de una dificultad personal, sino también de una expresión de una cultura global que prioriza la individualidad y el logro material por sobre los vínculos afectivos sólidos.
Es la característica principal del llamado “síndrome de Simón” un concepto acuñado por el psiquiatra español Enrique Rojas, conocido por sus obras sobre relaciones de pareja, desarrollo personal y salud emocional.
El síndrome de Simón es una variante del conocido síndrome de Peter Pan, que describe a adultos que evitan las responsabilidades y compromisos propios de la vida adulta, manteniendo comportamientos y actitudes inmaduras en la vida.
La palabra Simón, según Rojas, funciona como un acrónimo que resume los principales rasgos de este patrón psicológico: Soltero, Inmaduro, Materialista, Obsesionado con el trabajo y Narcisista:
- S (Soltería): revela una tendencia a evitar el compromiso afectivo, privilegiando vínculos cortos y superficiales.
- I (Inmadurez): se traduce en una incapacidad para manejar las emociones propias y afrontar decisiones que implican responsabilidad.
- M (Materialismo): apunta a una fuerte orientación hacia lo material y el consumo como principal forma de validación personal.
- O (Obsesión con el éxito): se refleja en la necesidad constante de reconocimiento de su metas profesionales o sociales, como forma de sostener la autoestima.
- N (Narcisismo): caracterizado por una excesiva admiración por sí mismo y una falta de consideración hacia los sentimientos y necesidades de los demás.
Según Rojas, detrás de estos comportamientos se encuentra lo que denomina “Panic Commitment Syndrome” o síndrome de pánico al compromiso. Las personas que presentan este patrón tienden a asociar el compromiso con una amenaza a su libertad personal, lo que los conduce a evitar relaciones afectivas estables.
El síndrome de SIMON afecta especialmente a hombres jóvenes adultos —en general mayores de 30 años— porque se manifiesta en una etapa donde social y culturalmente se espera una consolidación de la vida afectiva y profesional, pero muchos permanecen anclados en esquemas emocionales adolescentes.
Las consecuencias del síndrome
Vale aclarar que el síndrome no está recogido por los manuales clínicos como el DSM-5 o la CIE-11, por lo que no constituye un diagnóstico psiquiátrico reconocido, sino más bien una construcción cultural o interpretativa del comportamiento afectivo de ciertos varones adultos. De acuerdo a Rojas, estas personas habrían quedado “fijadas” en una adolescencia tardía, con dificultades para asumir la vida adulta en términos afectivos y de relación.
Además, según el experto, la combinación de rechazo al compromiso, inmadurez emocional y narcisismo puede derivar en consecuencias de distinto alcance, como las siguientes:
- Vínculos superficiales. Los afectados por el síndrome de Simón suelen evitar involucrarse emocionalmente, lo que conduce a relaciones centradas en la diversión o el placer inmediato. Esta dinámica favorece ciclos repetitivos de vínculos breves y poco significativos, que a largo plazo deterioran la capacidad de establecer conexiones auténticas y duraderas.
- Aislamiento afectivo. La preferencia por el trabajo, el consumo o la gratificación inmediata suele ir acompañada por una desatención de los vínculos significativos, lo que favorece el distanciamiento emocional y sentimientos persistentes de soledad.
- Obstáculos para el desarrollo emocional. Según Rojas, el compromiso implica “capacidad de entregarte a alguien de forma sólida”. Sin esa entrega, los hombres con rasgos Simón permanecen anclados en un modelo de satisfacción personal inmediata, que retrasa el acceso a formas más complejas de madurez emocional, ligadas a la empatía, el autocuidado o la capacidad de superar adversidades.
- Riesgos para la salud mental. El conjunto de estas dinámicas puede desembocar en estrés crónico, ansiedad o síntomas depresivos.
Cómo abordar el síndrome Simón
Según los expertos, el primer paso es reconocer el problema y asumir que la forma de vinculación utilizada hasta ahora puede estar limitando el desarrollo personal. Enrique Rojas señala: “Solo quien es libre es capaz de comprometerse”, así, superar el síndrome requiere un proceso de transformación interna que permita reconectar con la vida afectiva desde un lugar más maduro.
A partir de ese punto, algunas estrategias útiles son las siguientes:
- Explorar el mundo emocional propio. Dedicarse a observar con honestidad las propias emociones y conductas puede ayudar a entender el origen del miedo al compromiso y trabajar en él. Practicar meditación y mindfulness pueden ser también de ayuda para mejorar la autoconciencia.
- Reconocer patrones de conducta. Revisar relaciones pasadas con una mirada crítica puede revelar conductas repetitivas: evasión de la intimidad, desconexión emocional, vínculos centrados solo en el placer. Identificar estos ciclos es clave para realizar cambios a futuro.
- Fortalecer la inteligencia emocional. Aprender a gestionar emociones, desarrollar empatía y tolerar la incomodidad son habilidades centrales para salir del esquema Simón. La lectura especializada, la participación en talleres o la psicoterapia individual pueden aportar herramientas valiosas.
En todos los casos, el cambio requiere tiempo, consistencia y voluntad de crecer emocionalmente, reconociendo que el compromiso no representa una pérdida de libertad, sino una forma más sólida de construir relaciones.