
Mientras sigue la polémica en Estados Unidos sobre la recomendación o no de vacunar a los niños contra la enfermedad Covid-19, un nuevo estudio científico presentado por los los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de ese país validó la inyección y la protección que esta trae sobre todo en menores de edad.
Es que hoy en día las recomendaciones oficiales sobre vacunación pediátrica contra el Covid-19 atraviesan un período de fuertes cambios en Estados Unidos, mientras nuevos estudios muestran que las dosis actualizadas para la temporada 2024-2025 ofrecen una protección significativa para niños y adolescentes.
El debate no se agota en la eficacia de las vacunas. También involucra decisiones políticas, redefiniciones regulatorias, dudas amplificadas por autoridades que contradicen de manera pública la evidencia científica y las posibles consecuencias de estas decisiones en la salud pública.

El reciente estudio de los CDC aporta datos frescos y contundentes sobre el efecto de la vacunación en la población pediátrica. El estudio, realizado entre agosto de 2024 y septiembre de 2025, analizó los resultados de casi 98.000 niños que dieron positivo por Covid-19 y que fueron atendidos en departamentos de emergencias y centros de urgencias en nueve estados.
Ese análisis concluyó que la vacunación 2024-2025 redujo de manera sustancial la probabilidad de que niños y adolescentes necesitaran atención sanitaria de emergencia. Sin embargo, la publicación de estos datos coincide con un contexto en el que las políticas oficiales sufren modificaciones que generan incertidumbre entre especialistas y sociedades médicas.
Para comprender este escenario, conviene repasar qué demostró la investigación, cómo cambió el funcionamiento de los organismos asesores y por qué algunos expertos advierten que las decisiones recientes pueden afectar la cobertura y la percepción pública de las vacunas pediátricas.
Qué mostró el nuevo análisis de los CDC

El informe federal sobre la eficacia de las vacunas pediátricas se basó en datos provenientes de la red VISION, un sistema multisitio que integra información de 250 departamentos de emergencias y centros de atención de urgencias en nueve estados. Todos los casos analizados correspondieron a niños inmunocompetentes que dieron positivo por Covid-19 al momento de requerir atención.
Los resultados permiten sacar conclusiones precisas. Entre los niños de entre 9 meses y 4 años, la vacuna actualizada para la temporada 2024-2025 mostró una eficacia del 76% para prevenir contagios relacionados con Covid-19 en emergencias durante los primeros 7 a 179 días posteriores a la aplicación. Entre los niños y adolescentes de 5 a 17 años, la eficacia fue del 56% en el mismo período.
Uno de los aspectos centrales del informe es que la protección adicional se observó incluso en una población con niveles previos de inmunidad. Muchos niños tenían antecedentes de infección, de vacunación previa o de ambas. Aun así, la actualización 2024-2025 volvió a reducir el riesgo de necesitar atención de urgencia.
Los investigadores remarcaron este punto: la dosis anual no solo mantiene el nivel de protección sino que suma un beneficio concreto y medible, aun cuando parte de la población pediátrica ya cuente con cierta inmunidad. Esta conclusión adquiere relevancia en un contexto donde muchos padres creen que la exposición previa al virus elimina la necesidad de nuevas dosis.
También es importante observar lo que el informe no pudo medir. Aunque los CDC analizaron datos sobre hospitalizaciones, la información disponible fue insuficiente para evaluar con precisión la protección para evitar internaciones en la temporada 2024-2025. La cobertura global fue baja: solo el 13% de los niños recibió la vacuna actualizada, lo que limita el tamaño de muestra para estudios más profundos.
A pesar de estas limitaciones, los especialistas coinciden en que los resultados complementan lo que ya se sabía a partir de temporadas previas y estudios internacionales: la vacunación pediátrica disminuye los episodios graves y las consultas de urgencia, incluso en un escenario de variantes predominantes menos letales que las observadas en el pico pandémico.

El contexto epidemiológico: miles de hospitalizaciones pediátricas cada año
El informe también retoma un dato clave: entre septiembre de 2023 y agosto de 2024, se registraron 38.000 hospitalizaciones por Covid-19 en niños y adolescentes en Estados Unidos. Esto equivale a una tasa promedio de 53 hospitalizaciones por cada 100.000 menores, con diferencias marcadas entre grupos etarios.
Los bebés menores de seis meses, que todavía no pueden recibir la vacuna, fueron el grupo con la mayor tasa: 600 hospitalizaciones por cada 100.000.
Entre los niños y adolescentes de entre 5 y 17 años, la cifra bajó a 21 por cada 100.000, pero sigue representando un impacto considerable para un sistema de salud que se enfrenta cada año a una combinación de virus respiratorios estacionales.

Los CDC sostienen que estos datos deben ponerse en contexto: aunque las tasas de hospitalización descendieron respecto de los primeros dos años de pandemia, los niños continúan siendo vulnerables a cuadros graves, especialmente aquellos con afecciones previas o menores de un año.
Por eso, en junio de 2024 el Comité Asesor sobre Prácticas de Inmunización (ACIP) recomendó oficialmente que todas las personas mayores de 6 meses recibieran la vacuna 2024-2025, dirigida a los sublinajes de Ómicron JN.1, entonces predominantes.
La recomendación se apoyaba en un principio epidemiológico básico: cuanto mayor es el nivel de inmunidad poblacional y más actualizada está la protección, menor es la probabilidad de que los virus respiratorios generen brotes de magnitud o saturen los servicios de salud.
Un giro en la estructura que define las recomendaciones
Sin embargo, el panorama se volvió más complejo debido a un cambio estructural en el propio ACIP, el grupo de expertos independientes que orienta las políticas de vacunación de los CDC. En 2024, todos los integrantes del comité fueron removidos y reemplazados con miembros seleccionados directamente por el Secretario de Salud y Servicios Humanos, Robert F. Kennedy Jr.
Esa decisión generó preocupación entre exfuncionarios de salud pública y entre sectores científicos. El ACIP había sido históricamente un panel técnico independiente, con especialistas en vacunología, epidemiología, pediatría y salud pública. Su función era revisar de manera sistemática la evidencia y formular recomendaciones basadas en criterios técnicos.
La nueva conformación y su vínculo directo con la conducción del Departamento de Salud despertaron dudas sobre la autonomía científica del comité. Y esas dudas se intensificaron cuando, semanas después, las recomendaciones sobre vacunación pediátrica contra Covid-19 se modificaron: en lugar de una recomendación universal, se pasó a un esquema de “toma de decisiones clínicas compartidas” entre familias y proveedores de salud.

El concepto implica que la decisión final quedará en manos del pediatra y de cada familia, sin una recomendación general para toda la población de 6 meses a 17 años. Aunque esta modalidad no elimina la disponibilidad de la vacuna, sí cambia el tono del mensaje y puede afectar la percepción de necesidad entre los padres.
Los investigadores de los CDC reconocieron esa posible consecuencia: aún no está claro cómo podría impactar este giro en la cobertura ni en la aceptación general de la vacuna. Por eso subrayan la importancia de continuar monitoreando la eficacia a lo largo de la temporada.

Distintos expertos recordaron que no existe evidencia científica que indique que las vacunas sean más peligrosas que el propio virus para la población pediátrica. “No hay evidencia de que la vacuna sea más peligrosa para un niño que el virus”, afirmó el doctor Amesh Adalja, especialista en enfermedades infecciosas de Johns Hopkins.
Según Adalja, los datos más recientes vuelven a demostrar que la vacunación “tiene valor para la persona que se vacuna” y que contribuye a evitar interrupciones familiares y tratamientos de urgencia.
En paralelo, la Organización Mundial de la Salud volvió a desmentir la afirmación de que las vacunas causen autismo, luego de que Kennedy afirmara haber ordenado actualizar el sitio web de los CDC para plantar esa duda. El consenso científico internacional sobre ese punto es claro desde hace décadas.

La baja cobertura, un desafío adicional
Uno de los aspectos más llamativos del informe es la baja proporción de niños que recibieron la dosis actualizada: apenas uno de cada ocho. Esta cobertura reducida dificulta la protección comunitaria y limita la cantidad de datos disponibles para estudios de efectividad en hospitalizaciones o cuadros severos.
Los expertos advierten que esta baja cobertura puede responder a múltiples factores: fatiga social tras la pandemia, la percepción de que la enfermedad es leve en la infancia, cambios en las recomendaciones oficiales, mensajes contradictorios desde el ámbito político y desinformación persistente.
Lo que sí está claro es que menos vacunación implica mayor exposición al riesgo, especialmente en menores con enfermedades previas o en edades más vulnerables.

La conclusión que surge del informe es directa: la vacunación 2024-2025 proporcionó una protección adicional significativa contra visitas a emergencias relacionadas con Covid-19 en niños y adolescentes, incluso en un escenario donde muchos ya tenían algún grado de inmunidad.
Para la salud pública, esto confirma un patrón observado durante toda la pandemia: las vacunas reducen la carga sobre el sistema sanitario, disminuyen la gravedad de los cuadros y previenen interrupciones familiares y educativas. Cuantos más niños estén vacunados, menor será la presión sobre guardias hospitalarias durante la temporada de virus respiratorios.
Pero el informe también revela un escenario más complejo. La modificación de las recomendaciones, la intervención política en órganos técnicos y las afirmaciones sin sustento desde ámbitos oficiales pueden tener efectos duraderos en la confianza pública. Y la confianza es un insumo central para cualquier estrategia sanitaria.

Los investigadores y pediatras coinciden en que la vigilancia continua será clave para medir cómo impactan estos cambios en la cobertura y en la circulación del virus durante los próximos meses. También resaltan que, en ausencia de una recomendación universal, el rol de los proveedores de salud y de las sociedades médicas será aún más importante para orientar a las familias.
La nueva evidencia de los CDC demuestra que la vacuna 2024-2025 funciona, reduce el riesgo de visitas a emergencias y aporta un beneficio concreto para la salud de los niños. Al mismo tiempo, la política sanitaria estadounidense atraviesa un período de modificaciones que pueden influir en la percepción pública y en la respuesta del sistema de salud.
En un clima donde decisiones políticas y discursos controvertidos generan ruido, el nuevo informe reafirma un principio básico de salud pública: una vacuna eficaz sigue siendo una herramienta decisiva para reducir complicaciones, proteger a los más vulnerables y evitar que un virus respiratorio vuelva a desbordar los servicios de urgencia.