La comida chatarra, rica en grasas y sodio, contribuye al desarrollo de varices y otros problemas circulatorios, afectando la salud vascular. - (Imagen Ilustrativa Infobae)

El trayecto hacia el bienestar rara vez sigue caminos predecibles. Para algunas personas, encontrar equilibrio puede exigir no solo determinación, sino una reinvención completa.

El entrenador personal, Craig Schnaars, es uno de esos ejemplos: luego de una transformación profunda, logró perder 34 kilos y cambiar de manera radical su modo de vida.

En conversación con Men’s Health, expuso su propio recorrido con mucha franqueza, hablando de sus altibajos, y de la vez que sintió que debía empezar de nuevo.

Su experiencia en centros de fitness lo llevó a descubrir que quería ayudar a otros (Instagram)

Contó que practicó deporte desde niño: se centró en el fútbol en su etapa escolar y universitaria, por lo que “estar en forma nunca fue un problema” hasta que su vida dio un giro.

A los 25 años, Schnaars se rompió el ligamento cruzado anterior, una lesión que parecía requerir solo una cirugía de rutina. Sin embargo, el procedimiento derivó en complicaciones: se le infectó la rodilla y debió someterse a más operaciones, lo que retrasó su recuperación.

Esto no solo afectó su físico, sino que impactó directamente en su salud mental: aseguró haber atravesado episodios de ansiedad y depresión, perder el interés en entrenar y adoptar prácticas poco saludables.

Durante ese tiempo, dejó por completo la actividad física. Temía volver a lesionarse y, por ello, abandonó cualquier intento de ejercicio. Su rutina laboral también influyó: trabajó como encargado del bar de servicios del Yankee Stadium, donde, al final de cada jornada, recurría a la “comida más insalubre”.

Empezó a consumir alcohol para mitigar la ansiedad, y esa mezcla de largas horas de trabajo, poco o nulo descanso y bebidas alcohólicas terminó por profundizar el malestar.

Empezó a beber para calmar la ansiedad, lo que empeoró su malestar físico y emocional (Imagen Ilustrativa Infobae)

Aseguró que en ese momento ya no se reconocía frente al espejo, y que sentía haber “perdido el propósito en la vida”.

En junio de 2014 se produjo un punto de quiebre. Miró fotos suyas de otra época con amigos y, según dijo, fue casi una experiencia chocante. Allí tuvo una especie de revelación: su ánimo se encontraba tan “nublado” que no era consciente de cuánto había cambiado, y decidió volver a buscarse, a su manera. Este momento de claridad lo impulsó a iniciar un cambio profundo apenas dos años después de su cirugía.

El primer paso consistió en anotarse a una media maratón, un desafío que usó como excusa para obligarse a entrenar y a correr. Comenzó a sumarle pequeños ejercicios adicionales a su rutina: por las noches, intentaba mantener la plancha unos segundos más cada vez.

Empezó con intervalos de 30 segundos y logró extenderlos hasta cuatro minutos. Finalmente, completó su primera media maratón, reconociendo que los tiempos no fueron significativos, pero el hecho de no detenerse en todo el recorrido fue, para él, el inicio del regreso a su antiguo yo.

A pesar de este avance, Men’s Health recogió que Schnaars se enfrentó a nuevas dificultades.

En ese periodo, su peso descendió de 113 a 100 kilos, pero después de cada carrera llegaba un descanso sin actividad y el peso volvía a fluctuar, hasta acercarse a los valores iniciales.

Fue reconocido como gerente regional del año por su labor en la industria del entrenamiento (Instagram)

En 2017, un nuevo acontecimiento cambiaría su dinámica: se mudó a Merrick, Nueva York, y comenzó clases exigentes de fitness.

Había acudido a algunas sesiones antes de su lesión y recordaba haberlas disfrutado, por lo que optó por retomarlas.

El entrenador comentó que al principio asistía dos o tres veces por semana, pero pronto incrementó la frecuencia hasta llegar a realizar incluso seis clases semanales o dos por día. Así, pasó de pesar 113 kilos a 81 kilos en un año.

Describió que su ropa le quedaba mejor, que su “mente estaba más despejada” y que ganó nuevos apoyos en la comunidad y entre los entrenadores, lo que le aportó “motivación y sentido de competitividad”.

La experiencia dentro del centro de fitness, lo llevó a redefinir su vida profesional. Schnaars explicó que decidió probar suerte como entrenador, con la expectativa de encontrar una nueva vocación, y descubrió que ayudar a otros constituía, para él, su propósito.

Luego fue designado gerente regional de fitness, recibiendo un reconocimiento a nivel mundial como gerente regional del año.

Ya establecido en su rol de entrenador personal, describió en Men’s Health cómo estructuró su rutina de entrenamiento.

Tres veces por semana tomaba la clase Orange 60 de Orangetheory, donde se combinan ejercicios aeróbicos y de fuerza; una vez a la semana practicaba boxeo con guantes lastrados y luego en otras jornadas realizaba entrenamientos funcionales con pesas.

Complementaba sus clases con entrenamientos funcionales que incluían trabajo con cargas (Imagen ilustrativa Infobae)

El objetivo era mantener una frecuencia de cinco a seis sesiones semanales, alternando la intensidad de los ejercicios.

En cuanto a los hábitos que sostiene y que recomienda a quienes buscan transformar su cuerpo y su bienestar, Schnaars destacó la importancia de entender que un hábito no se forja nunca de inmediato.

En su diálogo con Men’s Health, explicó que para convertir una idea en un patrón y, este, en un hábito consolidado, es necesario “obligarse” a actuar incluso cuando la motivación inicial no está presente.

Sostuvo que la clave es incorporar el ejercicio a la rutina diaria hasta que se convierta en algo automático, una acción que se hace sin deliberación. En paralelo, aconsejó aplicar este enfoque a la nutrición.

Antes de perder peso, su alimentación se basaba mayormente en comida rápida: detalló que a veces, tras visitar a su entonces novia, pasaba hasta tres veces por semana por el autoservicio de una cadena de hamburguesas, compraba grandes cantidades de comida y se deshacía de cualquier “prueba” antes de llegar a casa, para que su familia no se diera cuenta de sus hábitos.

Durante su trabajo en el Yankee Stadium, cenaba con frecuencia alimentos ultraprocesados (Imagen Ilustrativa Infobae)

Gran parte de su ingesta calórica provenía de ese tipo de alimentos y bebidas, elegidos por el consuelo emocional que brindaban más que por su valor nutricional.

El cambio llegó, cuando empezó a hacer sustituciones graduales. Reemplazó las hamburguesas por sushi y ensaladas al comer en el trabajo, creó el hábito de desayunar cada día y priorizó la repetición de estas conductas.

Otro de los consejos que ofreció en Men’s Health se centra en la necesidad de escuchar al propio cuerpo. Craig Schnaars indicó que no todos los entrenamientos requieren ser extenuantes para resultar efectivos y que no debe obsesionarse con parámetros como las calorías quemadas o la velocidad.

Lo fundamental consiste en alternar las jornadas de intensidad alta con días de recuperación o actividades suaves, como caminar, para evitar el agotamiento crónico y la falta de ganas de entrenar. Afirmó que aprender a distinguir las señales que da el cuerpo ayuda a sostener un progreso a largo plazo y a evitar lesiones y frustraciones.