Un estudio publicado por científicos de la Universidad de Utah, Estados Unidos, alertó que el consumo prolongado de la dieta cetogénica provocó en ratones “múltiples anomalías de los parámetros metabólicos”, como intolerancia a la glucosa, hígado graso y niveles elevados de colesterol.
El trabajo, publicado en la revista Science Advances mostró cómo una de las tendencias alimentarias más populares del momento podría implicar riesgos para la salud, en especial cuando las personas mantienen este régimen de forma sistemática y sin control profesional.
Qué es la dieta cetogénica y por qué generó interés científico
La dieta cetogénica o keto propone una alimentación muy baja en carbohidratos y muy alta en grasas, con el objetivo de que el cuerpo utilice la grasa almacenada como fuente principal de energía.
Según Harvard Health, el régimen “obliga al cuerpo a usar un tipo diferente de combustible. En lugar de depender del azúcar (glucosa) proveniente de carbohidratos (como cereales, legumbres, verduras y frutas), la dieta cetogénica se basa en cuerpos cetónicos, un tipo de combustible que el hígado produce a partir de la grasa almacenada”.
Las personas que optaron por este plan alimentario restringieron frutas, cereales, verduras con almidón y alimentos procesados, priorizando la ingesta de frutos secos, paltas o aguacates, aceites, manteca, entre otros productos ricos en grasa.
El equipo de la Universidad de Utah, bajo la dirección de Molly Gallop, alimentó durante casi un año a ratones machos y hembras con una dieta formada por un 89,9 % de grasa.
Se compararon los resultados con tres cohortes sometidas a pautas distintas: una dieta baja en grasas (10 %), una dieta estándar alta en grasas (60 %) y una dieta baja en grasas y moderada en proteínas (10 % de grasa, 10 % de proteínas).
Aunque inicialmente los ratones alimentados con dieta cetogénica lograron perder peso, con el tiempo, desarrollaron intolerancia a la glucosa, enfermedad del hígado graso, y niveles peligrosamente altos de colesterol.
El grupo liderado por Gallop indicó que estos efectos negativos sólo aparecieron transcurrido un periodo considerable y se agravaron a medida que aumentó la duración del régimen alto en grasas y bajo en carbohidratos.
Los animales que consumieron la dieta cetogénica presentaron intolerancia extrema a la glucosa e hiperlipidemia (altos niveles de colesterol y grasa en la sangre). Además, desarrollaron sensibilidad a la insulina y tenían niveles bajos de esta hormona del páncreas que se encarga de transformar la glucosa de la sangre en energía.
El estudio de la Universidad de Utah consignó: “Observamos un empeoramiento de la intolerancia a la glucosa y una alteración de la secreción de insulina cuanto más tiempo llevaban los animales con la dieta cetogénica, por lo que la visión de la dieta cetogénica como tratamiento para las enfermedades metabólicas debería cuestionarse, incluso si se observan mejoras iniciales en la salud”.
Especialistas de Harvard Health alertaron también que el régimen inicialmente sirvió para personas con epilepsia resistente al tratamiento, “pero animan a quienes hacen dieta a utilizar el plan de alimentación solo para cambios a corto plazo”.
La publicación de este trabajo amplificó el debate sobre los potenciales riesgos del uso extendido de la dieta keto. Referentes como el equipo de investigación de la Universidad de Utah insistieron en la necesidad de replantear su función como terapia en enfermedades metabólicas.
Otros hallazgos sobre la dieta keto
Por otro lado un estudio publicado por investigadores del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas en San Antonio en la revista Science Advances avanzó que una dieta cetogénica induce la senescencia celular en múltiples órganos, incluidos el corazón y el riñón.
El equipo alimentó a ratones durante tres semanas con un régimen en el que más del 90% de las calorías provenían de grasas y menos del 1% de carbohidratos, y luego analizó tejidos de órganos como el corazón, el riñón, el hígado y el cerebro. La evidencia demostró que los animales que habían seguido una dieta cetogénica tenían significativamente más células senescentes en sus órganos en comparación con aquellos con una dieta estándar.
La senescencia celular corresponde al proceso en que las células envejecidas dejan de dividirse pero no mueren, fenómeno vinculado con el envejecimiento y el aumento del riesgo de enfermedades. El mismo estudio detalló que “las dietas bajas en carbohidratos pueden ser proinflamatorias en ratones y aumentar los riesgos de fibrosis cardíaca y daño renal”.
Los autores observaron que restablecer una dieta estándar disminuyó el número de células senescentes. Aunque la dieta cetogénica mostró beneficios en el tratamiento de enfermedades específicas y efectos antiinflamatorios en la mediana edad, los investigadores advirtieron sobre posibles efectos negativos en la salud a largo plazo, especialmente en órganos clave como el corazón y el riñón.