
Soltar una mala palabra en ese momento de esfuerzo puede tener más potencia de la que las personas imaginan.
Un estudio de investigadores en psicología de los Estados Unidos y el Reino Unido postuló que usar groserías aumenta el rendimiento físico y la tolerancia al dolor.
Los resultados fueron publicados en la revista American Psychologist. Sugieren que decir malas palabras no solo libera tensión, también ayuda a aguantar más tiempo y realizar más fuerza en pruebas físicas.
Esto podría cambiar la forma en que se considera al lenguaje y al cuerpo en situaciones de exigencia.

Las implicancias no pasan desapercibidas: si una simple expresión puede marcar la diferencia, el vínculo entre lo que se dice y lo que se logra podría ser más poderoso de lo que se pensaba.
El trabajo estuvo a cargo de Richard Stephens, Harry Dowber y Christopher Richardson, de la Escuela de Psicología de la Universidad de Keele, en el Reino Unido, junto a Nicholas Washmuth del Departamento de Psicología de la Universidad de Alabama en Huntsville, Estados Unidos.
Cuando decir una vulgaridad mueve tu cuerpo

El equipo quiso saber si las groserías podían influir de manera directa en el dolor y el rendimiento físico. Analizaron si pronunciar estas palabras durante momentos de esfuerzo transformaba de verdad la experiencia corporal.
Lo primero fue definir una pregunta sencilla: ¿ayuda o no decir malas palabras para aguantar más en pruebas de dolor? Buscaron comprobar si el efecto iba más allá de una simple distracción mental durante el esfuerzo físico.
Los investigadores quisieron aclarar cómo impacta en la tolerancia al dolor y la fuerza aquel pequeño acto cotidiano. Se preguntaron si un efecto inmediato sobre el cuerpo se daba en personas comunes.

No solo tomaron en cuenta los cambios físicos. También observaron si había algún mecanismo psicológico, como emociones fuertes o cambios en la atención, detrás de los resultados observados.
Partieron de investigaciones anteriores que notaron un efecto especial de las palabras prohibidas en la sensación de dolor. Esta vez el desafío era encontrar la respuesta en tareas prácticas de laboratorio.
El trabajo desafió la noción de que el lenguaje solo sirve para expresar ideas. El objetivo central fue descifrar la conexión real entre las palabras que se dicen y lo que puede lograr el cuerpo en momentos exigentes.
Palabras, fuerza y resistencia

Los participantes fueron adultos jóvenes y sanos. Cada uno se sometió a pruebas de fuerza y tolerancia al dolor, mientras decía palabras groseras o neutras según la indicación.
Las groserías elegidas eran conocidas y reconocidas como vulgares, y en la otra parte de la prueba repetían palabras neutras. Esta comparación permitió medir el verdadero impacto del lenguaje.
La fuerza física se midió con un dinamómetro, aparato que sirve para verificar cuánta presión realiza la mano. Para dolor, sumergieron la mano en agua con hielo, una técnica llamada test del agua fría.
En ambas condiciones (decir groserías y no decirlas) las tareas se repitieron igual. Así, los investigadores evitaron que los resultados fueran accidente y consiguieron datos comparables.

El hallazgo más sorprendente fue que decir una grosería aumentó la tolerancia al dolor y la fuerza en la mano. En la prueba de agua fría, aguantaron más sumergidos cuando soltaron malas palabras.
En la prueba de fuerza apareció una diferencia relevante: quienes usaron groserías lograron un aumento significativo en la fuerza de prensión. Sentían, además, menor dolor bajo esa misma condición.
Los investigadores subrayaron que “el uso de groserías podría tener efectos fisiológicos y psicológicos distintos”. El resultado invita a repensar cómo el lenguaje cotidiano afecta el desempeño físico real.
Recomendaciones y preguntas abiertas

Los investigadores reconocieron que el hecho de que participaron únicamente adultos jóvenes y sanos puede ser una limitación del estudio. Este punto deja abierto si los efectos podrían observarse en otros grupos de la población.
Tampoco sugirieron aplicar el uso de groserías en rutinas deportivas ni integrarlas en las prácticas médicas.
Consideraron que se debería continuar investigando para comprender mejor la relación entre el lenguaje y el rendimiento físico.
En las conclusiones, mencionaron: “La producción de groserías podría proporcionar una estrategia sencilla para aumentar el rendimiento físico”. Esta observación invita a investigar más a fondo cómo pueden influir las palabras en diferentes contextos y personas.