Al acercarse a los 50 años, o después de esa edad, la grasa abdominal suele convertirse en una preocupación para algunas personas.
La inquietud no responde únicamente a una cuestión estética, sino a una razón de salud concreta: la acumulación de tejido graso en la zona de la cintura se relaciona con un riesgo elevado de enfermedades graves.
Médicos y estudios señalan que el exceso de grasa abdominal constituye una señal de advertencia para la salud cardiovascular, cerebral y metabólica.
“Generalmente, el exceso de grasa coincide con que la persona tiene sobrepeso. Sin embargo, se debería tener en cuenta que la balanza puede no hablar del sobrepeso, ya que se puede perder masa muscular y ganar grasa visceral”, dijo a Infobae el médico especializado en nutrición Silvio Schraier, ex presidente de la Sociedad Argentina de Nutrición y vicedirector de la carrera de especialista universitario en nutrición de la Fundación Barceló.
El sobrepeso localizado en la barriga es un problema que cobra fuerza en la vida adulta.
La dificultad radica en que la grasa visceral, considerada la más peligrosa, puede acumularse durante años sin manifestar síntomas notorios.
Este tejido adiposo se localiza alrededor de órganos vitales y altera el equilibrio metabólico del organismo.
Su exceso eleva el riesgo de padecer enfermedades cardíacas, diabetes tipo 2, cáncer, demencia y accidentes cerebrovasculares.
La advertencia adquiere mayor relevancia con el paso del tiempo, ya que los cambios hormonales y los hábitos de vida dificultan la pérdida de peso, especialmente la reducción de la grasa abdominal.
Existen causas múltiples por las cuales la grasa visceral se incrementa en quienes superan los 50 años.
La genética influye, pero los hábitos diarios marcan la diferencia. Dietas repletas de grasas trans, azúcares y carbohidratos simples, unidas a la falta de ejercicio, constituyen el caldo de cultivo más frecuente.
A esto se suma el estrés: durante períodos prolongados de tensión, el cuerpo libera altos niveles de cortisol, que favorecen el almacenamiento de grasa justamente en la zona abdominal.
Los cambios hormonales vinculados a la edad potencian aún más este patrón. Medir el riesgo de tener grasa abdominal nociva no requiere tecnología sofisticada.
Según expertos de la Clínica Cleveland de los Estados Unidos, un método sencillo consiste en usar una cinta métrica y rodear la cintura.
El perímetro abdominal (circunferencia de cintura) es un indicador del riesgo cardiovascular (del corazón y vasos sanguíneos).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece el valor máximo saludable del perímetro abdominal en 88 centímetros para las mujeres y 102 centímetros para los hombres.
Claves para combatir la grasa abdominal
En cuanto a la prevención, los especialistas coinciden en la necesidad de un abordaje integral. No existe una receta milagrosa ni un único hábito que elimine la grasa abdominal.
Se aconseja combinar alimentación balanceada, ejercicio regular, descanso y control del estrés.
Una dieta basada en plantas, rica en fibra y grasas saludables (como aguacate, aceite de oliva, frutos secos y legumbres), favorece la reducción del tejido graso.
Limitar el consumo de azúcares, en especial los agregados y ocultos en ultraprocesados (especialmente en bebidas), también resulta esencial.
La actividad física cumple un papel central para revertir este tipo de sobrepeso.
Un estudio de la Universidad de Michigan, publicado en la revista Nature Metabolism, señaló que quienes realizan ejercicio consistentemente mejoran la calidad de su grasa abdominal, haciéndola menos lesiva para el organismo.
En la lista de modalidades más eficaces destaca el entrenamiento a intervalos de alta intensidad, que alterna períodos de esfuerzo intenso con breves pausas.
Caminar, correr, hacer bicicleta o sumarse a sesiones de “boot camp” contribuye a quemar calorías y modificar la composición corporal.
Además, el ayuno intermitente surge como una herramienta de apoyo, siempre con supervisión profesional. Esta opción consiste en restringir el horario de alimentación o alternar días de mayor o menor consumo calórico. Si bien los resultados varían según cada individuo, se ha observado un impacto favorable en la reducción de la grasa visceral, según los expertos.
Otros hábitos, como dormir al menos siete horas y practicar técnicas para bajar el estrés (yoga, meditación, respiración consciente), cierran el círculo de un manejo efectivo y sostenible.
Por último, la consulta periódica con profesionales de la salud permite ajustar planes de alimentación y entrenamiento, y dan seguimiento personalizado a los cambios en el cuerpo tras los 50 años.
El camino para perder grasa en la zona abdominal y lograr un mejor estado físico no es inmediato, pero con constancia y un enfoque integral, la meta está al alcance y puede traducirse en una vida más saludable y prolongada.