En los últimos años, la demanda de salud mental y bienestar emocional impulsó numerosos métodos que buscan aliviar el sufrimiento. En este contexto, la atención se desplazó cada vez más hacia propuestas que integran saberes de distintas tradiciones.
Entre las figuras más influyentes se destaca Mark Epstein, psiquiatra estadounidense que dedicó su carrera a tender puentes entre la psicoterapia occidental y la meditación budista. Su trabajo cuestiona la promesa de curas rápidas y propone un modo más honesto —y en cierto sentido liberador— de relacionarse con las experiencias internas.
El especialista se convirtió en referente de la integración entre las visiones occidentales y orientales sobre la mente. Durante una entrevista para el podcast The Ezra Klein Show, se destacó que Epstein fue de los primeros en explorar la convivencia entre psicoterapia y práctica contemplativa, avanzando en una época en la que ambas disciplinas solían caminar en paralelo.
Epstein se formó en Harvard, donde trabajó junto al cardiólogo Herbert Benson, pionero en medir científicamente los efectos de la meditación trascendental. Sin embargo, él reconoce que su convicción nació en retiros de silencio, experiencias personales en las que “la mente es capaz de mucho más que sus pensamientos habituales”.
Repensar los pensamientos y el ego
A lo largo de la conversación reciente con el reconocido periodista Ezra Klein, el especialista en meditación abordó cómo la meditación permite observar los vaivenes de la mente con mayor distancia. Fue así que citó a su maestro Joseph Goldstein: “El pensamiento es apenas un poco más que nada”, reflejando la idea budista de que los pensamientos no definen a las personas.
Sobre sus experiencias personales en retiros espirituales, explicó: “Eso es lo que precipita la meditación profunda: ver que gran parte de nuestra actividad mental busca protegernos o encontrar culpables”. Así, la meditación ofrece la posibilidad de ver los propios automatismos con claridad y cierta compasión.
Convergencias y diferencias entre psicoterapia y meditación
Uno de los aportes de Epstein es reconocer los puntos en común y los límites de ambos caminos. Valoró el legado de Sigmund Freud. “Freud fue un gran narrador y, en cierto modo, un meditador”, señaló. Además agregó: “El psicoanálisis introdujo la idea de que hay partes de nosotros que desconocemos y que emergen en sueños y fantasías”.
Sin embargo, Epstein advierte que ni la psicoterapia ni la meditación ofrecen soluciones definitivas. “Ninguno de los dos métodos funciona como panacea”, comentó. Mientras la terapia busca dar sentido al yo y a sus mecanismos de defensa, la meditación invita a soltar esas mismas defensas. A propósito, profundizó: “La libertad de la identidad es el objetivo espiritual, pero también necesitamos entendernos y tomarnos en serio”.
Cultura terapéutica, expectativas y límites
En las últimas décadas, la cultura terapéutica alcanzó proporciones inéditas. En The Ezra Klein Show ,el presentador subrayó que nunca tantas personas recurrieron a la terapia ni existieron tantos profesionales de la salud mental.
Por su parte, Mark Epstein reconoció el avance, pero alertó sobre la posibilidad de poner esperanzas desmedidas en la terapia o en la medicación. “La gente espera que la medicación o la terapia los libere de pensamientos o sentimientos que los atormentan, pero los tratamientos siguen siendo muy rudimentarios”, planteó.
El entrevistado también enfatizó que vivir plenamente conlleva dificultades: mantener una pareja, criar hijos, lidiar con padres, sostener un empleo, atravesar el día a día social y político, todo es difícil por naturaleza. En ese marco, destacó como un avance cultural que exista un espacio donde dos personas puedan reunirse “solo para hablar de lo que les sucede”.
A su vez, advirtió sobre el riesgo de “sobreidentificación” con diagnósticos de ansiedad o trauma, principalmente entre los jóvenes. “La sobrearticulación de la ansiedad es tan problemática como la represión. Cuando uno se identifica demasiado con cualquier aspecto de su experiencia, cae en la trampa del concepto de yo”, afirmó.
Un tema distintivo en la visión de Epstein es la dimensión relacional del sufrimiento. “El sufrimiento se agrava cuando no es sostenido relacionalmente”, subrayó. En su opinión, la sanación resulta tanto del trabajo interno como de la capacidad de compartir el dolor y ser sostenido por otros. Fue así que vinculó esto a la tradición budista y a la universalidad de la experiencia del sufrimiento.
El deseo y la ecuanimidad
El especialista defendió el deseo frente a aproximaciones budistas estrictas y explicó que, en realidad, el problema es el aferramiento o la ignorancia, no el deseo mismo. Recurrió a la imagen de la moneda en el puño cerrado frente a la de la palma abierta para ilustrar la diferencia entre aferrarse y aceptar: “No se trata de eliminar el deseo ni el sufrimiento, sino de crear un espacio alrededor de ellos, de modo que no nos dominen”.
También reconoció que las emociones difíciles seguirán surgiendo; la clave está en no identificarse por completo. “Siempre hay un momento en que la autoconciencia aparece, y ahí es donde tenemos una elección”, sostuvo. Comparó la ecuanimidad a mirar desde una cima, donde placer y dolor pueden soplar sin sacudidas.
¿Hay un cambio real con años de práctica?
Preguntado sobre si décadas de meditación y terapia provocaron transformaciones drásticas, Epstein fue honesto: “No hay mucha diferencia. Sigo molestándome por las mismas cosas, aunque quizá no durante tanto tiempo”.
El verdadero cambio, explicó, es una actitud de “ligereza y sentido del humor sobre uno mismo”, sumado a una menor identificación con la propia experiencia y una paz mental más estable. “El cambio quizá sea pequeño, pero existe”, concluyó sobre su perspectiva budista.
Al cierre del diálogo, el psiquiatra Epstein remarcó que la gran ganancia no se trata de lograr la perfección ni de eliminar el sufrimiento, sino de alcanzar más ligereza, humor y menos miedo ante la propia mente. La visión que combina tradición y modernidad, invita a repensar los caminos posibles hacia el bienestar.