En 2023, el Premio Nobel de Medicina reconoció a la científica húngara Katalin Karikó por su contribución al desarrollo de la tecnología de ARN mensajero (ARNm), base de las vacunas más eficaces contra el COVID-19 y puerta de entrada a una nueva era de terapias personalizadas.
En el Día Mundial del ARN, nada más oportuno que recordar su historia, marcada por la perseverancia frente al escepticismo y la adversidad, mientras el potencial del ARNm se expande hacia el tratamiento de enfermedades como el cáncer y los trastornos neurodegenerativos.
Karikó ha dedicado su vida a una investigación que, tras décadas de obstáculos, ha salvado millones de vidas y promete cambiar el futuro de la salud.
De la Hungría comunista a la cima de la ciencia
Nacida en 1955 en una Hungría de posguerra bajo el régimen soviético, Katalin Karikó creció en un entorno humilde, en una casa de una sola habitación sin agua corriente. Su interés por la ciencia surgió en la infancia, alentado por maestros que la impulsaron a pensar de manera independiente. “Todos los niños están interesados en entender la naturaleza que los rodea”, recordó Karikó, en una entrevista con el doctor Eric Topol.
A los treinta años, en 1985, Karikó emigró a Estados Unidos junto a su esposo y su hija, llevando consigo apenas cien dólares y el resto de sus ahorros escondidos en un osito de peluche. Su llegada a América estuvo marcada por la búsqueda de oportunidades para demostrar que el ARNm podía instruir a las células a fabricar sus propios medicamentos. Sin embargo, la falta de financiación y el escepticismo de la comunidad científica dificultaron sus primeros años. “Pocos confiaban en el potencial del ARNm”, relató la científica.
Durante su carrera en la Universidad de Pennsylvania, Karikó enfrentó discriminación, incomprensión y el boicot de colegas. En 2013, tras no recibir apoyo institucional, se trasladó a Alemania para integrarse a la biotecnológica BioNTech, donde pudo continuar su investigación. “Quiero centrarme en diseñar un ARN mensajero que codifique proteínas terapéuticas, que ayude a curar heridas, sanar huesos y cure a pacientes con cáncer”, expresó Karikó a Infobae en 2022, cuando fue galardonada en París con el Premio LÓreal Por las mujeres en la Ciencia.
La perseverancia fue una constante en su vida. “Si realmente quieres hacer algo, encontrarás la manera; si no, encontrarás una excusa”, afirmó Karikó, quien nunca permitió que los contratiempos la apartaran de su objetivo. Su historia, como ella misma reconoce, es la de muchos científicos inmigrantes que luchan por el reconocimiento y la oportunidad de contribuir al conocimiento.
La tecnología de ARN mensajero
El avance que llevó a Karikó al Nobel se basa en una plataforma genética capaz de instruir a las células para producir proteínas específicas. Las vacunas de ARNm, como las desarrolladas por Pfizer-BioNTech y Moderna, no introducen un patógeno debilitado o inactivo, como ocurre con las vacunas tradicionales. En cambio, contienen una secuencia sintética de ARNm que codifica una proteína del virus, generalmente la proteína de espiga del SARS-CoV-2.
Este ARNm se encapsula en nanopartículas lipídicas, que lo protegen y facilitan su entrada en las células. Una vez dentro, las células utilizan las instrucciones para fabricar la proteína viral, que es inocua pero suficiente para que el sistema inmunológico la reconozca y genere una respuesta defensiva. Así, el organismo queda preparado para combatir el virus real si se expone a él en el futuro.
Karikó explicó que la clave de esta tecnología reside en tres aspectos: la codificación precisa del ARNm, la entrega eficiente mediante nanopartículas y la capacidad de inducir una respuesta inmunitaria robusta y segura. “Lo más importante es que será un tratamiento asequible porque será barato de hacer, y luego no tienes demasiados efectos secundarios”, subrayó la científica.
El desarrollo de esta plataforma no estuvo exento de desafíos técnicos. El ARNm es una molécula inestable y propensa a la degradación, lo que dificultó su manipulación durante años. El trabajo conjunto de Karikó y el inmunólogo Drew Weissman permitió superar estos obstáculos, en particular mediante la sustitución de uridina por pseudouridina, lo que mitigó la respuesta inflamatoria y abrió la puerta a aplicaciones terapéuticas más amplias.
Impacto de las vacunas de ARNm en la pandemia de COVID-19
La irrupción del COVID-19 en 2020 puso a prueba la capacidad de la ciencia para responder a una crisis global. Las vacunas de ARNm, desarrolladas en tiempo récord, demostraron una eficacia y seguridad superiores frente a las formas graves del coronavirus. Estas vacunas permitieron salvar millones de vidas y recuperar la normalidad social y económica de los países.
El proceso de desarrollo y aprobación de las vacunas de ARNm fue inédito por su rapidez y volumen de producción. La plataforma demostró su capacidad para adaptarse a nuevas variantes del virus y su potencial para ser modificada con agilidad ante futuras amenazas. “La pandemia puso las vacunas —y el ARN en general— en el centro de atención, pero otras terapias basadas en este ácido nucleico ya estaban circulando y probablemente se volverán cada vez más comunes en el futuro”, señaló recientemente Karikó en declaraciones recogidas por la plataforma de noticias médicas Univadis Italia.
La experiencia de la pandemia también evidenció la importancia de la colaboración entre científicos, laboratorios, reguladores y gobiernos, así como el papel fundamental de los médicos de cabecera en la comunicación y administración de las vacunas. “La relación de confianza que un médico de cabecera construye con sus pacientes ha sido y sigue siendo un factor clave para explicar cómo funcionan estas vacunas y cuáles son los beneficios y riesgos de los nuevos medicamentos basados en ARNm”, afirmó Karikó.
Aplicaciones futuras del ARNm: cáncer, enfermedades neurodegenerativas y más allá
Más allá de las enfermedades infecciosas, el ARNm se perfila como una herramienta versátil para tratar una amplia gama de patologías. Actualmente, existen más de 150 ensayos clínicos en humanos que exploran su uso en enfermedades cardiovasculares, trastornos genéticos, autoinmunes y diversos tipos de cáncer. En oncología, los primeros esfuerzos se centraron en el melanoma, pero el espectro de aplicaciones se ha ampliado a otros tumores y mecanismos de acción.
Un estudio citado por Infobae mostró que una vacuna de ARNm logró activar el sistema inmune en la mitad de los pacientes con cáncer de páncreas, sin recaídas durante dieciocho meses. Además, Karikó destacó el potencial de las terapias personalizadas y asequibles: “Serán moléculas que instruyen a las células para más adelante fabricar las proteínas terapéuticas por sí mismas”.
El interés por el ARN no codificante, como los microARN y los ARN largos no codificantes, también está en aumento, con aplicaciones potenciales en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades complejas. “El futuro nos depara muchos nuevos avances en este ámbito y, sin duda, nos encontramos en un momento clave para la investigación, tanto científica como tecnológica, en este campo”, anticipó Karikó en Univadis Italia.