Lejos de ser una distracción, moverse puede ayudar a los niños a focalizarse y organizar cognitivamente su entorno (Freepik)

Casi como si se hubiera barajado y dado de nuevo, recientes estudios señalan que moverse es una estrategia natural para mejorar la concentración en niños con déficit de atención y/o hiperactividad.

Es que frente al enfoque tradicional de intentar mantener quietos a los alumnos con TDAH, una publicación titulada ¡Niño, estate quieto! Beneficios de la Educación Física para el TDAH cuestiona la tradicional idea de que el movimiento interfiere con el aprendizaje. Según sus autores, hablar de “déficit” de atención puede ser un error conceptual: “No se trata, por lo tanto, de un déficit de atención, ya que estos escolares prestan atención a casi todo lo que les rodea. Es más bien un problema de filtrado de la información, de focalizarla y mantenerla”.

En ese marco, el ejercicio físico aparece no como un factor distractor, sino como una estrategia que facilita la organización de la atención. Juliana Nieva es médica psiquiatra del Departamento Infanto Juvenil de Ineco (MN 107.028) y consultada por Infobae lo expresó de manera clara: “Los estudios que se están realizando en pos de investigar si el movimiento puede mejorar o no como una estrategia a nivel atencional en los niños y los adolescentes no sólo permiten profundizar en el conocimiento del trastorno, sino que también visibilizan la importancia del diagnóstico oportuno y de la implementación de adecuaciones en el entorno escolar y cotidiano”.

Estudios recientes cuestionan la exigencia de inmovilidad en el aula como condición para el aprendizaje en casos de TDAH (Imagen Ilustrativa Infobae)

Desde la perspectiva clínica, el médico psiquiatra infanto juvenil Christian Plebst (MN 81.138) advirtió que “el cuerpo es la base de la capacidad de autorregular atención”.

Para muchos niños, explicó consultado por este medio, el movimiento es una forma de anclarse en el presente, de “sentir” el cuerpo y, desde ahí, organizarse cognitivamente. “Muchos chicos tienen un bajo registro o una dificultad de integrar y procesar la información propioceptiva, vestibular y táctil e integrarla y modularla con el resto de la información sensorial. Entonces, para que el cuerpo funcione como base segura de autorregulación, lo tienen que mover para que eso aumente el registro”.

No todos se mueven por la misma razón

Sin embargo, Plebst advirtió que no todos los niños con diagnóstico de TDAH necesitan el mismo tipo de movimiento. “El trastorno por déficit de atención hoy en día es un síndrome conductual. Cuando uno ve un niño con un trastorno por déficit de atención, ve un solo niño, pero ese déficit puede obedecer a muchas causas”. Por eso insistió en la necesidad de una evaluación profunda que permita distinguir entre perfiles con desafíos en las funciones ejecutivas —relacionados con la corteza prefrontal— y aquellos con alteraciones en la integración sensorial.

Las pausas activas durante la jornada escolar favorecen la concentración y reducen los niveles de ansiedad (Freepik)

“De acuerdo al perfil que se obtiene en una buena evaluación de integración sensorial que le hacen los terapistas ocupacionales, vamos a poder ver qué tipo de movimiento, qué tipo de tratamiento necesita más específicamente”, señaló el especialista.

En este punto, enfatizó que no se trata de aplicar soluciones generalizadas: “Un niño tal vez sí necesita moverse de una manera particular, pero no para todos será saltar en una pelota de yoga o ponerse un chaleco que le dé información en el cuerpo; son distintos perfiles que van a necesitar distintos tipos de movimiento”.

¿Por qué moverse los ayuda a concentrarse y hacer foco? Ante esa pregunta, Nieva aseguró que hay varias cuestiones implicadas. “Una es como cierta canalización de energía, si el exceso de movimiento yo lo puedo hacer funcional, probablemente mejore el nivel atencional en los chicos -explicó-. Por otro lado, desde un punto de vista neuroquímico, el ejercicio favorece la liberación de neurotransmisores como las endorfinas, que no solo contribuyen a la regulación emocional y la reducción de la ansiedad, sino que también favorecen un mejor rendimiento atencional”.

Qué ejercicios ayudan y por qué

La práctica de yoga o taichí ayuda a mejorar el equilibrio corporal y la conciencia de los propios movimientos (Freepik)

A pesar de que no existe una fórmula única, existen algunas prácticas que demostraron ser efectivas. Para Nieva, “el tipo de ejercicio que se recomienda es aquel que en general sea más del tipo aeróbico, como correr, andar en bicicleta, nadar, priorizando siempre los deportes en equipo, al aire libre”.

Sin embargo, aclaró que prácticas como el yoga pueden ser de utilidad “para mejorar los niveles atencionales, el equilibrio, los controles posturales”, y que actividades como el ajedrez, aunque no impacten en la hiperactividad, sí “ayudan mucho a mejorar los niveles atencionales en sí mismos”.

Plebst, por su parte, insistió en que el enfoque debe ser inclusivo y no competitivo. “Muchos niños hoy están teniendo grandes dificultades de coordinación, de ejecución, de planificación motriz, por no sentirse cómodos en su cuerpo”, señaló. Esto puede llevar a que eviten participar en deportes si se prioriza el rendimiento por sobre el disfrute. “Lo mejor son las prácticas en equipo, con profesores que sepan de inclusión y de deporte de competencia no competitiva”, sugirió. Actividades como la natación, la escalada o la equitación son valoradas por su capacidad de integrar el cuerpo en forma armónica. También destacó el yoga o el taichí como prácticas que ayudan a fortalecer el core corporal y generar “mayor sensación de gobierno de los movimientos”.

La escuela como aliada (o no) del movimiento

Proponer adaptaciones escolares según las necesidades sensoriales ayuda a reducir conductas disruptivas (Freepik)

La idea de que los niños deben estar quietos para aprender sigue muy arraigada en los entornos escolares. Sin embargo, las estrategias actuales tienden a cuestionar esa premisa. Nieva observó que en algunos países ya se están incorporando adaptaciones como “escritorios con pedales, o pausas programadas para realizar actividad física breve y controlada durante el horario escolar”.

Estas intervenciones, según afirmó, se sabe que “renuevan el foco atencional y ayudan a la regulación”. “Hay un montón de adecuaciones en cuanto a la educación que podrían funcionar para mejorar lo atencional, si tenemos en cuenta la necesidad biológica que tienen los chicos con déficit de atención de moverse, por lo cual necesitan moverse muchas veces para poder renovar el foco de atención y poder ser más efectivos en sus tareas”, desatacó.

Plebst coincidió en la importancia de revisar la lógica escolar tradicional. “Históricamente, las escuelas están armadas en torno a tener recreos cada cierta cantidad de tiempo porque son los períodos que se sabe que los chicos pueden prestar atención”, explicó el experto. Pero advirtió que el recreo, en muchos casos, está siendo limitado. “En cierto modo, la escuela se ha vuelto muy adversa en cuanto al movimiento, a correr, o a lo que juegan los niños en el patio, por temor a que los chicos se lastimen. Esto es un síntoma de época y una muestra del proteccionismo que a veces se genera en las instituciones”.

Una oportunidad para repensar el aula

La integración sensorial deficiente puede hacer que algunos niños necesiten moverse para “sentirse” y organizarse (Imagen ilustrativa Infobae)

Más allá de las intervenciones específicas, el enfoque integral pone en el centro el vínculo entre cuerpo, experiencia y aprendizaje.

“La experiencia está en el cuerpo”, resumió Plebst. En su análisis, muchos de los desafíos actuales en la infancia derivan del desequilibrio entre estimulación visual y corporal, con escasa exposición a la naturaleza, juegos libres o actividades físicas con sentido. “El aprendizaje es del cuerpo y ahí es donde está el sentido”.

El ejercicio físico no sólo mejora funciones ejecutivas como la atención sostenida, la memoria de trabajo y el control inhibitorio, sino también aspectos emocionales clave. “El ejercicio físico regular mejora la autoestima y el autoconcepto. Y esto es fundamental en niños que, a menudo, solo reciben mensajes negativos en el aula tradicional”, señalan los autores del trabajo citado en el comienzo. Y concluyen: “Muchos alumnos con perfiles atencionales dispersos encuentran en el ejercicio físico una forma de organizarse mejor y adquirir la disciplina necesaria para desenvolverse con eficacia en la vida”.

Juegos al aire libre, deportes no competitivos y propuestas inclusivas promueven el bienestar físico y cognitivo (Freepik)

Por eso, en la mirada de Nieva, “incluir momentos pautados de movimiento dentro de la rutina diaria puede marcar una gran diferencia en su desempeño y regulación”.

Para Plebst, “lo que señala el artículo, en torno a flexibilizar la percepción sobre el movimiento en el aula resulta crucial”. “Hay niños que por más que lo intenten, no van a poder autorregularse para no moverse, es más, eso les va a generar más tensión, más frustración, más enojo, más dificultad de atención y hasta podrían volverse más disruptivos”, analizó.

De allí que, tal como expresan los autores de la publicación: “Los escolares con TDAH no necesitan moverse menos, necesitan moverse mejor”.