La salud intestinal influye en la inmunidad, el estado de ánimo y la prevención de enfermedades crónicas, según estudios recientes (Imagen Ilustrativa Infobae)

La salud intestinal es mucho más que buena digestión: investigaciones recientes muestran que su equilibrio impacta directamente en el estado de ánimo, la inmunidad y la prevención de enfermedades crónicas. Lejos de depender de suplementos o dietas extremas, la evidencia científica respalda que tres hábitos cotidianos y naturales pueden fortalecer el intestino y transformar el bienestar.

Nuevas evidencias científicas vinculan la gestión emocional y una alimentación variada con el equilibrio de la microbiota y la prevención de trastornos digestivos. La salud intestinal ha adquirido relevancia médica y social, no solo por su función en la digestión, sino también por su influencia en la inmunidad, el estado de ánimo y la inflamación sistémica.

Frente a la alta prevalencia de trastornos gastrointestinales, la gastroenteróloga Leybelis Padilla citada por Newsweek, destacan tres hábitos fundamentales para fortalecer el intestino y prevenir enfermedades digestivas. Estas indicaciones ofrecen alternativas accesibles para quienes buscan mejorar su bienestar general sin recurrir a suplementos costosos ni cambios drásticos en la dieta.

Un abordaje integral que incluya dieta, manejo emocional y actividad física es clave para prevenir enfermedades digestivas y sistémicas (Imagen Ilustrativa Infobae)

El intestino cumple funciones que exceden la simple digestión de los alimentos. Según Newsweek, su buen funcionamiento regula la inmunidad, el equilibrio energético y el estado de ánimo, además de impactar en la inflamación a nivel sistémico.

De acuerdo con la American Gastroenterological Association, y a modo de ejemplo, entre 60 y 70 millones de estadounidenses sufren afecciones gastrointestinales, muchas veces sin diagnóstico, lo que marca la magnitud del problema. Conservar la salud intestinal requiere un abordaje integral, considerando mente, cuerpo y espíritu.

Por su parte, National Institutes of Health (NIH) advierte que el estrés, tanto agudo como crónico, puede alterar la comunicación entre el cerebro y el intestino, con la posibilidad de desencadenar o agravar patologías como el síndrome de intestino irritable o enfermedades inflamatorias intestinales.

Cuáles son los 3 hábitos avalados por la ciencia

La dieta rica en fibra, con al menos 25 gramos diarios o cinco tipos de plantas, fortalece la microbiota intestinal y previene infecciones (Imagen Ilustrativa Infobae)

  1. Ingerir suficiente fibra diaria a través de una dieta variada en legumbres, frutas, verduras, cereales integrales y frutos secos.
  2. Gestionar el estrés mediante técnicas como la meditación, la respiración profunda o la relajación consciente.
  3. Realizar actividad física regular, priorizando el movimiento diario para favorecer la función digestiva y el bienestar general.

Uno de los pilares fundamentales para el cuidado intestinal, el aumento del consumo de fibra ocupa el primer lugar. La recomendación es alcanzar como mínimo 25 gramos diarios o incluir cinco tipos diferentes de plantas en la dieta cotidiana.

La fibra, presente en legumbres, verduras, frutas, cereales integrales, frutos secos y semillas, favorece el desarrollo de microorganismos benéficos y ayuda a combatir infecciones. Sin embargo, la Grain Foods Foundation señala que casi uno de cada cinco estadounidenses desconoce la importancia de los cereales en la dieta diaria.

La gestión del estrés, mediante meditación y ejercicios de respiración, protege la comunicación entre el cerebro y el intestino (Imagen Ilustrativa Infobae)

La gestión del estrés constituye la segunda recomendación clave. De acuerdo con la American Psychological Association, la mayoría de los estadounidenses percibe un incremento del estrés en los últimos cinco años y aproximadamente el 75% experimenta síntomas físicos o emocionales relacionados.

Newsweek destaca que el estrés puede interrumpir la comunicación intestino-cerebro, disparando problemas como el síndrome de intestino irritable, úlceras o reacciones adversas a alimentos. Gestionar el estrés mediante herramientas como la meditación o ejercicios de respiración puede activar ramas clave del sistema nervioso autónomo. La meditación, en particular, ha demostrado beneficios al activar el sistema parasimpático, reduciendo así señales de estrés y síntomas gastrointestinales como el intestino permeable o el síndrome de intestino irritable.

Investigaciones publicadas en BMJ Journals profundizan en el efecto de la meditación a largo plazo. Un estudio con monjes budistas tibetanos demostró que la práctica prolongada modifica la composición de la microbiota intestinal, enriqueciendo bacterias relacionadas con menor riesgo de ansiedad, depresión y enfermedades cardiovasculares, así como con una mejor función inmunitaria.

Un abordaje integral que incluya dieta, manejo emocional y actividad física es clave para prevenir enfermedades digestivas y sistémicas (Imagen Ilustrativa Infobae)

Además, los especialistas sugieren ejercicios sencillos de respiración, como inhalar y exhalar durante seis segundos cada vez, para mejorar la variabilidad de la frecuencia cardíaca y favorecer la resiliencia intestinal. NIH respalda que el estrés afecta la motilidad, la secreción y la permeabilidad intestinal, y que intervenciones como la meditación o el uso de probióticos pueden reducir estos efectos negativos.

El tercer hábito fundamental es la práctica regular de ejercicio físico. Según Newsweek, la actividad física favorece tanto la salud mental como digestiva, mientras que el sedentarismo se asocia con problemas como el estreñimiento, las hemorroides o el aumento de peso.

Los expertos subrayan que el hígado, frecuentemente excluido de la conversación sobre intestino, es crucial en el sistema digestivo. Limitar el consumo de alcohol y realizar actividad física de intensidad moderada son medidas esenciales para proteger el hígado y, en consecuencia, la salud digestiva.

El ejercicio no solo mejora la motilidad y reduce la inflamación, sino que promueve cambios positivos en la microbiota, potenciando su diversidad. Además, la actividad física afecta el eje intestino-cerebro al disminuir el estrés y mejorar el estado de ánimo, consolidando su papel en la prevención de enfermedades digestivas y sistémicas.