Los nanoplásticos son fragmentos de plástico que miden menos que una millonésima parte de un metro. Aparecen en los mares cuando los plásticos grandes se rompen por la acción del sol, las olas o los cambios de temperatura en el agua del mar.
Por primera vez, un grupo de científicos de Países Bajos, Alemania y Suecia lograron medir de manera precisa la cantidad y distribución de nanoplásticos en el Océano Atlántico Norte. El estudio se publicó en la revista Nature.
Hasta el momento casi no existían datos cuantitativos sobre esta clase de contaminación, porque los nanoplásticos son tan pequeños que resultan muy difíciles de identificar y contar con las técnicas tradicionales.
Las partículas se encontraban principalmente en los primeros diez metros de agua y cerca de las costas. La cantidad hallada es mucho mayor que la que se pensaba hasta ahora.
Se detectó que solo en los primeros 200 metros de agua del Atlántico Norte hay 27 millones de toneladas de nanoplásticos. Este número es tan grande como toda la contaminación plástica estimada anteriormente para el océano Atlántico.
El trabajo fue dirigido por Dušan Materić y participaron investigadores del Centro Helmholtz para la Investigación Ambiental, de Alemania, la Universidad de Utrecht, de Países Bajos, y la Universidad de Estocolmo, en Suecia.
El hallazgo preocupa: los nanoplásticos pueden meterse dentro de los peces y otros animales marinos. Estos residuos se acumulan y pueden atravesar las barreras biológicas, una cuestión que todavía se investiga. ¿Podrían también afectar a la salud humana?
Desde Alemania, el científico Materić contestó a Infobae: “Este campo científico, especialmente en relación con la salud humana, aún se encuentra en sus primeras etapas y quedan muchas preguntas sin respuesta. Simplemente, aún no lo sabemos”.
Los efectos de los plásticos en los seres humanos y en otras formas de vida son complejos y requieren más tiempo e investigación para comprenderse completamente.
“Sin embargo, hay indicios de que, entre todas las fracciones de plásticos, los nanoplásticos sean los más activos desde el punto de vista toxicológico, ya que su tamaño les permite atravesar las membranas celulares e ingresar en los organismos”, aclaró.
Cómo se estudia la contaminación por plásticos
Antes, los científicos estudiaban los plásticos grandes y los que podían verse con lupa, llamados microplásticos.
Muchos animales de mar quedan atrapados en estos plásticos, o los comen creyendo que son alimento. Estos trozos grandes pueden lastimar a los animales o taparles el estómago.
En el caso de los nanoplásticos no se ven a simple vista y muy pocos equipos lograban descubrirlos en el agua del mar. Por eso, había poca información sobre cuántos había y dónde estaban.
Las técnicas antiguas no distinguían entre los nanoplásticos y otras partículas. Las dudas de los científicos eran muchas. Algunos incluso no creían que los nanoplásticos pudieran durar tanto tiempo en el océano.
Así nació la pregunta principal del nuevo estudio: ¿cuántos nanoplásticos hay en el mar y en qué lugares se concentran más? Materić y su equipo querían buscar pruebas claras y precisas.
El objetivo fue entonces obtener muestras en distintos puntos y profundidades del Atlántico Norte. Intentaron conocer la distribución real de los nanoplásticos y saber de qué tipo de plástico eran.
Cómo trabajaron desde una embarcación
El equipo se embarcó en el buque Pelagia para recorrer el Atlántico Norte, desde Europa hasta las aguas tropicales.
Tomaron agua de doce sitios distintos y a tres profundidades: en la superficie (diez metros), en la zona intermedia (mil metros), y cerca del fondo marino (más de 4.500 metros profundos).
Analizaron las muestras en laboratorio al usar una máquina especial llamada PTR-MS. Al calentar los plásticos, la máquina detecta los gases y así reconoce el tipo de material. Materić explicó: “Su identidad y concentración se pueden determinar de forma fiable”.
El estudio detectó nanoplásticos en cada lugar y a todas las profundidades. La mayor concentración apareció en la superficie, con 18,1 miligramos por metro cúbico. Cerca de las costas europeas se midieron 25 miligramos por metro cúbico.
Los valores bajaron en las profundidades, pero aun así los científicos hallaron nanoplásticos a grandes kilómetros de profundidad.
Materić destacó: “Están presentes en todas partes en cantidades tan grandes que ya no podemos ignorarlas ecológicamente”.
Hay tres tipos principales de nanoplásticos y se conocen más por sus iniciales como PET, PS y PVC.
Más allá de los resultados, la investigación aportó un método confiable que permite medir la contaminación por nanoplásticos.
Otros proyectos podrán usar la misma técnica para saber el riesgo para la vida marina y la salud humana. Además, se pueden identificar distintos tipos de polímeros.
Sin embargo, el equipo de investigadores reconoció algunas dificultades. Por ejemplo, no encontraron nanoplásticos de polietileno (PE) ni polipropileno (PP), dos plásticos comunes.
Podría ser que estos materiales se alteran tanto que la técnica no los identifica o desaparecen por otros procesos que aún no se entienden.
Los autores recordaron que durante mucho tiempo la comunidad científica dudó de la existencia de los nanoplásticos.
Los resultados muestran que, en cuanto a masa, la cantidad de nanoplásticos es equiparable a la ya encontrada para macro y microplásticos.
En el diálogo con Infobae, Materić, quien es jefe del grupo de investigación de nanoplásticos en el Centro Helmholtz para la Investigación Ambiental en Leipzig, expresó: “Los nanoplásticos representan un gran problema ambiental y han llegado para quedarse. Sin embargo, considero que hay dos enfoques: prevención y mitigación”.
La prevención implica reducir la producción innecesaria (como la moda rápida) y reemplazar los plásticos por materiales naturales o alternativas eficaces, señaló.
Advirtió que los plásticos “degradables” o “compostables” a menudo “no son buenos reemplazos. Suelen ser plásticos más débiles que solo se descomponen más rápido en nanoplásticos”.
Los métodos de mitigación “aún están en desarrollo y normalmente son soluciones costosas para un problema global. Sin embargo, estas tecnologías pueden aplicarse de forma efectiva en puntos críticos de contaminación”, dijo.