La revista científica The Lancet ha dedicado una serie completa de artículos al Alzheimer. Allí, detalló una auténtica revolución en el diagnóstico y el tratamiento de la enfermedad.
La serie, dirigida por el profesor Giovanni Frisoni de la Universidad de Ginebra y elaborada por un panel de 40 especialistas de 14 países, expone que la lucha contra el Alzheimer ha entrado en una nueva era. Según los artículos publicados el lunes en The Lancet, la combinación de medicamentos innovadores y herramientas diagnósticas avanzadas ha renovado la esperanza de abordar una enfermedad que afecta a 50 millones de personas en todo el mundo.
La doctora Lucía Crivelli, jefa de Neuropsicología en Adultos de Fleni, fue la única investigadora argentina que participó en el trabajo.
Cabe recordar que el Alzheimer es la forma más común de demencia y representa entre un 60% y 70% de los casos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Biomarcadores: un paso clave para abordar el Alzheimer
Uno de los factores analizados en The Lancet fue el impacto de los biomarcadores en sangre, que posibilitan la identificación de alteraciones amiloideas, de la proteína tau y de procesos de neurodegeneración, todos ellos característicos del Alzheimer. La integración de estas herramientas, junto con técnicas como la PET y el análisis del líquido cefalorraquídeo, ha transformado el diagnóstico clínico, permitiendo detectar la enfermedad de manera mucho más temprana y precisa. Este avance resulta imprescindible para acceder a las nuevas terapias antiamiloide, recientemente aprobadas en varios países.
Crivelli explicó en una nota anterior a Infobae que “los biomarcadores han permitido detectar la enfermedad de Alzheimer que subyace y causa los síntomas cognitivos (se puede hacer incluso antes de los síntomas, aunque no se recomienda en el momento actual) y ofrecer tratamientos dirigidos a sus mecanismos”.
En diálogo con Infobae, el neurólogo Alejandro Andersson, director médico del Instituto de Neurología Buenos Aires (INBA), analizó: “Los biomarcadores plasmáticos están transformando el diagnóstico del Alzheimer al ofrecer una forma accesible, menos invasiva y altamente precisa de detectar la enfermedad en fases tempranas, 15 o 20 años de los primeros síntomas. Hoy contamos con pruebas que miden proteínas como la p-tau217, la relación Aβ42/40, la GFAP y la NfL, que permiten identificar el depósito de beta Amiloide, ruptura del neuroesqueleto de Tau y muerte neuronal, todas alteraciones cerebrales antes de los primeros síntomas clínicos”.
Por su parte, Celeste Beltramini, especialista en neurología en la Unidad de Neurología Cognitiva de la Clínica Universitaria Reina Fabiola, de Córdoba, analizó los hallazgos. “Los biomarcadores van a tratar de aligerar un poco más el diagnóstico y podrían ayudarnos a que sea más temprano. También pueden ser útiles cuando existen dudas entre un tipo de demencia y otro. Creo que vienen avances en ese sentido y que nos van a ayudar, lo cual será muy bueno”, dijo la experta a Infobae.
Por su parte, el doctor Roberto Rey, médico neurólogo y jefe de Neurología del Sanatorio Finochietto, analizó en conversación con Infobae: “Los marcadores biológicos de la enfermedad de Alzheimer (pruebas objetivas de laboratorio que confirman la enfermedad) son indispensables cuando se realiza una investigación de fármacos para el tratamiento ya que hay que probar estos fármacos solo en el Alzheimer y no en otras enfermedades similares. En la práctica diaria, por el momento, hasta que no dispongamos de tratamiento accesible con efectividad y seguridad comprobadas, el análisis de estos marcadores biológicos permanecerá dentro de un marco de investigación y no práctico”.
Los tratamientos
En cuanto a los tratamientos, la aparición de anticuerpos monoclonales como lecanemab y donanemab ha generado expectativas inéditas. La serie de The Lancet destaca que estos nuevos medicamentos pueden frenar el avance del Alzheimer a un nivel comparable con la eficacia de tratamientos para el cáncer, la artritis reumatoide y la esclerosis múltiple. No obstante, los autores advierten que las diferencias en edad, resultados y efectos secundarios entre estas enfermedades exigen cautela al establecer comparaciones directas.
En ese sentido, Andersson señaló: “Los nuevos tratamientos modificadores de la enfermedad, como los anticuerpos anti-amiloide lecanemab y donanemab, están cambiando el panorama del Alzheimer al demostrar que es posible ralentizar la progresión clínica en fases iniciales. Estos fármacos no curan la enfermedad, pero logran retrasar el deterioro cognitivo y funcional, ofreciendo a los pacientes y sus familias más tiempo con mejor calidad de vida. Su llegada obliga a detectar la patología de manera más temprana y precisa, y plantea un nuevo paradigma terapéutico: ya no se trata solo de aliviar síntomas, sino de intervenir sobre los mecanismos biológicos subyacentes».
“Con ello, se abre una etapa inédita en la que la combinación de diagnóstico precoz y tratamientos dirigidos permite pensar en un manejo más personalizado y esperanzador del Alzheimer”, valoró Andersson.
Beltramini, a su turno, desarrolló: “Con respecto a las terapias nuevas, el tema principal es cómo extrapolar estos avances a los costos en Latinoamérica. Es importante considerar bien estos costos para tenerlos presentes. Se trata de nuevos fármacos, como los anticuerpos monoclonales: donanemab y lecanemab”.
“Hay que subrayar que no es para todos los tipos de pacientes, sino para quienes están en estadios no avanzados de la enfermedad y que puedan cumplir con controles como resonancias, ya que estos tratamientos pueden producir desde hemorragias hasta edema. Se trata de una perspectiva que no ofrece una solución mágica, pero representa un avance. Estos tratamientos, en fases tempranas, ayudan a reducir la progresión de la sintomatología. No son la panacea ni la cura, sino una herramienta más”, precisó Beltramini.
El profesor Giovanni Frisoni subrayó en The Lancet que “los análisis de sangre, los fármacos biológicos para la enfermedad de Alzheimer y las intervenciones de prevención están impulsando la atención hacia un territorio completamente nuevo y emocionante. Sin embargo, las antiguas necesidades de los pacientes no desaparecerán”.
“Por el contrario, los médicos generales y los especialistas en demencia deberán dominar los avances, menos glamurosos pero constantes, logrados en las últimas décadas en la atención y el tratamiento de los trastornos del comportamiento, el uso de sofisticadas herramientas de diagnóstico por imagen y de laboratorio, y la atención psicosocial. Un esfuerzo social concertado en esta dirección permitirá que nuestros pacientes actuales y futuros se beneficien plenamente del potencial de los avances científicos y tecnológicos”, sumó Frisoni.
En tanto, Rey apuntó: “La mayor parte de las investigaciones en el tratamiento están dirigidas a fragmentar e impedir el depósito anormal de proteínas dentro de las neuronas (como la proteína amiloide que se acumula en las neuronas de la sustancia gris del cerebro y provoca su muerte)”.
A pesar de estos progresos, los expertos advierten sobre los desafíos que persisten. Los altos costos de los nuevos medicamentos, la necesidad de pruebas diagnósticas complejas y la atención insuficiente a los síntomas conductuales plantean el riesgo de que muchos pacientes queden excluidos de los beneficios de estos avances. Además, la mayoría de los casos de Alzheimer se presentan en personas con riesgo bajo o normal, lo que refuerza la importancia de implementar medidas de prevención a nivel poblacional, como el diseño urbano saludable y la regulación del consumo de alcohol y bebidas azucaradas.
La serie de The Lancet también enfatiza la necesidad de una acción global coordinada para que el rápido ritmo de los avances científicos se traduzca en reformas efectivas en los sistemas de salud, las políticas públicas y las actitudes sociales. Los autores sostienen que, sin una transformación profunda en estos ámbitos, el potencial de los nuevos tratamientos y diagnósticos no podrá aprovecharse plenamente.
Andersson añadió: “El principal desafío para incorporar el diagnóstico precoz y las nuevas terapias en Alzheimer es adaptar el sistema de salud a un modelo mucho más complejo y exigente. Por un lado, se requiere acceso extendido a biomarcadores sanguíneos e imagenológicos, formación de profesionales para interpretar resultados y circuitos de derivación temprana desde la atención primaria. Por otro, las terapias modificadoras de la evolución de la enfermedad demandan infraestructura para infusión, monitoreo estrecho con resonancias magnéticas y protocolos claros de manejo de efectos adversos como el ARIA (microedemas y microinfartos)”.
“El gran reto es construir una red asistencial capaz de diagnosticar antes, tratar a tiempo y sostener el seguimiento, evitando que estas innovaciones queden limitadas a unos pocos pacientes privilegiados”, postuló el neurólogo.
En el ámbito de la prevención, la doctora Lucía Crivelli explicó a Infobae: “Según Lancet Commission, el abordaje del Alzheimer se integra además con los 14 factores modificables de riesgo, lo que ya ha contribuido a una reducción de la tasa de demencia ajustada por edad, aunque el número absoluto de casos aumente por el envejecimiento poblacional”. Sumó que “además de actuar sobre los 14 factores de riesgo modificables, se están probando tratamientos preventivos para intervenir en la ventana preclínica de hasta 20 años, con el objetivo de frenar la enfermedad antes de la aparición de síntomas”.
Hasta hace poco, el único método para confirmar el diagnóstico de Alzheimer era el estudio post mortem. El surgimiento y la expansión del uso de biomarcadores, especialmente los que pueden detectarse en sangre, han facilitado diagnósticos más tempranos y precisos. Esta detección plasmática, junto con las pruebas cognitivas en la atención primaria, podría abrir el acceso temprano a los nuevos tratamientos y a estrategias preventivas.
Los Servicios de Salud Cerebral emergentes, que identifican a personas con alto riesgo y les ofrecen programas personalizados, representan otra vía prometedora. Sin embargo, los expertos insisten en que las medidas de prevención deben extenderse a toda la población, ya que la mayoría de los casos no se concentran en los grupos de mayor riesgo.
La serie de The Lancet concluye que, aunque la ciencia ha dado pasos decisivos hacia una nueva era en la lucha contra el Alzheimer, el verdadero desafío reside en adaptar los sistemas de atención, las políticas y la sociedad para que estos avances lleguen a todos los pacientes.
“El desafío es enorme si tomamos en cuenta que hasta ahora la generación más numerosa de la humanidad son los llamados ‘baby boomers’ (los nacidos luego del fin de la Segunda Guerra Mundial –entre 1946 y 1964), que tendrán 80 años y un mayor riesgo de padecer la enfermedad. La atención médica y la asistencia social de este grupo tan numeroso generará, si no se encuentra un tratamiento eficaz, un desafío para la salud pública a nivel mundial», cerró Rey.