Las investigaciones sobre la enfermedad de Alzheimer avanza en paralelo a un interés creciente por la prevención. Mientras se desarrollan nuevos análisis de sangre para la detección temprana, especialistas advierten que los cambios cerebrales pueden comenzar décadas antes de los primeros síntomas.
El psiquiatra y neuroimagenólogo Daniel Amen, fundador de Amen Clinics en California, EE. UU., recordó, en Fox News Digital, que existen estrategias concretas para reducir el riesgo de deterioro cognitivo: intervenir en 11 áreas clave del estilo de vida que influyen de forma directa en la salud del cerebro.
Según Amen, hasta la mitad de los casos de Alzheimer podrían prevenirse si se controlan ciertos factores modificables. Para facilitar su identificación, el médico creó el acrónimo BRIGHTMINDS, que resume los puntos principales a tener en cuenta.
1- Flujo sanguíneo
El primer componente es el flujo sanguíneo o de sangre y se refiere a la letra B por blood (sangre en inglés), considerado por Amen como el principal predictor de Alzheimer en las imágenes cerebrales. Entre las conductas que afectan negativamente la circulación mencionó el consumo de alcohol, marihuana, cafeína y nicotina, además del sedentarismo y el exceso de peso.
Como recomendación práctica, sugirió caminar con intensidad variable durante 30 minutos al día. “Haz eso cinco veces durante 30 minutos y aumentará el flujo sanguíneo al cerebro”, afirmó.
2- Aprendizaje continuo
La segunda letra del acrónimo es la R y se refiere a la jubilación (retirement, en inglés) y el envejecimiento. Amen advirtió que con el retiro laboral puede disminuir el estímulo cognitivo. Por eso, alentó a aprender algo nuevo cada día como forma de mantener el cerebro activo.
3- Evitar la inflamación
Le sigue la I, por inflamación, que definió como una causa importante de trastornos psiquiátricos y enfermedades crónicas. En este punto, recomendó acciones tan simples como usar hilo dental para reducir la inflamación de las encías, un factor que relacionó con el riesgo de enfermedades cerebrales.
4- Antecedentes familiares
Con la G tenemos a la genética, que aunque relevante, no es determinante. “Los genes no son una sentencia de muerte”, sostuvo Amen. En lugar de resignarse, propuso identificar los antecedentes familiares y adoptar un programa diario de prevención. “Tengo antecedentes familiares de enfermedades cardíacas y obesidad. No tengo enfermedades cardíacas ni sobrepeso. ¿Por qué? Porque sigo un programa de prevención de enfermedades cardíacas y obesidad todos los días de mi vida”, explicó.
5- Evitar los golpes
La T, por los traumatismos craneales, incluso aquellos que no parecen graves, también fueron señalados como factores de riesgo. Amen recomendó evitar conductas peligrosas como enviar mensajes de texto al conducir. Las toxinas ocupan otro lugar central en su modelo. Además de sustancias reconocidas como el alcohol o las drogas, mencionó la exposición a plomo, moho, mercurio y ciertos anestésicos. Para apoyar la desintoxicación, sugirió beber más agua, consumir fibra, reducir el alcohol y sumar vegetales crucíferos como el repollo. “Las personas que utilizan más saunas tienen una menor incidencia de enfermedad de Alzheimer”, agregó.
6- Salud mental
En cuanto a la salud mental, en referencia a la letra M, el experto indicó que mantener una actitud equilibrada es tan importante como el cuidado físico. “Deja de creer cada cosa estúpida que piensas”, señaló.
7- Prevenir infecciones
También remarcó la necesidad de reforzar el sistema inmunológico (I) y prevenir infecciones como estrategia de protección cerebral. En ese sentido, destacó el papel de la vitamina D, tanto para el sistema inmune como para el cerebro.
8- El rol de los desequilibrios hormonales
Las neurohormonas fueron incluidas como otro eje a controlar, con la letra N. Amen recomendó realizar chequeos hormonales anuales, ya que los desequilibrios pueden afectar el funcionamiento del cerebro y aumentar el riesgo de deterioro.
9 y 10 – Diabetes y obesidad
A continuación introdujo con la letra D, el concepto de diabesidad, una combinación de obesidad y diabetes tipo 2 que representa una amenaza directa para la función cerebral.
“Al tener sobrepeso, automáticamente tienes 10 de los 11 factores de riesgo, porque el sobrepeso reduce el flujo sanguíneo, acelera el envejecimiento, aumenta la inflamación y cambia tus hormonas de manera negativa”, advirtió. Su consejo fue claro: “Ten cuidado de amar únicamente los alimentos que te aman”.
11- Dormir bien
Por último, con la letra S por sleep (dormir en inglés), el experto abordó la importancia del sueño. Según sus investigaciones, dormir bien es una de las herramientas más eficaces para proteger el cerebro. Un descanso adecuado mejora la memoria, la toma de decisiones, la energía diaria y la circulación.
Además, durante el sueño profundo el cerebro realiza procesos de limpieza que eliminan residuos acumulados. Amen describió ese mecanismo como un “lavado cerebral nocturno” esencial para mantener la mente en condiciones óptimas.
El enfoque integral que propone busca anticiparse al daño neuronal antes de que se vuelva irreversible. Para Amen, no se trata solo de vivir más, sino de vivir mejor. “El Alzheimer comienza en el cerebro décadas antes de que aparezcan los síntomas”, recordó.
“Por lo tanto, una mujer de 59 años a la que le diagnosticé Alzheimer probablemente presentó cambios negativos en su cerebro a los 20 años”. Su advertencia final apunta a la prevención temprana: “Nunca es demasiado pronto para pensar en proteger el cerebro y la mente”.
Qué dice la neuropsicología sobre la prevención del Alzheimer
La enfermedad de Alzheimer representa entre el 60 y el 70 % de los casos de demencia a nivel global. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, en 2021 más de 57 millones de personas vivían con algún tipo de demencia, y para 2050 se espera que esa cifra supere los 139 millones. En ese contexto, la doctora Lucía Crivelli, jefa del área de Neuropsicología en Adultos del Instituto Fleni e investigadora del CONICET, aportó una mirada centrada en la relación entre longevidad, estilo de vida y salud cerebral.
Durante una entrevista reciente con Infobae en Vivo, Crivelli explicó cómo el aumento de la esperanza de vida modificó la prevalencia de estas enfermedades. “La prevalencia se ha incrementado con el aumento de la expectativa de vida, la demencia es una enfermedad cuya prevalencia se vuelve exponencial a medida que uno envejece. Por ejemplo, entre los 50 y los 63 años, la prevalencia de la demencia no llega al 10 %. Pero después de los 80 años este número llega al 25 %”, indicó.
La especialista rechazó la idea de que la genética sea el factor más relevante en el desarrollo del Alzheimer. En cambio, subrayó el peso de los hábitos personales. “El Alzheimer tiene una carga genética mínima. Es mucho más riesgoso fumar o haber fumado que tener un padre o una madre con Alzheimer para tener Alzheimer”, dijo. En esa misma línea, destacó el rol de la actividad física, incluso cuando se inicia en etapas tardías de la vida.
“Hay una proteína que se deposita en el hipocampo, que es el área estratégica de la memoria, que si yo hago ejercicio físico durante la adultez, aunque no lo haya hecho durante toda mi vida y empiezo a los 60 años a hacer ejercicio físico tres veces por semana, 150 minutos en total, puedo cambiar la configuración de mi hipocampo”, explicó.
El concepto de neuroplasticidad, clave en la investigación contemporánea, también estuvo presente en sus declaraciones. Crivelli sostuvo que es posible mejorar la calidad de vida en la vejez y reducir el riesgo de enfermedades neurodegenerativas a través de la estimulación cognitiva, el ejercicio físico y la vida social activa.
Además, introdujo el concepto de superagers, personas mayores que mantienen niveles de memoria y rendimiento cognitivo comparables a los de adultos significativamente más jóvenes. “En general estas personas, lo que tienen son algunas conductas”, explicó, en referencia a prácticas saludables que podrían contribuir a ese perfil.
Para Crivelli, el entrenamiento mental también cumple un rol decisivo. Durante la entrevista, propuso ejercicios de lenguaje destinados a estimular la fluidez verbal, una función directamente relacionada con la inteligencia. Uno de los desafíos consistió en formar palabras nuevas combinando sílabas.
“Ejercitar la fluidez verbal, la lectura y el vocabulario impacta en la capacidad cognitiva. De hecho, una de las pruebas más utilizadas para medir inteligencia consiste en definir palabras de dificultad creciente, desde términos simples como ‘cama’ o ‘peine’ hasta conceptos más complejos como ‘ominoso’ o ‘panegírico’”, detalló.
Estas prácticas, según su visión, ayudan a desarrollar el pensamiento lateral, fortalecer la memoria y mantener activas distintas áreas cerebrales. Además, recomendó sostener una vida social activa, que permite ejercitar habilidades cognitivas en la interacción diaria.
Desafiar al cerebro con actividades nuevas, en su opinión, es una de las estrategias más eficaces para promover un envejecimiento saludable.
La prevención, entonces, no se limita a factores clínicos o genéticos, sino que involucra decisiones cotidianas. Comer bien, moverse, dormir, socializar y ejercitar la mente forman un circuito interdependiente que, sostenido en el tiempo, puede marcar la diferencia.
Tanto Amen como Crivelli coinciden en que el Alzheimer no es solo un problema del futuro, sino una condición que comienza a construirse en el presente. Entender esto a tiempo podría cambiar el curso de millones de vidas.