La dra. Lucía Crivelli, neuropsicóloga (MN 33.849), columnista de Infobae en Vivo, ofreció hoy una visión renovada sobre la felicidad y destacó el rol fundamental de los neurotransmisores, la importancia del propósito vital y cómo pequeñas acciones cotidianas pueden impactar significativamente en el bienestar. “La expectativa genera felicidad por sí misma y esperar algo positivo a veces nos hace más felices que el hecho en sí”.

Estas declaraciones fueron realizadas en diálogo con Infobae en Vivo, durante el programa de la mañana, que contó con la conducción de Gonzalo Sánchez, Ramón Indart, Cecilia Boufflet y María Eugenia Duffard. En ese espacio, Crivelli profundizó en los aspectos biológicos de la felicidad y derribó algunos mitos, al tiempo que aportó herramientas concretas para que las personas puedan “cultivar” la felicidad día tras día y resignificar la búsqueda del sentido personal.

A lo largo de la entrevista, Crivelli explicó que la felicidad ha sido objeto de estudio desde la Antigüedad, pero que, como resultado del avance científico, hoy se entiende desde un enfoque multidisciplinario. “La felicidad se estudió desde los griegos hasta hoy. La idea es verla desde la biología y las neurociencias, especialmente entender qué podemos hacer objetivamente para modificar esos neurotransmisores que modulan la felicidad”, sostuvo. Habló sobre las principales moléculas responsables del bienestar al identificar la dopamina, la serotonina, la oxitocina y las endorfinas como actores clave en nuestro estado de ánimo.

“La dopamina se activa cuando sentimos gratificación, por ejemplo al disfrutar un chocolate, pero también cuando logramos una meta que nos habíamos propuesto”, recalcó. “No es negativa en sí misma, a pesar de la mala prensa relacionada con las redes sociales y la búsqueda constante de este tipo de recompensas instantáneas”, destacó.

La dopamina, la serotonina, la oxitocina y las endorfinas son claves en el estado de ánimo, según Crivelli

Al referirse a la serotonina, Crivelli la definió como el neurotransmisor del “bienestar y la calma”. Explicó que su producción puede potenciarse naturalmente a través de alimentos ricos en triptófano, como el chocolate, y mediante la exposición a la luz solar. “Está estudiado que estar al sol temprano en la mañana, entre quince y treinta minutos, estabiliza el estado de ánimo y aumenta el bienestar”, detalló. Recomendó también evitar luces artificiales intensas por la noche, especialmente la luz azul de las pantallas, ya que “conspira contra la felicidad por afectar la producción de melatonina, que es crucial para un buen sueño”.

Otro aspecto central que abordó fue la relación entre los vínculos afectivos y la oxitocina, conocida como la “hormona del amor”. “Abrazar a alguien, amamantar o incluso tener contacto visual y físico con mascotas aumenta notablemente los niveles de oxitocina. Por ejemplo, abrazar un perro incrementa hasta un 300% los niveles en los humanos, mientras que acariciar un gato lo aumenta un 130%”, precisó. Sostuvo que el contacto con mamíferos, en general, favorece la liberación de esta hormona, generando vínculos y placer similares a los experimentados al compartir afecto con los hijos.

Uno de los interrogantes que plantearon los conductores fue si la felicidad se puede entrenar en la vida diaria. Al respecto, la especialista fue clara: “Más que entrenar la felicidad, se pueden implementar hábitos y pequeños hacks que favorecen su aparición. Comer chocolate, recibir luz solar, tener mascotas, abrazar a seres queridos y realizar ejercicio físico son actividades que activan diferentes sistemas de recompensa y placer a nivel neurobiológico”.

La doctora Lucía Crivelli analiza el papel de los neurotransmisores en la búsqueda de la felicidad (Imagen Ilustrativa Infobae)

En diálogo con Infobae en Vivo, en el programa de la mañana, la columnista hizo una distinción fundamental entre dos tipos de felicidad: la hedónica y la eudaimónica. La primera, asociada al placer cotidiano, está relacionada con los pequeños gustos y el bienestar del aquí y ahora. La segunda, en cambio, se basa en encontrar un propósito y sentido profundo a la vida. “La felicidad eudaimónica —el término es aristotélico— implica descubrir un propósito vital. No hace falta grandes hazañas; alcanzar sentido puede darse en lo cotidiano, al resolver problemas a otros o disfrutar de un oficio”, puntualizó, y enumeró cómo factores vocacionales y el compromiso con una causa otorgan una “gran recompensa” existencial, diferenciándose del mero goce instantáneo.

En la charla se destacó la influencia del pensamiento optimista y la expectativa positiva como motores, incluso en condiciones adversas. Crivelli citó el célebre ejemplo del neurólogo Víctor Frankl en los campos de concentración nazis, al señalar que la esperanza y la motivación por alcanzar un objetivo eran predictores de supervivencia y bienestar, más allá de la constitución física. “La expectativa de que pase algo bueno puede ser más satisfactoria que el hecho mismo. Este efecto paradójico está cada vez más estudiado en la psicología y las neurociencias”, enfatizó.

Al analizar cómo se sostienen y reconfiguran los “caminos” cerebrales de la felicidad, la experta aclaró que la capacidad de cambio del cerebro —la neuroplasticidad— permite aprender y reforzar hábitos saludables y pensamientos positivos, pero aclaró que “no se trata sólo de voluntarismo; hace falta que existan condiciones ambientales adecuadas, vínculos y entorno de apoyo”.

No eludió la cuestión del dinero y la satisfacción personal: “El psicólogo Daniel Kahneman lo estudió empíricamente y halló que existe un umbral económico necesario para cubrir no solo las necesidades básicas, sino también las culturales y sociales. Superado ese parámetro, mayores ingresos ya no incrementan el bienestar subjetivo», precisó.

El contacto con mascotas y los vínculos afectivos aumentan los niveles de oxitocina, la llamada “hormona del amor” (Imagen Ilustrativa Infobae)

La columna también indagó en la “curva de la felicidad” que describe cómo varía el bienestar a lo largo de la vida. “El pico de felicidad suele darse entre los 25 y 35 años, una etapa en la que las personas sienten que todo está por delante: estudian, se enamoran y crecen. El periodo entre los 35 y 50 años, en cambio, está marcado por el estrés y las comparaciones. Más allá de los 50, la curva asciende nuevamente: hay más tiempo, más aceptación, más gratitud”, relató. Agregó, que quienes no tienen hijos en la mediana edad muestran, según algunas investigaciones, mayores niveles de felicidad, “porque disponen de más tiempo para realizar actividades que generan placer y bienestar, como el ejercicio, la vida al aire libre o los viajes”.

Asimismo, exploró las transformaciones que conlleva el envejecimiento: “A medida que uno envejece, aumenta la tendencia a experimentar más oxitocina a través de actos de generosidad y altruismo. Dar genera mayor placer que recibir, algo que se intensifica en la adultez mayor”.

Durante la conversación, los otros columnistas aportaron experiencias personales y consultaron sobre maneras prácticas de incorporar estos hábitos. Crivelli reforzó la importancia de buscar equilibrio entre los factores hedónicos y eudaimónicos, poner en valor el proceso más que el resultado y no estancarse en la comparación con los demás. “La felicidad tiene varias partes: disfrute, satisfacción y propósito. La satisfacción es un blanco móvil, siempre corriéndonos el arco. Pero es esa dinámica la que da energía a la vida”, puntualizó.

Frente a la inquietud sobre si este “arco móvil” podía resultar más estresante que placentero, Crivelli afirmó que los mecanismos biológicos subyacentes a los neurotransmisores de la felicidad provocan exactamente el efecto opuesto: reducen los niveles de cortisol, hormona del estrés. “La oxitocina baja el cortisol y ese círculo virtuoso es fundamental para el bienestar”, subrayó.

La práctica del ejercicio y las acciones altruistas robustecen los sistemas de recompensa cerebral (Imagen Ilustrativa Infobae)

Por último, enfatizó que el disfrute del presente no anula el deseo de buscar nuevos horizontes ni la importancia de disfrutar el proceso. “Las expectativas y los proyectos son parte del presente. Disfrutar lo que ya se alcanzó y a la vez tener nuevos anhelos son procesos complementarios”, destacó, al tiempo que advirtió que “no se trata solo de satisfacer placeres materiales, sino de perseguir propósitos vitales”.

La columna completa a Lucía Crivelli

Infobae en Vivo te acompaña cada día en YouTube con entrevistas, análisis y la información más destacada, en un formato cercano y dinámico.

• De 9 a 12: Gonzalo Sánchez, Carolina Amoroso, Ramón Indart y Cecilia Boufflet.

• De 18 a 21: Jesica Bossi, Diego Iglesias, María Eugenia Duffard y Federico Mayol.

Actualidad, charlas y protagonistas, en vivo. Seguinos en nuestro canal de YouTube @infobae.