Una adolescente de 14 años del Reino Unido vivió una experiencia médica inusual y angustiante: seis meses de dolores abdominales agudos culminaron en el hallazgo de una bola de pelo en estado de descomposición, de tamaño similar al de un melón, alojada en su estómago.
Este tipo de caso, según Medline Plus, es conocido como tricobezoar, una bola de material extraño, casi siempre compuesta de pelo o fibra, que se ingiere, se acumula en el estómago y no logra pasar a través de los intestinos.
El complejo camino hasta un diagnóstico inesperado
La historia comenzó con la aparición de dolores intermitentes e intensos en el abdomen de Erin, una estudiante residente en Newquay. Estos episodios resultaron tan discapacitantes que la joven llegó a ausentarse de la escuela en varias ocasiones.
Su madre, alarmada por el sufrimiento persistente de su hija, Jodie Collins, comentó a Daily Mail que emprendió una larga búsqueda por una explicación. Consultó a numerosos médicos y especialistas, quienes, en un principio, sospecharon de intolerancias alimentarias como la lactosa o el gluten. Sometida a varios análisis, todas las pruebas arrojaron resultados normales, complicando aún más el proceso diagnóstico.
Incluso una ecografía temprana no reveló alteraciones, por lo que el cuadro clínico permaneció sin esclarecerse durante meses, al tiempo que los síntomas de Erin empeoraban de forma gradual. Fue en mayo, cuando los calambres abdominales se volvieron insoportables y requirieron atención urgente, cuando nuevas pruebas revelaron la presencia de una masa dura y voluminosa en el estómago.
Este hallazgo cambió radicalmente el abordaje y provocó desconcierto entre médicos y familiares por igual.
Tras el descubrimiento, Erin fue remitida con urgencia al Hospital Infantil de Bristol. Allí, los estudios determinaron la existencia de una bola de pelo sólida, de 21,08 centímetros, que ocupaba la gran mayoría del volumen gástrico. El tricobezoar había causado anemia y múltiples carencias nutricionales, ya que impedía la absorción adecuada de nutrientes esenciales.
Los especialistas explicaron que, dada la magnitud de la bola de pelo, era probable que la acumulación se hubiera producido durante años y afectara de forma prolongada la función digestiva de la joven.
La operación para extraerla requirió cinco horas de trabajo quirúrgico minucioso. Los cirujanos describieron el olor de la masa como insoportable, parecido al de un desagüe en descomposición, y destacaron que se trataba del tricobezoar más grande que habían visto en su trayectoria profesional.
La intervención resultó exitosa y evitó que la masa pasara al intestino, situación que habría complicado de forma considerable la cirugía y los pronósticos de recuperación.
Los médicos informaron que el trastorno tenía su origen en un hábito repetitivo que Erin desarrolló en la infancia: girar y torcerse el cabello durante momentos de distracción o incluso mientras dormía. Según su madre, nunca imaginaron que esta costumbre pudiera transformarse en el acto inconsciente de ingerir cabello de manera regular.
El equipo médico considera probable que la mayor parte del pelo ingerido haya sido durante el sueño, en episodios en que la adolescente no era consciente de su comportamiento. Este patrón, aparentemente inofensivo, derivó en una acumulación progresiva que, con el tiempo, ocasionó una obstrucción casi total del estómago y sus consecuencias asociadas.
Una larga rehabilitación
La extracción de la bola de pelo fue solo el primer paso en el proceso de recuperación de Erin. Tras la cirugía, la joven permaneció diez días internada, recibió tratamiento nutricional especializado con el objetivo de restablecer los minerales y vitaminas que la bola había impedido absorber adecuadamente a lo largo de varios años.
El estómago de Erin, distendido debido al espacio ocupado por el tricobezoar, podría necesitar años para volver a su tamaño y funcionamiento normales. Los médicos advirtieron sobre la posibilidad de secuelas digestivas y la importancia de controlar cualquier señal de recaída o alteraciones en la absorción de nutrientes, al menos durante el proceso de rehabilitación.
Con la experiencia vivida, la familia de Erin tomó medidas preventivas simples pero fundamentales, como proporcionarle una especie de gorro especial para dormir, destinado a impedir el acceso inconsciente de la joven a su cabello durante la noche. Además, la madre recalcó la necesidad de prestar atención a los comportamientos repetitivos en la infancia y adolescencia, que frecuentemente se subestiman o pasan inadvertidos.
“De bebé, le daba el biberón y me agarraba el pelo y lo retorcía. Siempre ha sido muy táctil y jugaba con el pelo. Pero nunca la había visto llevarse el pelo a la boca, por eso me resultó impactante”, dijo Jodie.
Medline Plus recomienda cortar el cabello de forma que no pueda llevar sus puntas a la boca, así como mantener los materiales indigestos lejos de un niño que tenga la tendencia a llevarse objetos a la boca.
En opinión de Jodie Collins, la vigilancia debe combinarse con estrategias prácticas para modificar hábitos, tales como el empleo de juguetes antiestrés o, en situaciones más complejas, la terapia cognitivo-conductual para evitar el desarrollo de patrones compulsivos.