El 16 de octubre, con el Día Mundial de la Alimentación, se pone en foco la influencia de la selección diaria de alimentos sobre la salud. Los datos disponibles muestran la magnitud de los desafíos actuales en Argentina, donde el crecimiento de las enfermedades ligadas a la alimentación atraviesa a todas las edades y sectores sociales.
Según especialistas consultados por Infobae, atender estos problemas requiere combinar cambios en los comportamientos individuales, transformaciones en las políticas y un mejor acceso a alimentos saludables.
Por qué se habla de alimentación cada 16 de octubre
La fecha busca “recordar que una alimentación saludable no es sinónimo de dieta estricta, sino la base para proteger la salud y prevenir enfermedades”, definió ante la consulta de este medio la médica especialista en Medicina Interna y Nutrición, magister en diabetes e integrante del Grupo de Obesidad de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), Marianela Aguirre Ackermann (MN 151.867).
Para los especialistas del Hospital Alemán, César Casavola (MN 62.047), jefe de Nutrición y Soporte Nutricional y presidente de la Sociedad Argentina de Médicos Nutricionistas y licenciada Cecilia de Pizzol, Jefa del Servicio de Alimentación, el Día Mundial de la Alimentación resulta propicio para “reflexionar sobre el valor de los alimentos no solo como fuente de energía, sino como cimiento del bienestar”.
El impacto trasciende la mesa familiar: la calidad de la dieta guarda relación directa con la expectativa de vida, la aparición de enfermedades crónicas y el bienestar mental.
Radiografía de la alimentación y el peso en Argentina
Según estimaciones del World Obesity Atlas 2025 y datos del Ministerio de Salud de la Nación, el 73% de los adultos en Argentina tiene exceso de peso y el 39% padece obesidad. Casavola y De Pizzol destacaron que “estas cifras ubican al país entre los de mayor crecimiento de la obesidad en Latinoamérica”.
La prevalencia de exceso de peso comienza a edades tempranas. “El 41,1% de los niños, niñas y adolescentes de entre 5 y 17 años presenta sobrepeso u obesidad”, indicaron los especialistas del Hospital Alemán. Entre los menores de cinco años, el 13,6% tiene exceso de peso y el 7,9% baja talla. Se trata de lo que los expertos denominan doble carga de malnutrición: “la convivencia de carencias y excesos en la alimentación, favorecida por el consumo de alimentos ultraprocesados y escasa presencia de vegetales y legumbres”, agregaron los profesionales.
En tanto, Aguirre Ackermann remarcó que “la desigualdad en el acceso y la calidad de los alimentos termina condicionando la salud: no se trata solo de cantidad, sino del perfil nutricional”.
Enfermedades asociadas a una alimentación deficiente
“Más del 70% de las muertes en Argentina se relaciona con enfermedades crónicas no transmisibles”, informaron Casavola y De Pizzol sobre el impacto directo de la dieta en la salud del país. Por su parte, Aguirre Ackermann puntualizó que “la forma en la que comemos está estrechamente relacionada con el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas y la mortalidad asociada”.
La médica detalló que el espectro de daños es amplio. “El riesgo de diabetes tipo 2 no depende sólo del exceso calórico o del peso: consumir alimentos de baja calidad metabólica, ricos en azúcares libres y pobres en fibra, aumenta la probabilidad de desarrollar la enfermedad, incluso en personas cuyo peso es considerado normal”, afirmó. Un metaanálisis publicado en BMJ, reseñado por Ackermann, respalda esa asociación.
También se describió el impacto cardiovascular. “Una dieta alta en sodio, grasas trans y productos ultraprocesados eleva la presión arterial y afecta el sistema vascular”, señaló Aguirre Ackermann. “El daño endotelial (NdR: el endotelio es la “piel interna” de las arterias) aparece incluso antes que los síntomas. Patrones como la dieta mediterránea pueden reducir el riesgo cardiovascular”, añadió, y citó un estudio publicado en la revista Circulation, según el que la dieta es uno de los determinantes más importantes en el riesgo cardiovascular, especialmente en relación al sodio, las grasas trans y el bajo consumo de frutas y vegetales.
En cuanto al cáncer, la nutricionista de la SAN advirtió que “hasta un tercio de los tumores podría prevenirse mediante alimentación adecuada y otros hábitos saludables; la inflamación crónica y el déficit en antioxidantes naturales aumentan ese riesgo”.
Los especialistas del Hospital Alemán sumaron su preocupación por el hígado graso no alcohólico, enfermedad que “progresa sin síntomas y se vincula directamente con dietas pobres en nutrientes y ricas en azúcares”, puntualizaron. La baja ingesta de hierro, zinc y vitamina A sigue afectando la inmunidad y el desarrollo cognitivo en la infancia, informaron.
Aguirre Ackermann subrayó la conexión entre la alimentación y el deterioro cognitivo: “Las dietas proinflamatorias y pobres en fibra no solo influyen en la salud física, sino también en el ánimo y la memoria. La alimentación moldea nuestra microbiota intestinal y, a través de la inflamación crónica, puede favorecer múltiples trastornos”.
La especialista diferenció, además, la malnutrición por exceso: “Se observa el fenómeno adverso de personas con sobrepeso u obesidad que al mismo tiempo tienen carencias de micronutrientes, lo que afecta el bienestar, la energía y la capacidad de recuperación”.
Para Casavola y De Pizzol, “el exceso calórico y la mala calidad dietaria amplifican riesgos metabólicos que van mucho más allá del peso”.
Trastornos relacionados: conductas alimentarias y diagnóstico de obesidad
Las problemáticas alimentarias también incluyen a los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), cuya prevalencia va en aumento. “Hay una demanda creciente de atención por cuadros como anorexia nerviosa, bulimia y trastorno por atracón, sobre todo en adolescentes”, señalaron los especialistas del Hospital Alemán. “Los TCA requieren detección temprana y tratamiento interdisciplinario”.
Respecto a la obesidad, Casavola y De Pizzol destacaron cambios recientes en el diagnóstico: “Ya no se utiliza solo el Índice de Masa Corporal. La ciencia reconoce una distinción entre obesidad preclínica —cuando hay exceso de grasa sin daño funcional— y la obesidad clínica, que implica alteraciones en órganos o dificultades para la vida diaria. Identificarlas permite personalizar las intervenciones y anticipar complicaciones”.
Aguirre Ackermann agregó que “focalizar únicamente en el peso corporal puede ser una trampa: muchas veces se observa que pacientes bajan kilos pero no logran mejorar indicadores metabólicos si no cambian la calidad del patrón alimentario”.
Cómo se define y sostiene una alimentación saludable
A la hora de delinear una alimentación saludable, la propuesta es clara y sencilla. “Debe priorizar alimentos frescos, variados y adaptados a la realidad de cada persona”, recomendó Aguirre Ackermann. “Incluye proteínas de calidad, grasas saludables, limita azúcares y sal, y deja margen para la flexibilidad y las elecciones progresivas”.
Casavola y De Pizzol enfatizaron la importancia de evitar dietas extremas o restrictivas “sin supervisión profesional, porque pueden generar déficits nutricionales y problemas de salud”. También sumaron que la educación alimentaria, la actividad física y el buen descanso son aliados clave.
Aguirre Ackermann destacó que “mejorar la calidad de la alimentación no siempre significa gastar más, sino dedicar más atención a las decisiones cotidianas: reemplazar bebidas azucaradas por agua, preferir frutas y legumbres locales e incorporar técnicas de cocina saludable”.
Políticas públicas y soluciones estructurales
Desde la sanción de la Ley 27.642, Argentina cuenta con el etiquetado frontal de advertencias en alimentos y bebidas envasadas con altos contenidos de azúcares, sodio, grasas o calorías. La medida, para Casavola y De Pizzol, “garantiza el derecho a la información y desalienta el consumo de ultraprocesados”.
El Ministerio de Salud trabaja en promover el acceso a alimentos frescos, la educación alimentaria y la reducción de bebidas azucaradas. Las Guías Alimentarias para la Población Argentina priorizan la elección de productos naturales o mínimamente procesados, el aumento en la ingesta de frutas, verduras y legumbres, y un consumo moderado de porciones.
Aguirre Ackermann sumó que “las acciones de fondo requieren un abordaje estructural: regular la publicidad, incentivar la producción local, desarrollar programas escolares de nutrición y favorecer la asesoría nutricional accesible en los servicios de salud pública”.
La alimentación como derecho, reto y oportunidad
El entorno social, el ingreso, los precios y hasta la publicidad inciden en qué se come todos los días. “Superar la crisis alimentaria requiere políticas públicas sostenidas, equipos de profesionales bien formados y una sociedad informada”, concluyeron Casavola y De Pizzol. Para Aguirre Ackermann, la alimentación saludable es “una estrategia de equidad y una inversión directa en la calidad de vida, no un privilegio ni una moda pasajera”.