La mortalidad cardiovascular cae a mínimos históricos en países desarrollados gracias a avances médicos y tecnológicos (Imagen Ilustrativa Infobae)

La mortalidad por enfermedades cardiovasculares ha disminuido de manera significativa en las últimas décadas, transformando el panorama de la salud pública mundial. Aunque estas afecciones siguen siendo la principal causa de muerte a nivel global, los avances médicos, tecnológicos y en políticas de prevención han reducido notablemente el riesgo de fallecimiento por infartos y accidentes cerebrovasculares, especialmente en países desarrollados.

Según datos de Our World in Data, el riesgo anual de morir por enfermedades cardiovasculares en Estados Unidos es actualmente solo una cuarta parte del que existía en 1950, lo que ha contribuido al aumento de la esperanza de vida y a la mejora de la calidad de vida de millones de personas.

El contraste entre el pasado y el presente se observa en casos históricos como el del presidente Franklin D. Roosevelt. En 1945, Roosevelt, con 63 años, sufrió una hemorragia cerebral masiva causada por hipertensión arterial no controlada y una enfermedad cardíaca que los médicos de la época no podían tratar. En ese entonces, no se realizaban pruebas rutinarias de presión arterial y las herramientas diagnósticas eran muy limitadas: no existían tomografías computarizadas, resonancias magnéticas ni ecocardiografías. Los tratamientos farmacológicos y quirúrgicos eficaces para estas patologías no estaban disponibles. Hoy, una combinación de medicamentos podría haber controlado la presión arterial de Roosevelt en pocas semanas, lo que ilustra el avance en la atención médica cardiovascular, según detalló la misma fuente.

Descenso global de la mortalidad cardiovascular

La evolución de las tasas de mortalidad por enfermedades cardiovasculares ha sido especialmente marcada en Estados Unidos, donde la tasa estandarizada por edad ha descendido de más de 500 muertes por cada 100.000 habitantes en la década de 1950 a menos de 150 en la actualidad, de acuerdo con Our World in Data. Esta tendencia también se ha registrado en países como Australia, Francia, Canadá, Alemania y Brasil, donde se han observado descensos notables. La reducción de muertes prematuras por infartos y accidentes cerebrovasculares se traduce en vidas más largas y saludables, y en un aumento general de la esperanza de vida a nivel mundial.

Detrás de este progreso se encuentra una combinación de factores. La investigación biomédica ha impulsado el desarrollo de medicamentos que permiten controlar los principales factores de riesgo. Las estatinas, utilizadas ampliamente desde la década de 1980, han ayudado a millones de personas a reducir el colesterol LDL y estabilizar la placa arterial. Medicamentos más recientes, como los inhibidores de PCSK9, ofrecen alternativas para quienes no responden a las estatinas. Los tratamientos para la hipertensión, como los betabloqueantes, inhibidores de la ECA, ARA II y diuréticos, han permitido mantener la presión arterial bajo control, disminuyendo el riesgo de accidentes cerebrovasculares y ataques cardíacos. Además, los fármacos trombolíticos han mejorado la supervivencia tras eventos agudos al disolver coágulos y restablecer el flujo sanguíneo rápidamente.

Innovaciones tecnológicas y quirúrgicas

El avance tecnológico ha sido determinante. Hace poco más de un siglo, el corazón se consideraba un órgano intocable por el alto riesgo de hemorragias e infecciones. La introducción de la ventilación con presión positiva y la máquina de circulación extracorpórea permitió realizar cirugías cardíacas complejas. A finales de la década de 1950, se implantó el primer marcapasos y en los años ochenta, los desfibriladores implantables comenzaron a prevenir la muerte súbita en pacientes de alto riesgo. La ecocardiografía, las tomografías computarizadas y las resonancias magnéticas han revolucionado el diagnóstico, al permitir visualizar el corazón y los vasos sanguíneos sin necesidad de cirugía.

El tratamiento de las arterias obstruidas también ha evolucionado. En 1974, la angioplastia permitió abrir arterias bloqueadas mediante un balón, y poco después se introdujeron los stents, que mantienen las arterias abiertas. La cirugía de bypass, rutinaria desde finales de los años sesenta, ofrece una solución cuando los stents no son suficientes. El reemplazo de válvulas cardíacas, primero con dispositivos mecánicos y más tarde mediante técnicas transcatéter, ha ampliado las opciones para pacientes con daño valvular. El primer trasplante de corazón humano exitoso se realizó en 1967, y la cirugía robótica, iniciada en 1985, ha incrementado la precisión y reducido la invasividad de los procedimientos.

Innovaciones quirúrgicas y diagnósticas han transformado el tratamiento de enfermedades cardíacas en las últimas décadas (Imagen ilustrativa Infobae)

Atención de emergencias y campañas públicas

La atención de emergencias ha sido otro pilar fundamental en la reducción de la mortalidad. La creación de líneas telefónicas de emergencia, como por ejemplo el 999 en Londres y el 911 en Estados Unidos, facilitó la rápida intervención ante eventos cardiovasculares agudos. El desarrollo del desfibrilador externo y su versión automática permitió que tanto profesionales como ciudadanos pudieran actuar en los primeros minutos críticos. La reanimación cardiopulmonar (RCP), introducida a finales de los años cincuenta, se convirtió en una herramienta esencial para mantener el flujo sanguíneo y de oxígeno hasta la llegada de ayuda especializada. Campañas de concienciación pública, lideradas por organizaciones como la Asociación Americana del Corazón, han enseñado a la población a reconocer los síntomas de infarto y accidente cerebrovascular, promoviendo la búsqueda inmediata de atención médica.

Las campañas de prevención y los cambios en los factores de riesgo han contribuido a la disminución de muertes cardiovasculares (Imagen ilustrativa Infobae).

Cambios en factores de riesgo y políticas de salud pública

Los cambios en los factores de riesgo y las políticas de salud pública han sido igualmente decisivos. Aunque la obesidad ha aumentado de forma constante, otros factores como el tabaquismo, el colesterol alto y la hipertensión arterial han mostrado mejoras notables. En la década de 1960, cerca del 40% de los adultos estadounidenses fumaban; hoy, la cifra es inferior al 15%. Las campañas de control del tabaco, la promoción de dietas más saludables y la detección temprana de colesterol han contribuido a este descenso. Como se mencionó, el uso extendido de estatinas y la mejora en el control de la presión arterial han reducido la incidencia de complicaciones graves. Además, la vacunación contra infecciones como la gripe y la enfermedad neumocócica ha ayudado a prevenir desencadenantes de eventos cardiovasculares.

A pesar de los avances, las enfermedades cardíacas siguen siendo la principal causa de muerte a nivel mundial (Imagen Ilustrativa Infobae)

A pesar de estos logros, persisten desafíos importantes. Las enfermedades cardíacas continúan siendo la principal causa de muerte en el mundo, con cerca de 20 millones de fallecimientos anuales. Factores como la obesidad y la diabetes han aumentado en muchos países, lo que podría frenar o incluso revertir el progreso alcanzado. No obstante, las innovaciones recientes abren nuevas posibilidades: las reconstrucciones cardíacas en 3D permiten planificar cirugías con mayor precisión, las técnicas avanzadas de reemplazo valvular reducen la necesidad de intervenciones invasivas y los nuevos medicamentos para la pérdida de peso ofrecen esperanza para combatir la obesidad a gran escala.

Como subraya Our World in Data, la disminución de la mortalidad cardiovascular demuestra el impacto que la ciencia, las políticas públicas y los cambios en los hábitos cotidianos pueden tener en la salud global.