Sopa de pollo, frutas ricas en vitamina C y una hidratación constante figuran entre los consejos más repetidos durante episodios de gripe o resfriado. Pero, ¿qué respaldo tiene la ciencia sobre la relación entre alimentación y recuperación en estos casos?
Según un reportaje de National Geographic, especialistas en nutrición y biología inmunológica coinciden en que una dieta equilibrada y prestar atención a las señales del cuerpo pueden influir significativamente en el proceso de recuperación. Esta visión ayuda a desmitificar creencias populares y ofrece recomendaciones prácticas basadas en evidencia.
La pérdida de apetito: una respuesta evolutiva y fisiológica
Uno de los síntomas más desconcertantes durante una enfermedad es la pérdida de apetito, justo cuando el organismo parece requerir más nutrientes. Colleen Tewksbury, dietista y profesora de Ciencias de la Nutrición en la Universidad de Pensilvania, explica que la ausencia de hambre o sed suele ser una señal de que el sistema inmunitario está activado. “Si no tienes hambre ni sed, solo te sientes mal e intentas descansar, es muy difícil satisfacer esas necesidades”, declaró Tewksbury a National Geographic.
La explicación abarca tanto lo fisiológico como lo evolutivo. Ruslan Medzhitov, inmunobiólogo de la Universidad de Yale, sostiene que el cuerpo humano no está diseñado para generar confort, sino para maximizar la supervivencia. En tiempos antiguos, buscar alimento durante una enfermedad implicaba riesgos como exponerse a depredadores o agotar energía valiosa. Aunque muchos de esos peligros han desaparecido, el cuerpo conserva mecanismos evolutivos que pueden reducir el apetito en momentos de enfermedad.
Desde una perspectiva fisiológica, el organismo ajusta su forma de obtener energía. Normalmente utiliza glucosa de los alimentos, pero en ausencia de ingesta, recurre a los ácidos grasos almacenados. Este cambio puede proteger los tejidos frente a la inflamación provocada por algunos patógenos.
Un estudio con ratones realizado por el equipo de Medzhitov en 2016 reveló que los animales infectados con el virus de la gripe se beneficiaban al alimentarse, mientras que aquellos con infecciones bacterianas experimentaban efectos negativos si eran obligados a comer. National Geographic aclara que estos hallazgos en animales no pueden extrapolarse directamente a humanos, pero ilustran la complejidad del vínculo entre alimentación y enfermedad.
Recomendaciones generales de nutrición durante la enfermedad
Shea Mills, nutricionista dietista de la Clínica Mayo en Phoenix, subraya que una dieta saludable puede acelerar la recuperación, elevar los niveles de energía y reforzar el sistema inmunitario. “En general, es importante llevar una alimentación sana y equilibrada cuando se está enfermo”, señaló Mills en el reportaje de National Geographic.
Cuando comer resulta difícil, Mills sugiere optar por porciones pequeñas y frecuentes, semejantes a tentempiés. Cada ingesta debería incluir proteínas, carbohidratos y al menos una fruta o verdura, para asegurar un aporte adecuado de vitaminas, minerales y macronutrientes.
La hidratación es otro eje central. La fiebre, los vómitos, la diarrea y la sudoración pueden causar una pérdida considerable de líquidos. Mills recomienda consumir a sorbos líquidos descafeinados como infusiones de hierbas, agua, jugos 100% naturales y bebidas con electrolitos y bajo contenido en azúcar, como el agua de coco o de cactus. Los batidos de proteínas también pueden ser útiles cuando el apetito para alimentos sólidos es escaso.
Alimentos y nutrientes específicos recomendados
La sopa de pollo, habitual en los cuidados caseros, cuenta con respaldo científico. Tewksbury indica que las sopas a base de caldo aportan proteínas, carbohidratos, vitaminas, minerales y electrolitos, además de favorecer la disolución de mucosidad en las infecciones respiratorias. “Cumple muchos requisitos”, afirmó la especialista.
Frutas y verduras, sobre todo las que contienen vitamina C, son recomendadas por su efecto antioxidante y su rol en el fortalecimiento de las defensas. La vitamina C contribuye a prevenir y combatir infecciones, según indicó Tewksbury a National Geographic.
Asimismo, la vitamina D puede mejorar la respuesta inmunitaria y acortar la duración de la enfermedad. El pescado azul, las setas y la carne roja contienen vitamina D de forma natural, mientras que algunos productos lácteos y cereales están enriquecidos con este nutriente.
Respecto a las bebidas, se sugiere priorizar aquellas que favorezcan la hidratación y aporten nutrientes, evitando opciones con alto contenido en azúcar o cafeína.
Suplementos: beneficios y advertencias
Los suplementos nutricionales, especialmente el zinc, han sido analizados en el contexto de las infecciones respiratorias. Tewksbury advierte que, tomados en las primeras 24 horas de aparición de síntomas, pueden reducir la duración y severidad de ciertos virus. Sin embargo, prolongar su uso o ingerir dosis elevadas puede ser perjudicial.
Mills insiste en consultar con un profesional sanitario antes de iniciar cualquier suplemento, con el fin de evitar interacciones con medicamentos y definir la dosis adecuada. “Si quieres probar un suplemento nutricional o medicinal para ayudarte a recuperarte de una enfermedad, habla primero con tu médico, dietista o profesional sanitario”, aconsejó la nutricionista a National Geographic.
Hábitos alimentarios que pueden ayudar o perjudicar
No todos los alimentos actúan del mismo modo en las personas durante la enfermedad. Algunos compuestos como la capsaicina, presente en los chiles, pueden disolver la mucosidad y facilitar la respiración, aunque también pueden inducir náuseas o aumentar la producción de mucosidad en ciertos casos. Las bebidas frías, como las paletas heladas, pueden aliviar el dolor de garganta, pero podrían agravar los síntomas en personas con alta producción de flemas, según explicó Tewksbury.
La tolerancia individual es clave. Identificar qué alimentos generan alivio y cuáles resultan incómodos requiere un proceso personal. “Descubrir qué te reconforta es cuestión de prueba y error, no hay una respuesta sencilla”, señaló la experta a National Geographic.
Escuchar al cuerpo: estrategia respaldada por la ciencia
En definitiva, los especialistas coinciden en que la mejor guía durante una enfermedad es la propia percepción corporal. Medzhitov plantea que los deseos y rechazos alimentarios no son casuales, sino mecanismos aprendidos a lo largo de millones de años. “Cuando estás enfermo, tu deseo por un tipo de comida y tu aversión por otra no son preferencias aleatorias. Son señales que millones de años de selección evolutiva han enseñado a tu cuerpo a reconocer”, explicó el inmunobiólogo.
National Geographic concluye que descansar cuando aparece el cansancio y comer lo que el cuerpo permite, en las cantidades que resulten tolerables, es la estrategia más respaldada por la ciencia. Escuchar al cuerpo, ajustar la dieta según las sensaciones individuales y dar prioridad al descanso representan las medidas más eficaces para favorecer la recuperación ante gripe o resfriado.