El colesterol es una sustancia natural esencial para el correcto funcionamiento del organismo, aunque muchas veces está rodeado de una reputación negativa. Esto se debe principalmente a que existen dos tipos: el LDL, conocido como “colesterol malo”, y el HDL, el llamado “colesterol bueno”.
La clave está en su función: mientras el LDL puede acumularse en las arterias y elevar el riesgo de problemas cardiovasculares, el HDL se convierte en el gran defensor del corazón. Este último recoge el exceso de colesterol dañino en la sangre y lo lleva al hígado para su eliminación, evitando la formación de placas que bloquean las arterias.
Según un informe reciente de EatingWell, contar con niveles adecuados de HDL es fundamental para el mantenimiento de la salud cardiovascular. No solo limpia las arterias, sino que también ofrece propiedades antioxidantes y antiinflamatorias que protegen la integridad de los vasos sanguíneos.
Bajo este enfoque preventivo, los nutricionistas subrayan la importancia de incorporar alimentos que favorezcan la elevación del HDL, comenzando por el pescado graso, considerado el alimento número uno en esta misión.
“El HDL también tiene propiedades antioxidantes, que ayudan a proteger los vasos sanguíneos del daño y reducen el riesgo de aterosclerosis”, afirmó la nutricionista Chiya Delgado.
Pescado graso, la estrella en la dieta para mejorar el HDL
Los pescados grasos como el salmón, la caballa y las sardinas se posicionan entre los alimentos más recomendados para aumentar el colesterol HDL. Incluirlos en la dieta de manera regular, al menos una o dos veces por semana, contribuye significativamente a un perfil lipídico más saludable y a una reducción del riesgo cardiovascular.
Este tipo de pescado se caracteriza por su riqueza en ácidos grasos omega-3, especialmente en las formas EPA (ácido eicosapentaenoico) y DHA (ácido docosahexaenoico), que han demostrado ser los más eficaces para mejorar la calidad y funcionalidad del HDL en el cuerpo.
La acción de los omega-3 no se limita al aumento de los niveles de colesterol bueno; también contribuyen a mejorar la estructura y el comportamiento de las partículas de HDL, incrementando su capacidad para eliminar el exceso de LDL y proteger los vasos sanguíneos.
Más allá del HDL: los beneficios integrales del pescado graso
El impacto positivo del pescado graso en la salud va mucho más allá del control del colesterol. Los ácidos grasos omega-3 presentes en estos alimentos ayudan a reducir la inflamación sistémica, un factor relacionado con la disminución de HDL y el aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares. La inflamación crónica puede dañar el endotelio, la capa interna de los vasos sanguíneos, favoreciendo la formación de placa y la obstrucción arterial. Al reducir la inflamación, los pescados grasos no solo elevan el HDL, sino que también disminuyen la incidencia de eventos cardíacos graves como infartos y accidentes cerebrovasculares.
Adicionalmente, el pescado graso es una fuente destacada de antioxidantes. Entre los más relevantes figuran el selenio, la vitamina E y la astaxantina, pigmento que da su característico color rosado al salmón; junto con el propio HDL, protegen a los vasos sanguíneos del daño oxidativo provocado por los radicales libres, reforzando la salud cardiovascular integral.
Michelle Routhenstein, especialista en el manejo de enfermedades cardíacas, explica: “La inflamación puede dañar el endotelio, el revestimiento celular interno de los vasos sanguíneos, lo que provoca microdesgarros y acumulación de placa. También aumenta la probabilidad de coagulación sanguínea, lo que aumenta el riesgo de obstrucciones que pueden causar ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares“.
¿Cómo incorporar el pescado graso a tu dieta?
Existen diversas formas recomendadas para disfrutar del pescado graso y maximizar sus beneficios para el corazón. Algunas de las técnicas culinarias más aconsejadas incluyen:
- Horneado: permite cocinar el pescado con poco o ningún aceite, conservando su sabor y propiedades saludables.
- Cocción al vapor: Mantiene la humedad y suavidad del pescado, evitando que se reseque y explotando su textura original.
- Asado a la parrilla: una opción popular que, con herramientas adecuadas como placas de asar, aporta un toque ahumado y un sabor profundo.
- Ahumado: el pescado ahumado, como el salmón, es práctico y versátil, aunque conviene seleccionar versiones bajas en sodio.
- Enlatado: práctico y accesible, el pescado graso enlatado permite incorporar fácilmente estos nutrientes esenciales en la alimentación cotidiana.
- Marinado: Macerar el pescado con hierbas frescas y especias antes de cocinarlo realza su sabor y puede reducir la percepción del aroma intenso del pescado.
La recomendación general es ingerir de una a dos porciones de pescado graso a la semana. Una porción equivale aproximadamente a 85 gramos (el tamaño de una baraja de cartas) o ¾ de taza de pescado desmenuzado, una cantidad que puede adaptarse a distintos platos y ocasiones.
Opciones vegetales y otros alimentos que favorecen el HDL
Para quienes no consumen pescado, existen alternativas vegetales que aportan ácidos grasos omega-3, en particular en la forma de ALA (ácido alfa-linolénico). Se encuentra en semillas de chía, semillas de cáñamo, nueces y linaza.
Por otra parte, investigaciones recientes apuntan a que no solo la cantidad, sino también la funcionalidad del HDL es clave. Para potenciar estos efectos, los expertos aconsejan consumir regularmente aceite de oliva, cereales integrales y alimentos ricos en licopeno, presentes en tomates cocidos, pimientos rojos y sandía, así como verduras frescas.
La integración de pescado graso y opciones vegetales adecuadas en la dieta, junto con hábitos saludables, representa una de las estrategias más eficaces y accesibles para quienes desean proteger su corazón y mejorar sus niveles de colesterol HDL de manera sostenible.