El tenista serbio Novak Djokovic se expresó sobre salud mental y deporte. Habló del impacto de las redes sociales en la autoestima de los atletas, dijo que dictan el ánimo diario y generan desgaste emocional (REUTERS/Toby Melville)

En los últimos días grandes figuras del deporte, quizás de las más grandes, como Novak Djokovic o Lewis Hamilton, campeones de leyenda, han comenzado a hablar, y no en una ocasión sino en múltiples espacios mediáticos y virtuales, de su sufrimiento emocional.

¿Es un gesto de humanidad, una moda, o una advertencia que aún no sabemos leer? El tema del impacto y la importancia de que personajes emblemáticos, mediáticos, famosos hablen de su salud mental lo abordamos hace un tiempo, pero ahora toca un área aun más sensible, la de deportistas donde la esfera de la excelencia física y mental se puede considerar la regla. En alguna medida, son aquellos seres humanos que están en el percentil más alto de las capacidades psicofísicas.

Esta semana, tres nombres icónicos volvieron a poner el tema “salud mental” sobre la mesa: Novak Djokovic que habló del impacto corrosivo de las redes sociales en la autoestima y el bienestar; Lewis Hamilton quien confesó que convive con depresión desde los 13 años y Goran Ivanisevic que describió en Marca que el mundo del tenis como “un manicomio” donde “todos toman antidepresivos”.

Las frases son fuertes, pero lo que subyace lo es aún más.

Lewis Hamilton reveló que convive con depresión desde los 13 años, sin haberlo compartido durante años con nadie de su entorno profesional (AP Foto/Sergei Grits)

La declaración de Goran Ivanisevic, por ejemplo, quien no solo ha sido un campeón, ex número 2 del mundo, sino coach de los más grandes campeones, como el mismo Djokovic o actualmente Tsitsipas, adquiere una relevancia particular porque nos señala algo que impacta de manera dramática en nuestra sociedad como el consumo masivo de psicofármacos.

En psiquiatría, cuando se adopta la medicación psicotrópica como rutina sin diagnóstico diferencial ni seguimiento terapéutico, estamos ante un patrón de automedicación estructural y si se establece en grupos específicos nos referimos a estos como una situación institucionalizada, ya que genera conductas de imitación.

Lo que debería ser salud mental en la élite deportiva, una ayuda clínica se convierte en un sostén estructural del sistema competitivo, conocido por todos pero nunca admitido públicamente como en esta oportunidad.

Al mismo tiempo, el planteo de Djokovic lleva también a otro tema y es el de las consecuencias psicológicas del uso de las redes sociales: hablando sobre la propia autovaloración y autoestima dijo en Last Word on Sports: “Las redes sociales dictan el ánimo diario del atleta; te perdés ahí”.

Zverev dijo tras Wimbledon que a pesar de tener todo se siente vacío y solo (EUTERS/Toby Melville)

A veces, nos sorprenden atletas muy exitosos pero que dejan la actividad muy jóvenes y su constante presencia en redes que genera una falsa sensación de contención y apoyo pero, de un momento a otro o por su propia interpretación, los deja solos sin apoyo convirtiéndose en jueces que opinan y lapidan sin piedad al exitoso, como dice el antiguo adagio sobre lo efímero de la gloria, “Sic Transit Gloria Mundi” (N.del E.: Así pasa la gloria del mundo).

Al mismo tiempo, relatan cómo al ser públicos deben estar siempre disponibles para sus seguidores y se espera que respondan 24/7. La consecuente ansiedad por validación digital, un fenómeno central de la adicción virtual, genera tensión, alteraciones del sueño y todo tipo de problemas.

La ansiedad no viene del futuro, sino de la sobreinformación, del juicio constante, de la disociación entre imagen y experiencia real.

Otro campeón de tenis Alexander Zverev, también tras Wimbledon, fue más crudo: “Tengo todo…pero me siento vacío”, “Me siento solo. Me siento vacío.”

Los deportistas individuales presentan mayor incidencia de trastornos mentales que los que practican deportes en equipo según varios estudios (Imagen Ilustrativa Infobae)

Los ejemplos son múltiples. Un informe interno del Comité Olímpico Internacional (COI) de 2024 confirma tasas más altas que la población general. El 38% de los 50 mejores atletas del mundo presentan síntomas compatibles con depresión o ansiedad, mientras que el 71% afirma no tener con quién hablar de estos temas durante las competencias. Un trabajo del British Journal of Sports Medicine (2020) confirma estos datos ya que se encontró que un 35 % de los atletas de élite sufre síntomas de ansiedad o depresión.

El COI ya ha expresado sus inquietudes y elaborado grupos de trabajo al respecto.

Los ídolos deportivos y los ultra exitosos como son estos casos, nos devuelven una constatación y es cómo los extremos de las sociedades son imágenes bastante elocuentes del contexto completo, no son una rareza sino un signo de los tiempos.

No estamos frente a declaraciones sueltas o confesiones espontáneas o buscando algún rédito, sino frente a un patrón estructural de sufrimiento en personas con alta exposición y escasa contención real.

El 38 por ciento de los 50 mejores atletas del mundo presenta síntomas compatibles con ansiedad o depresión según un informe del COI (Imagen Ilustrativa Infobae)

El caso de Hamilton es muy interesante ya que concuerda con otras áreas en las que ha demostrado su sensibilidad social y búsqueda de nuevos paradigmas, como es, por ejemplo, una nueva masculinidad emocional, la de un hombre exitoso capaz de admitir fragilidad sin culpa.

La confesión de Lewis Hamilton no es solo personal sino que hace a la estructura del deporte de alta exigencia. Dijo haber convivido con la depresión desde los 13 años, sin poder hablarlo con nadie.

El mundo de Fórmula 1 está compuesto por un grupo de deportistas quizás los más selectos del mundo, ya que entre titulares y de reserva solo hay 32 y si extendiéramos a los tenedores de las famosas “Super Licence” son solo unos 23.

En ese mundo la declaración de debilidad de algún tipo es lo opuesto a todo lo que rodea al “gran circo”, como lo han llamado y de allí la importancia de que el máximo campeón de la historia declare haber padecido depresión desde la adolescencia, bullying etc, es decir aun esos seres son como uno. Una frase que habría dicho, podría resumir algo aplicable a actividades menos glamorosas: “Se puede correr sin estar bien. Lo que no se puede es seguir así mucho tiempo.”

Amanda Anisimova propuso crear grupos de apoyo psícológico entre atletas en gira y pausas sin penalizaciones en el ranking internacional REUTERS/Toby Melville

El caso de otra tenista, Amanda Anisimova, es interesante ya que debió retirarse temporalmente y se permitió vivir el duelo de la muerte de su padre, o quizás fue lo único que pudo hacer.

Al volver al circuito y triunfar de nuevo, planteó una serie de medidas, como limitar obligaciones mediáticas, y aboga por permitirse pausas sin castigos en el ranking, y crear grupos de apoyo psíquico entre atletas en gira.

Regresó hablando de reintegrarse con una frase muy apropiada a la búsqueda de soluciones: “Escucharme me devolvió a la cima”. El poder escuchar no solo a la mente, a las emociones, sino las señales del cuerpo que nos va avisando, es bastante claro para estos deportistas en los cuales su cuerpo es su elemento de trabajo y vida. La paradoja, sin embargo, es brutal: se cuidan músculos, articulaciones y niveles hormonales al detalle, pero se ignora el sufrimiento subjetivo, el más silencioso de todos.

Los atletas de élite son vistos como íconos físicos, pero en términos clínicos, lo que vemos en muchos de ellos es un colapso emocional sostenido detrás de una performance impecable. Es la paradoja del rendimiento perfecto sostenido por estructuras psíquicas al límite.

La elite deportiva muestra tasas más altas de síntomas compatibles con depresión y ansiedad que el resto de la población general (Imagen ilustrativa Infobae)

El show no puede parar, pero el sujeto está cada vez demostrando que debe y necesita hacerlo. Según The Lancet Psychiatry (2023), la salud mental es ya la principal causa de retiro anticipado en atletas menores de 30 años. A pesar de eso, la inversión en apoyo psicológico en federaciones internacionales representa, en promedio, menos del 3% del presupuesto médico total.

Es interesante lo que varios estudios señalan y es la incidencia significativamente superior de trastornos mentales en atletas de deportes individuales por sobre aquellos en deportes en equipos, eso es otra enseñanza y se correlaciona con los que señalan preferentemente su malestar.

Algo es claro aun pertenecer a una elite no protege del sufrimiento, eventualmente lo encapsula, y muchas veces, lo agrava. El éxito mediático, deportivo o financiero no inmuniza contra el deterioro afectivo ni la desesperanza. Al contrario, puede hacerlos más invisibles.

Pero ahora algo parece estar cambiando, los ídolos deportivos sobreexpuestos y sobreexigidos desde temprana edad, sienten que su ser está en riesgo. Señalan en esa sobre exposición y pertenecer a todos que las redes sociales exponen y desgastan, que la inmediatez y exigencias mediática no permite procesar derrotas, y el culto al rendimiento, al resultado, ha reemplazado al juego como motivación.

En su trayectoria pública Messi pasó de ser criticado incluso por cuestiones médicas infantiles a convertirse en figura de culto internacional

Pensemos en nuestro medio la evolución de un Messi criticado en todos sus aspectos hasta aspectos médicos de su infancia, a ser luego objeto de culto, o actualmente Colapinto que perteneciendo a ese selecto grupo de 22 pasa de ser potencial y casi obligatoriamente candidato a campeón del mundo, a ser un fracaso, todo bajo el imperio de redes, opiniones, medios etc.

Así, estas personas notables se expresan y en ese sentido son portavoces, aun en la diferencia, de todos nosotros. No lo hacen como víctimas, sino como seres humanos que, incluso desde la cima, sienten miedo, tristeza y agotamiento. Y que esas emociones son humanas, no son patologías y que en muchos casos surgen del entorno de las exigencias y no de un desarreglo neurobiológico.

Al mismo tiempo, los deportistas del presente ya no buscan parecer invulnerables, sino auténticos y humanos: los ejemplos de Djokovic, Hamilton o el mismo Messi son eso. La fortaleza emocional ya no se mide por la capacidad de “aguantar” en silencio, sino por el coraje de pedir ayuda, retirarse a tiempo, hacer una pausa, o simplemente decir “no puedo”, o aun más importante, “ no quiero”.

La alta competencia sin salud mental es una forma encubierta de violencia. El cuerpo puede resistir hasta cierto punto, pero el alma también se lesiona. Y cuando eso ocurre, ni la fama ni los trofeos alcanzan para reparar el daño.

La exposición desde edades tempranas genera un modelo de invulnerabilidad que impide pedir ayuda en momentos de sufrimiento psíquico (Imagen Ilustrativa Infobae)

No estamos frente a casos aislados, ni ante modas confesionales. Estamos frente a una nueva forma de trauma de exposición constante, potenciado por algoritmos, exigencias mediáticas, y una falta estructural de espacios terapéuticos reales.

El ejemplo de Hamilton es interesante ya que participa de una deporte pero que a la vez es el banco de pruebas de los adelantos que tendrán los mejores vehículos años más tarde. Quizás estos deportistas sometidos a cargas físicas pero también emocionales, nos muestran las áreas en las cuales debemos trabajar en el camino hacia la mejora y el bienestar.

Esa humanización de la cultura deportiva es el centinela de la del resto de la humanidad. Así como estos deportistas hoy se detienen a hidratarse en una competencia y regulan su calendario, también trabajan cada vez más aspectos como la inteligencia emocional, o la detoxificación, como el plan de Djokovic en los Aman Resort o se rodean de equipos multidisciplinares o incorporan las mejores técnicas de somato terapia, (crioterapia, cámaras hiperbáricas, etc) y trabajan el descanso o su alimentación con tanto o más rigor que el entrenamiento físico.

La cultura del rendimiento reemplazó al juego como motivación instalando una lógica que no admite retrocesos ni detenciones (Imagen Ilustrativa Infobae)

Al mismo tiempo, se instala otra mirada del estrés ya que no es el demonio a “combatir”, sino algo permanente en la vida, en el deporte y el objetivo es que no se transforme en una prueba, un certamen del cual debemos salir victoriosos siempre y de cualquier manera.

Cuando alguien que lo ha logrado todo nos dice que no puede más, deberíamos escuchar con más atención que nunca. La tristeza de un campeón es el síntoma de una cultura que aún no sabe cuidar de quienes la representan y tampoco se permite altos en el camino, viviendo esto como fracaso.

El deporte de élite tiene una deuda ética: si no cuida la mente de sus figuras más públicas, no puede presumir de cuidar a nadie.

La salud mental en el deporte puede ser baliza para reformular la nuestra, también fuera de las canchas. La élite que se humaniza y se reformula sus emociones y el concepto de bienestar emocionalmente puede enseñarnos a reconstruirnos cada uno de nosotros.

* El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista