
En el universo de los consejos para una vida larga y plena, la creatividad y el arte suelen quedar relegados a un segundo plano, eclipsados por recomendaciones más convencionales como la dieta, el ejercicio o el descanso. Sin embargo, una creciente corriente de evidencia científica, impulsada por la epidemióloga Daisy Fancourt, revela que la participación en actividades artísticas puede ser un factor determinante para mejorar tanto la salud física como la mental, situándose al nivel de los hábitos saludables tradicionales y, en algunos casos, igualando su impacto positivo.
Evidencia científica sobre los beneficios del arte

A lo largo de las últimas décadas, investigaciones realizadas en diversos países han sumado sustanciales pruebas sobre los efectos del arte en el bienestar. Los datos surgen principalmente de estudios de cohortes a gran escala, en los que miles de personas aportan información sobre sus hábitos, salud y actividades creativas. El análisis de estos conjuntos de datos, liderado en muchos casos por Daisy Fancourt y su equipo, demuestra que quienes se involucran de forma regular en actividades artísticas, desde asistir a espectáculos hasta practicar manualidades, reportan un mayor nivel de satisfacción vital y felicidad a lo largo del tiempo.
Estos beneficios no se limitan solo al bienestar emocional. Entre los niños, la exposición y participación activa en las artes reduce el riesgo de desarrollar problemas como la depresión al llegar a la adolescencia. En adultos mayores, la asistencia regular a eventos culturales se asocia con una notable reducción del riesgo de padecer depresión en los años siguientes. Incluso se ha observado que los niños que hacen música desarrollan habilidades prosociales, mientras que los adolescentes creativos tienden a evitar conductas antisociales o delictivas.
El impacto del arte en distintos grupos y actividades

El efecto beneficioso del arte no discrimina por edad. En la infancia, actividades como la música y las manualidades influyen en el desarrollo emocional y social. Para los adolescentes, la participación en bandas, danza o proyectos editoriales escolares se traduce en un menor involucramiento en comportamientos problemáticos. En los adultos mayores, la conexión con las artes se asocia con una percepción de mejor salud, mejor equilibrio físico, menores niveles de dolor, mejor calidad del sueño y menor soledad una década después de la participación artística.
Las actividades son variadas y los beneficios se observan incluso en hobbies cotidianos: jardinería, repostería, costura o la escritura de un diario. Todas ellas pueden contribuir al bienestar a medida que se avanza en la edad, con efectos acumulativos según la frecuencia de la práctica.
Los beneficios no son solo psicológicos. Los niños pequeños que participan en actividades musicales desarrollan habilidades prosociales a medida que ingresan a la escuela primaria. Los adolescentes que participan en bandas, bailan y editan diarios escolares tienen menos probabilidades de involucrarse en actividades antisociales, comportamientos o delitos. Y los adultos mayores que asisten a eventos culturales tienen un 32 % menos de probabilidad de sentirse solos 10 años después.
Comparación con otros hábitos saludables
El arte no solo acompaña, sino que rivaliza con otros hábitos asociados al bienestar. Los estudios han comparado la magnitud de los beneficios de la creatividad con aquellos atribuidos a la actividad física regular, la alimentación equilibrada o el buen descanso. Sorprendentemente, la participación frecuente en actividades como la lectura, la música o la danza puede tener un impacto similar en la longevidad y la calidad de vida que estos hábitos más reconocidos. Las personas que dedican más tiempo a las artes tienden a vivir más que quienes no lo hacen, lo que subraya el potencial del arte como componente clave en la promoción de la salud.
Mecanismos de acción: más allá de lo psicológico

El alcance del arte abarca mecanismos psicológicos, sociales, conductuales e incluso biológicos. Desde la reducción de la presión arterial y la frecuencia cardíaca hasta una mejor regulación del sistema inmunológico, los efectos positivos trascienden el bienestar subjetivo. Los estudios demuestran que quienes practican artes regularmente presentan niveles más bajos de colesterol, inflamación y un índice de masa corporal más saludable.
Los avances en la investigación sobre el envejecimiento biológico han desvelado que los hábitos creativos pueden influir en la velocidad a la que el cuerpo envejece. El análisis de datos fisiológicos y genéticos sugiere que la implicación continua en experiencias artísticas ayuda a mantener el organismo y el cerebro en un estado más joven respecto a la edad cronológica.
Limitaciones, mitos y el valor social
No todo es perfecto: existen barreras de acceso, como el costo de algunas actividades, y proliferan mitos infundados sobre los supuestos poderes curativos del arte. Aunque las artes no son una solución mágica para todos los males, la evidencia indica que su práctica habitual constituye una inversión significativa en salud personal y colectiva. El impacto trasciende al individuo, generando beneficios económicos y sociales. En el Reino Unido, por ejemplo, se ha calculado que la participación artística genera más de 25 millones de dólares anuales en beneficios para la sociedad, según investigaciones en las que ha participado Daisy Fancourt.
Recomendaciones prácticas para sumar arte a la vida cotidiana
Integrar el arte en la rutina diaria no implica grandes cambios ni requiere dedicar largas horas. La clave está en la constancia y la diversidad: reservar diez minutos para escribir antes de trabajar, cambiar una cena por un concierto, o leer poesía en lugar de las noticias. La variedad de experiencias artísticas amplifica los beneficios para el cerebro y el cuerpo, aportando estímulos sensoriales únicos.
Daisy Fancourt aconseja evitar el consumo excesivo de arte digital, equiparado a los alimentos ultraprocesados, y priorizar experiencias reales y presenciales. La participación activa, aunque breve, es preferible a una inmersión ocasional e intensa. Finalmente, se recomienda abordar el arte como un componente esencial y disfrutable de la vida, otorgándole el tiempo y la atención que merece para potenciar tanto la salud individual como la colectiva.