La forma en que el cuerpo humano almacena grasa corporal no es aleatoria ni depende únicamente de los hábitos cotidianos. De acuerdo con la información compartida por Science Focus, la distribución de la grasa está determinada principalmente por el sexo, las hormonas y la genética, factores que no solo definen la silueta, sino que también influyen directamente en la salud y en riesgos de desarrollar enfermedades.
El sexo biológico representa uno de los factores más determinantes, según los especialistas; los hombres tienden a acumular grasa en el abdomen, mientras que las mujeres lo hacen principalmente en muslos, glúteos y caderas.
Adam Collins, profesor asociado de nutrición de la Universidad de Surrey, afirmó que esta diferencia responde a una función evolutiva: “Desde el punto de vista de la maternidad y la crianza, contar con reservas energéticas en estas áreas resulta muy útil debido al costo energético del embarazo y la lactancia”. Los estrógenos modulan la capacidad del organismo para almacenar grasa en determinadas zonas, desempeñando un papel central en este proceso.
En las mujeres premenopáusicas, los niveles elevados de estrógenos favorecen el almacenamiento de grasa lejos del abdomen y de los órganos vitales, lo que proporciona cierta protección frente a los efectos del sobrepeso, como la hipertensión y la diabetes.
Por el contrario, los hombres muestran mayor tendencia a estos problemas a edades más tempranas, debido a la localización de sus reservas grasas. Tras la menopausia, la reducción de estrógenos provoca que las mujeres adopten un patrón de acumulación de grasa más parecido al masculino, aumentando así el riesgo de complicaciones metabólicas.
Genética y distribución de la grasa corporal
La genética también ejerce una influencia significativa. Un estudio realizado con medio millón de personas en el Reino Unido concluyó que los efectos genéticos sobre la localización de la grasa resultan más pronunciados en mujeres que en hombres, de modo que la herencia puede determinar la tendencia a acumular grasa en el rostro, los brazos o las piernas.
El estilo de vida, el estrés y la calidad del sueño también se relacionaron con el aumento de grasa abdominal, aunque la evidencia no es concluyente. El profesor Fredrik Karpe, especialista en medicina metabólica de la Universidad de Oxford, señaló en Science Focus: “Es fácil culpar al cortisol de estos fenómenos y, clínicamente, las personas con un exceso de esta hormona presentan ese tipo de silueta. Pero probablemente intervienen otros mecanismos”.
En cuanto al sueño, algunas investigaciones sugieren que el descanso deficiente podría incrementar el volumen de grasa abdominal, aunque los datos no permiten establecer una relación definitiva.
Tipos de grasa con diferencias étnicas
Existen dos tipos principales de grasa en el cuerpo humano: la subcutánea y la visceral. La subcutánea se localiza bajo la piel y constituye una reserva energética saludable; es la que se percibe al presionar un brazo. La grasa visceral se sitúa en las profundidades del abdomen y rodea órganos internos como el estómago, el hígado y los intestinos.
Cuando el tipo visceral se acumula en exceso, aumenta considerablemente el riesgo de resistencia a la insulina, diabetes y alteraciones en el metabolismo de las grasas, lo que puede derivar en enfermedades cardíacas.
La predisposición a acumular grasa visceral varía según el origen étnico. Collins destacó en el informe que las personas de origen surasiático suelen tener menor grasa subcutánea y mayor tendencia a almacenar grasa visceral en comparación con individuos de ascendencia caucásica. Esta diferencia incrementa el riesgo de diabetes a edades tempranas en ciertos grupos.
Control sobre la grasa corporal y límites genéticos
Pese a que la distribución grasa depende en gran medida de características biológicas y hereditarias, es posible ejercer cierto control a través de los hábitos de vida y la reducción del peso corporal total. Disminuir el porcentaje de grasa mediante dieta y ejercicio conduce a una merma en la grasa visceral y, con ello, a una mejora del estado metabólico general.
Collins explicó que el ejercicio produce un efecto metabólico positivo, logrando mejoras notorias con pérdidas de peso relativamente modestas, ya que se reduce la grasa acumulada en órganos como el hígado.
Por su parte, el profesor Fredrik Karpe indicó que en los hombres la pérdida de peso suele reflejarse principalmente en la zona abdominal, aunque advierte que las personas de origen surasiático requieren atención especial.
Los especialistas consultados por Science Focus advirtieron que el control individual sobre la distribución de la grasa está limitado por la genética. Factores hereditarios, como la sensación de saciedad que regula el cerebro, influyen en la cantidad de alimento que se consume y, en consecuencia, en el peso corporal.