El aumento de los problemas de salud mental entre adolescentes genera un debate urgente sobre cómo entender y acompañar a los jóvenes. El crecimiento de diagnósticos de ansiedad, depresión y conductas autolesivas impulsó a buscar respuestas más profundas sobre esta etapa de la vida.
A raíz de la inquietud social surge un nuevo enfoque que invita a repensar la adolescencia, más allá de la idea tradicional de rebeldía o turbulencia, enfocándose en la integración de aprendizajes previos con la exploración de lo desconocido y la construcción de resiliencia.
El periodista ganador del Premio Pulitzer y divulgador científico Matt Richtel, exploró el panorama en su reciente libro “How We Grow Up: Understanding Adolescence” (Cómo crecemos: Entendiendo la adolescencia), publicado el 8 de julio tras dos años de intensa investigaciones médicas.
Durante una entrevista en el podcast Good Inside con la psicóloga Becky Kennedy, ambos expertos coincidieron en que la adolescencia debe abordarse como una etapa en la que los jóvenes ejercen el rol de exploradores.
Nuevo marco para entender la adolescencia
El libro de Richtel surge tras cubrir a fondo la crisis de salud mental adolescente para The New York Times. Durante su labor, el autor se cuestionó: “¿Cuál es la verdadera naturaleza de la adolescencia?”. Además sostiene que, lejos de ser una simple etapa de inmadurez, la adolescencia representa un cambio en el procesamiento de información y en la adaptación al entorno.
“Durante siglos, hemos visto esta etapa como un periodo de comportamiento primitivo o rebelde, pero en realidad es un punto de inflexión en el procesamiento de información, único en la vida”, señaló Richtel.
Su obra identificó que muchas ideas comunes sobre los adolescentes no responden a los desafíos reales que enfrentan ni a las necesidades de sus familias. Por eso, propuso definir la adolescencia como un proceso de integración: los jóvenes deben combinar sus aprendizajes familiares y culturales con la exploración de nuevas experiencias, creando así los recursos emocionales y cognitivos necesarios.
Base biológica del cambio adolescente
El escritor respaldó su planteamiento en investigaciones recientes sobre el cerebro adolescente. Por ejemplo, citó el trabajo de la Universidad de Stanford, que con imágenes de resonancia magnética evidenció cómo, durante la pubertad, el cerebro de los jóvenes incrementa su respuesta a voces desconocidas, superando incluso la atención prestada a las voces de sus madres.
Mediante este fenómeno se refleja una necesidad biológica de volcarse hacia el entorno externo y prepararse para una mayor autonomía. Sobre esto, remarcó: “La pubertad no es solo el inicio de la reproducción, sino un evento neurológico fundamental que nos prepara para sobrevivir fuera de casa”.
Además, el autor advirtió sobre la creciente desconexión entre la edad biológica y la cantidad de estímulos a los que los adolescentes están expuestos hoy. La pubertad comienza antes que hace un siglo —unos doce años en niñas, frente a catorce en 1900— y la sobrecarga digital actual puede provocar una “sobrecarga emocional” que desborda la capacidad de procesamiento cerebral.
Exploración e importancia de una “base segura”
La presencia de una base segura con la familia, resulta esencial para que no se conviertan en nómadas sin referentes en su entorno. “Si los padres toman el distanciamiento adolescente como algo personal, los hijos dejan de ser exploradores y se convierten en nómadas, sin un lugar seguro al que volver”, advirtió la psicóloga Kennedy.
En un mismo sentido, Richtel remarcó la necesidad de no interpretar el alejamiento como un rechazo, sino como un paso natural. La adolescencia representa un relevo generacional, y aunque pueda resultar intimidante para los padres, el desafío está en aprender a “amar, guiar y soltar”.
Rol de los padres con límites y gestión emocional
Un mensaje central del libro es que la principal tarea de los padres consiste en establecer límites sólidos, garantizando protección sin confundir sus propias necesidades con las de sus hijos. Debido a esto, el entrevistado explicó: “Cuando los padres obtienen su autoestima de la relación con sus hijos, se dificulta la tarea de poner límites”.
Según Becky Kennedy, los límites no son simples reglas, sino acciones sostenidas por los adultos, independientemente de si los hijos las aceptan de inmediato. Ejemplificó este principio con el caso de una joven con conductas autolesivas sorprendida de que sus padres le permitieran decidir si recibir ayuda.
La propuesta de Richtel y Kennedy invita a desarrollar la resiliencia y practicar la gestión emocional tanto en padres como en hijos. Recomendaron empezar a ejercer y practicar los límites en situaciones cotidianas desde la infancia, por ejemplo, en la hora de ir a la cama o el uso de dispositivos electrónicos.
Ambos expertos resaltaron que la gestión emocional pasa muchas veces por no actuar de forma precipitada en momentos de crisis y conceder a los adolescentes la oportunidad de atravesar sus emociones.
Curiosidad y resiliencia: motores del desarrollo
A pesar de las dificultades propias del panorama actual, Matt Richtel y Becky Kennedy apuestan por la curiosidad y la resiliencia como competencias esenciales. Según el autor, la curiosidad permite afrontar los cambios sin transformar las emociones en amenazas, mientras que la resiliencia se construye enfrentando las dificultades, no esquivándolas.
Ante esto, “How We Grow Up” desafía a ver la adolescencia no como un periodo de crisis sino como una oportunidad crucial para acompañar, proteger y fortalecer a los jóvenes en el camino hacia la adultez. “Preferiría que mis hijos tuvieran una crisis en la adolescencia y aprendieran a sobrellevarla, que enfrentar una crisis de la mediana edad sin recursos”, concluyó el especialista.