El yogur griego contiene más proteínas y menos lactosa que el yogur natural, lo que lo hace ideal para dietas altas en proteínas y personas con intolerancia moderada a la lactosa (Imagen Ilustrativa Infobae)

El yogur griego y el yogur natural comparten ingredientes principales, pero presentan diferencias notables en su elaboración, lo que determina textura, sabor y valor nutricional. Esta distinción, clave para quienes buscan ajustar su dieta, ha sido analizada por sportlife, la Asociación de Agricultura de Estados Unidos y expertos en nutrición de Harvard, quienes destacan cómo el proceso de preparación incide directamente en la decisión de compra.

La producción de ambos comienza con la adición de bacterias de las cepas Streptococcus thermophilus y Lactobacillus bulgaricus a leche calentada entre 45 y 50°C hasta alcanzar un pH de 4,5. La fermentación transforma la lactosa en ácido láctico y genera una cuajada sólida y un suero líquido. La principal diferencia surge tras la fermentación: en el yogur natural, el suero permanece junto a la cuajada, ofreciendo una textura suave e incluso bebible.

En el griego, el suero se elimina por escurrido, lo que da como resultado un alimento mucho más espeso y firme. Tradicionalmente, este escurrido se realiza en bolsas de tela, mientras que en la industria se utilizan centrifugadoras y se añaden espesantes para lograr la densidad deseada.

Diferencias organolépticas

El proceso de fabricación determina las características sensoriales que distinguen al yogur griego del yogur natural. Para obtener un litro de yogur griego se requiere aproximadamente cuatro litros de leche, mientras que para el natural la proporción es menor, lo que contribuye a su precio superior.

El proceso de escurrido diferencia al yogur griego del natural, modificando textura, sabor y perfil nutricional, según expertos de Harvard y la USDA (Freepik)

El yogur natural suele tener una textura ligera, cremosa y de fácil mezcla, así como un sabor ligeramente dulce y agrio. Por su parte, el griego se caracteriza por su consistencia espesa, una mayor densidad y un perfil gustativo más marcado y ácido.

Estas diferencias, según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), no solo afectan las percepciones sensoriales, sino que también influyen en los usos culinarios: el griego resulta ideal para recetas donde se busca firmeza, mientras que el natural se adapta mejor a preparaciones para beber o mezclar con frutas y cereales.

Perfil nutricional y recomendaciones de consumo

La forma de elaboración impacta de manera directa en la composición nutricional. De acuerdo con la USDA, el yogur griego contiene entre 15 y 20 gramos de proteína por porción, lo que lo hace atractivo para quienes siguen dietas altas en proteínas, como deportistas y personas que buscan aumentar la saciedad.

Este dato es respaldado por la Escuela de Salud Pública de Harvard, que señala que el alto contenido proteico puede contribuir a la preservación de la masa muscular y al control del apetito. A su vez, el proceso de escurrido elimina parte de la lactosa, por lo que el griego resulta una mejor opción para quienes presentan intolerancia moderada a este azúcar.

En hidratos de carbono, existe una diferencia significativa: el yogur griego suele aportar entre 5 y 8 gramos de carbohidratos por porción, comparados con 13 a 17 gramos en el natural.

El contenido de carbohidratos es menor en el yogur griego, con cinco a ocho gramos por porción, comparado con los trece a diecisiete gramos del natural (Imagen Ilustrativa Infobae)

Además, una publicación de la Academia de Nutrición y Dietética de Estados Unidos advierte que el contenido de grasa saturada puede ser considerablemente mayor en el griego entero—dieciséis gramos por porción frente a cinco en el natural—por lo que para personas con preocupaciones sobre colesterol LDL es recomendable lean hacia versiones bajas en grasa o desnatadas.

Por el lado de los minerales, el yogur natural tiende a conservar más calcio, porque este mineral permanece en el suero que se elimina durante la preparación del griego.

Según la Fundación Española de la Nutrición y la European Food Safety Authority (EFSA), ambos tipos aportan cantidades significativas de magnesio, vitamina B12 y yodo, nutrientes esenciales en la dieta diaria.

El yogur natural conserva más calcio, ya que el mineral permanece en el suero eliminado durante la preparación del griego, según la Fundación Española de la Nutrición (Imagen Ilustrativa Infobae)

La decisión de consumo debe responder a necesidades individuales, prioridades de salud y preferencias de sabor, como sugieren los especialistas tanto de Harvard como del American College of Sports Medicine.

Sportlife y publicaciones de expertos en nutrición de la Cleveland Clinic subrayan que el yogur griego genera una mayor sensación de saciedad y puede ser útil en planes de control de peso, mientras que el natural sobresale para quienes requieren un aporte adicional de calcio, por ejemplo, niños, adolescentes y adultos mayores.

Industria y autenticidad

En la actualidad, gran parte del yogur griego y natural que se comercializa globalmente se produce mediante procesos industriales.

Tanto expertos de sportlife, como del USDA y la Harvard Medical School, indican que muchos de estos productos emplean técnicas modernas como centrifugadoras y adición de estabilizantes, alejándose del método artesanal en el que únicamente se escurre el suero de la leche de forma natural. El fenómeno incluye el uso de etiquetas como “tipo griego”, que no siempre garantizan la autenticidad tradicional.

La autenticidad del yogur griego puede verse comprometida por procesos industriales y etiquetas engañosas; la elaboración casera permite controlar la calidad y el método tradicional (Imagen Ilustrativa Infobae)

Para quienes buscan una experiencia genuina, la elaboración casera de yogur representa una alternativa para recuperar el método tradicional y controlar la calidad de los ingredientes, según coinciden nutricionistas y expertos culinarios de diversas entidades internacionales.