El rover Curiosity de la NASA cumplió 13 años en Marte y lo festejó con la foto de una roca coral
El poderoso robot marciano sigue haciendo historia en la superficie del planeta rojo.
Concebido para operar por dos años, continúan asombrando a los científicos y amantes del espacio con cada tarea que lleva adelante antes de ponerse en modo de reposo.
Curiosity, el rover más longevo de Marte, volvió a sorprender al equipo científico con una imagen que rompió con lo habitual. A fines de julio, los ingenieros de la NASA que lo dirigen captaron una formación rocosa diminuta, de apenas cinco centímetros, con una silueta que recuerda al coral terrestre.
Fue apodada “Paposo” y su forma delicada y ramificada no solo llamó la atención por su rareza, sino también por lo que sugiere: un pasado húmedo y mineral de Marte.
Para los científicos, la estructura pudo originarse cuando agua rica en minerales se filtró por grietas en las rocas, dejando depósitos que el viento marciano esculpió con paciencia durante miles de millones de años.
Esta imagen no fue una casualidad. Curiosity trabaja actualmente en una región compleja del cráter Gale, dominada por lo que se conoce como formaciones de caja, una red de crestas formadas por antiguos flujos de agua bajo la superficie.
Estas estructuras se entrecruzan en las laderas del Monte Sharp, una elevación de cinco kilómetros de altura que se levanta sobre el suelo del cráter y que el rover explora desde hace años.
En este escenario geológico, Paposo sobresale como una joya inesperada que aporta pistas nuevas sobre el clima marciano en épocas remotas. Para que una forma tan frágil haya resistido hasta hoy, tuvieron que darse condiciones muy específicas de mineralización, erosión y preservación, lo que vuelve al hallazgo aún más significativo.
Una misión espacial que no se rinde
Curiosity llegó al cráter Gale en 2012 y desde entonces se convirtió en un viajero incansable. Recorrió más de 35 kilómetros analizando capas de roca, examinando el suelo y buscando indicios del pasado marciano. Las evidencias acumuladas apuntan a que Marte fue muy distinto en el pasado: albergó agua líquida, tuvo una atmósfera más densa y quizás fue capaz de sostener vida microbiana.
Con el paso del tiempo, las condiciones extremas del planeta y el desgaste propio de la misión pusieron a prueba la resistencia del vehículo. Pero el ingenio de los equipos técnicos en la Tierra mantuvo al explorador en funcionamiento con soluciones remotas, ajustes de software y nuevas estrategias para conducir con ruedas gastadas.
Lejos de estancarse, la misión supo renovarse. En 2025, Curiosity recibió una serie de actualizaciones que marcaron un antes y un después. El nuevo software le dio más autonomía, permitiéndole hacer varias tareas al mismo tiempo y entrar en reposo anticipadamente al completar su jornada.
Este cambio no fue menor: gracias a esta eficiencia, el rover puede conservar más energía y dedicar más tiempo a la ciencia. “Es como si nuestro rover adolescente estuviera madurando, y confiamos en que asumirá más responsabilidades”, expresó Reidar Larsen, ingeniero del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, quien lideró al equipo que desarrolló las nuevas capacidades.
La energía que alimenta a Curiosity proviene de un generador termoeléctrico que transforma el calor del plutonio en electricidad. Pero el plutonio se desintegra con el tiempo y produce cada vez menos energía. Esto implica que las recargas tardan más y dejan menos margen para operar instrumentos, conducir o tomar imágenes. Ante ese desafío, los ingenieros buscaron optimizar cada minuto. Decidieron combinar actividades que antes se hacían por separado, como trasladarse, capturar fotos y enviar datos. Al consolidarlas, lograron reducir el tiempo operativo diario y, con ello, el uso de calentadores e instrumentos, que suelen consumir mucha batería.
En lugar de quedar inactivo esperando nuevas órdenes, Curiosity ahora entra en un modo de descanso cuando termina sus tareas. Incluso una diferencia de 10 o 20 minutos por día puede marcar la diferencia en una misión tan prolongada.
Este enfoque de “ahorrar mientras se trabaja” permite que el rover extienda su utilidad científica sin necesidad de intervención física. “Juntas, estas medidas están cumpliendo su función de mantener a Curiosity tan ocupado como siempre”, aseguró la NASA en un comunicado.
Un rover distinto a todos los anteriores
Misiones anteriores, como los róveres Spirit y Opportunity, y el módulo de aterrizaje InSight, dependían de paneles solares para recargar sus baterías, pero esta tecnología siempre corre el riesgo de no recibir suficiente luz solar.
En cambio, Curiosity y su hermano menor, Perseverance, utilizan su fuente de energía nuclear MMRTG, que se basa en la descomposición de bolitas de plutonio para generar energía y recargar las baterías del róver. Los MMRTG, que proporcionan suficiente energía para los numerosos instrumentos científicos de los rovers, son conocidos por su longevidad (las naves espaciales gemelas Voyager han dependido de RTG desde 1977).
El equipo gestiona cuidadosamente el presupuesto diario de energía del rover, considerando cada dispositivo que consume las baterías.
Mientras realiza ciencia de alto valor con recursos limitados, el rover se convierte en un ejemplo de eficiencia. Su pequeño tamaño, similar al de una camioneta SUV, contrasta con la magnitud de sus aportes. Y aunque muchas partes ya muestran señales del paso del tiempo, como ruedas desgastadas y componentes que envejecen, el equipo terrestre mantiene el vehículo activo con ingeniería inteligente y actualizaciones constantes. El resultado es una misión que sigue sorprendiendo, trece años después de su inicio.
El hallazgo de Paposo encaja en este contexto. No se trata solo de una piedra curiosa, sino de una muestra más del potencial de un explorador robótico que, pese a sus limitaciones, continúa entregando evidencia crucial. La forma coralina de la roca remite a una época en la que Marte tenía agua estable en su superficie. Esa época se perdió hace miles de millones de años, pero las cicatrices quedaron talladas en los minerales. Ahora, esas cicatrices pueden leerse como capítulos de una historia planetaria que todavía se escribe.
Los científicos consideran que esta región del Monte Sharp, rica en fracturas, fue moldeada por procesos geológicos que requieren la presencia de agua. Eso refuerza la idea de que el planeta rojo tuvo las condiciones necesarias para sostener procesos químicos complejos. Si la vida alguna vez existió en Marte, probablemente encontró su oportunidad en ambientes como estos, donde el agua circulaba, los minerales se depositaban y el clima permitía cierta estabilidad.
Curiosity no es el único rover marciano activo, pero sí el más experimentado. Su longevidad permitió observar cambios estacionales, detectar alteraciones químicas sutiles y construir un mapa detallado de la geología local. Las decisiones tomadas en sus primeros años de operación, con la prudencia de un equipo que cuidaba cada paso, dieron lugar ahora a un enfoque más maduro, donde se confía en que el vehículo puede tomar decisiones por sí mismo, según las reglas programadas desde la Tierra.
La NASA no oculta su satisfacción con este logro técnico. El rendimiento del rover en 2025 es una prueba de cómo la tecnología puede adaptarse a los límites físicos. Mientras otras misiones requieren lanzamientos, tiempo y presupuestos nuevos, Curiosity demuestra que extender la vida útil también es una forma de explorar más con menos. Ese enfoque práctico, sumado a los descubrimientos continuos, fortalece el valor de mantener la misión activa mientras siga arrojando datos útiles.
A medida que el rover asciende por las capas del Monte Sharp, se acerca a sedimentos cada vez más antiguos, lo que podría revelar pistas inéditas sobre la transición climática del planeta.
En ese camino, formaciones como Paposo se convierten en ventanas únicas a una época desaparecida. Su presencia, tan delicada como sugerente, refleja el poder de la ciencia paciente, capaz de esperar años por el momento justo para captar una imagen reveladora.
El paisaje marciano está lleno de secretos, pero también de señales. Algunas son sutiles, otras evidentes. Todas exigen observación atenta y constancia. Curiosity encarna esa tarea con una mezcla de tenacidad y precisión. La roca Paposo, en su fragilidad coralina, dice mucho más de lo que aparenta. Y su descubrimiento, trece años después del inicio de la misión, confirma que la exploración robótica sigue viva y aún tiene mucho que contar.