Cada 27 de mayo se conmemora el Día Mundial de la Medicina de Urgencias y Emergencias, una jornada promovida por la European Society for Emergency Medicine (EUSEM) para visibilizar el trabajo que realizan médicos, enfermeros y técnicos en uno de los escenarios más exigentes de la salud: las situaciones límite.
En el ámbito del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), la atención de los requerimientos del servicio de emergencia extrahospitalarios es competencia de la autoridad responsable del Sistema de Atención Médica de Emergencia (SAME), para gestionar la atención de los pacientes en casos de urgencia-emergencia fuera de la clínica u hospital, brindando la respuesta más apta a la naturaleza de los auxilios.
Entre estos requerimientos, el SAME recibe las llamadas que solicitan servicios de atención prehospitalaria, despachan el auxilio al lugar de ocurrencia del evento, otorgan las instrucciones médicas básicas de pre-arribo, a quienes estén en contacto con el o los pacientes en emergencia, una vez despachado el auxilio y finalmente trasladan al paciente hasta un hospital en condiciones de brindarle atención médica adecuada.
Lejos del consultorio y fuera de los tiempos programados, estos equipos operan donde cada segundo puede ser decisivo. Su misión diaria consiste en intervenir de forma inmediata en enfermedades o lesiones imprevistas, organizar recursos en escenarios caóticos y tomar decisiones críticas para aumentar la supervivencia y reducir las secuelas.
Este campo de la medicina se consolidó primero como en Europa donde nació el primer programa de Medicina de Emergencias y se extendió rápidamente a América. Su razón de ser es simple y urgente: responder cuando lo inesperado irrumpe. El sistema de urgencias médicas, como estructura, involucra una red compleja de actores. Desde la logística del traslado hasta el equipamiento de primera respuesta, cada componente actúa como eslabón clave en una cadena que busca evitar muertes evitables.
El reconocimiento social de esta disciplina todavía arrastra rezagos. Por eso, el 27 de mayo se convierte en una oportunidad para subrayar que el conocimiento, la coordinación y la preparación marcan la diferencia.
“Siempre me gustó todo lo que implica pensar rápido y actuar cuando los tiempos corren”, contó a Infobae en una nota reciente Cecilia Ruiz, que desde 2022, integra la Unidad Médica de los Bomberos de la Ciudad de Buenos Aires, un grupo de profesionales de la salud que desafía el peligro para asistir a quienes arriesgan su vida combatiendo incendios, derrumbes y explosiones.
“Somos siete médicos, uno para cada día, y cuando hay imprevistos nos cubrimos entre nosotros”, afirmó la profesional y contó una anécdota que grafica la importancia de la respuesta urgente: “En el derrumbe de la calle Cramer, un obrero quedó atrapado bajo los escombros. Uno de los rescatistas del Grupo Especial de Rescate grita que veía una mano inmóvil…Me metí por un hueco angosto, le coloqué una vía y le pasé morfina para estabilizarlo. Cuando lo sacamos, salió como si nunca hubiera tenido un techo sobre su pierna”.
Esta fecha invita también a reflexionar sobre la necesidad de contar con sistemas sólidos, con infraestructura adecuada y acceso equitativo. Un servicio de urgencias eficiente mejora indicadores de salud pública, reduce la carga hospitalaria y optimiza el uso de recursos.
En los últimos años, la atención sobre estos equipos se volvió más visible, en parte por los desafíos que impuso la pandemia y en parte por el creciente reconocimiento de su función estructural en el sistema de salud. La medicina de emergencias no solo atiende lo agudo. También previene complicaciones, estabiliza al paciente para una derivación segura y aplica protocolos que han demostrado eficacia clínica. Cada intervención implica diagnóstico rápido, acciones terapéuticas inmediatas y la capacidad de resolver múltiples situaciones en un entorno cambiante.
La importancia de contar con desfibriladores en una emergencia
Un estudio reciente del Centro Médico de la Universidad de Ámsterdam reveló que cada minuto de demora en administrar la primera descarga de un desfibrilador reduce las probabilidades de supervivencia en casos de paro cardíaco extrahospitalario en un 6 por ciento.
Según Remy Stieglis, autor principal de la investigación, si la descarga se realiza en los primeros seis minutos, la fibrilación ventricular puede detenerse en el 93 por ciento de los casos. En cambio, cuando la primera intervención se retrasa más de 16 minutos, ese porcentaje cae al 75 por ciento.
Los hallazgos se basan en un estudio de reanimación en curso en la región de Países Bajos, que analizó los casos de 3723 personas que sufrieron paros cardíacos fuera del hospital en presencia de un testigo. El análisis destaca la importancia crítica de contar con desfibriladores disponibles en el lugar del evento, ya que su presencia puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
El desarrollo de equipamiento específico ha sido clave para que los equipos de urgencias puedan actuar con mayor precisión, velocidad y eficacia. Los avances no se limitan a los grandes hospitales. La tendencia es llevar dispositivos más inteligentes al entorno prehospitalario, donde la brecha entre la vida y la muerte se mide en minutos.
Cómo los dispositivos de emergencia transforman la atención
El vínculo entre medicina de urgencia y tecnología dio un salto cualitativo en la última década. El ejemplo más conocido es el desfibrilador externo automático (DEA), cuya presencia en espacios públicos se volvió cada vez más frecuente. Estos dispositivos, que permiten restablecer el ritmo cardíaco en casos de paro o arritmias graves, se convirtieron en una herramienta clave de intervención temprana.
“La nueva generación de DEA promete una reanimación más rápida, tardando menos de cinco segundos entre el encendido y la descarga”, aseguró Tomás Piqueras, CEO de CSH. Algunos modelos incluso guían al usuario paso a paso, con indicaciones sobre cómo aplicar la RCP y cuándo administrar una descarga.
Un caso reciente ejemplifica su utilidad: un hombre sufrió un infarto en una estación de subte y fue atendido por el Grupo Especial de Asistencia, que logró reanimarlo aplicando maniobras de RCP y utilizando un DEA. El paciente fue estabilizado y trasladado a un centro médico. Este tipo de intervenciones pone en evidencia cómo la combinación entre capacitación humana y tecnología adecuada puede evitar desenlaces fatales.
“La desfibrilación dentro de los primeros 3-5 minutos del colapso puede generar tasas de supervivencia del 50-70%, acercándose al 100% en niños”, precisó Piqueras.
Sin embargo, el equipamiento crítico no termina allí. En situaciones de urgencia también son fundamentales los ventiladores de transporte, que permiten asistir la respiración de pacientes en estado crítico durante el traslado.
Los monitores multiparamétricos, capaces de registrar en tiempo real variables como presión arterial, frecuencia cardíaca y saturación de oxígeno, se volvieron estándares de uso en ambulancias y áreas de shock room. Para los recién nacidos en estado grave, las incubadoras de traslado garantizan condiciones controladas y seguras durante el transporte entre unidades neonatales.
La evolución del equipamiento responde a una lógica de portabilidad, integración y conectividad. Los dispositivos actuales son más livianos, resistentes y multifuncionales. Un ejemplo concreto es el cardiodesfibrilador D60, diseñado para ambulancias.
Este aparato no solo cumple funciones de desfibrilador y DEA, sino que también incorpora monitor multiparamétrico y transductor de ultrasonido, todo en un solo equipo. Otro desarrollo destacado es el ventilador de transporte TV80, que permite combinar asistencia ventilatoria con monitoreo en una sola unidad. Esto reduce tiempos, facilita la operación y libera espacio físico en entornos reducidos.
Además de la miniaturización y la eficiencia energética, uno de los avances más significativos es la conectividad. “Muchos equipos actuales permiten la transmisión de datos en tiempo real a una central de monitoreo mediante conexiones inalámbricas”, explicó Piqueras. Esto permite que el equipo médico del hospital reciba parámetros críticos antes del arribo del paciente, lo que mejora la planificación del ingreso y anticipa intervenciones. En contextos masivos o desastres, esta capacidad de comunicación puede organizar los recursos con mayor eficiencia.
De cara al futuro, los expertos prevén una integración aún mayor entre los dispositivos de urgencia y los sistemas sanitarios digitales. La inteligencia artificial podría contribuir a un diagnóstico más preciso en etapas iniciales, especialmente en entornos con escaso personal especializado.
A su vez, la interoperabilidad entre tecnologías permitirá que los datos obtenidos en el lugar del incidente se incorporen automáticamente al historial clínico del paciente. La autonomía energética y la compatibilidad con plataformas móviles también forman parte de las prioridades de desarrollo.
Estas innovaciones no reemplazan el juicio clínico ni la experiencia de quienes operan el sistema. Pero permiten una respuesta más eficaz, especialmente en entornos hostiles o con escasos recursos. La clave es que los equipos estén al servicio de los profesionales, y no al revés. Como recordó Piqueras, “todos estos equipos tienen el objetivo de ponerse al servicio del personal de emergencias y urgencias para que puedan salvar vidas”.
En el Día Mundial de la Medicina de Urgencias y Emergencias, el foco se posa sobre una combinación que no puede fallar: compromiso humano y herramientas precisas. El trabajo de quienes sostienen este sistema es muchas veces invisible, pero sus resultados son evidentes. Un paciente que sobrevive a un infarto gracias a una maniobra adecuada y un equipo disponible no es una excepción, sino un ejemplo de lo que un sistema eficiente puede lograr.
Frente a las exigencias de la atención crítica, no hay margen para la improvisación. Lo que marca la diferencia no es solo la vocación, sino la preparación, la coordinación y el acceso a tecnología adecuada.
Reconocer el valor de esta medicina es también invertir en su fortalecimiento. Porque cada decisión rápida, cada intervención precisa y cada equipo en su lugar puede transformar una urgencia en una oportunidad de vivir.