
¿Puede el ambiente en los primeros días de vida marcar el rumbo emocional de un ser vivo? Cada vez más estudios coinciden en que las primeras experiencias dejan huellas profundas en el bienestar a largo plazo, y no solamente en los humanos.
Un nuevo experimento, realizado por científicos de la Universidad de Yale en modelos animales, refuerza esa idea: muestra que la incertidumbre y la calidad en los cuidados maternos impactan seriamente la salud mental y física a lo largo de la vida. Es que el entorno emocional en la infancia tiene el poder de influir en nuestros vínculos y en la manera de afrontar el estrés aun muchos años después.
Un experimento que revela lo que ocurre cuando falta previsibilidad en el cuidado
Un reciente estudio de la Universidad de Yale, publicado en eNeuro por la Society for Neuroscience, exploró cómo el entorno afecta el desarrollo de las crías en ratones. Al limitar los materiales para anidar, se forzó a las madres a brindar un cuidado impredecible. Como resultado, los roedores tuvieron niveles más altos de corticosterona, la hormona relacionada con el estrés, y sufrieron cambios evidentes en su desarrollo del apego, junto a un crecimiento físico más lento.

El grupo encabezado por Arie Kaffman grabó las interacciones entre madres y crías las 24 horas del día, observando en detalle los efectos de esta adversidad. El registro mostró que el cuidado, bajo estas condiciones, se volvió fragmentado e inconsistente. Así, al séptimo día, las crías ya presentaban más estrés y menos crecimiento.
Apego: entre la vulnerabilidad y la resiliencia
Al analizar el apego, el estudio halló que no todas las conductas cambiaron de la misma manera. Algunas, como la preferencia de los pequeños por su madre a los 18 días y la capacidad materna de suavizar el estrés a los ocho días, permanecieron sólidas.
Sin embargo, otras reacciones sí se vieron alteradas: las crías vocalizaron menos cuando las separaron de la madre, evitaron acercarse a ella y empezaron a expresar conductas similares a la ansiedad en la tercera semana de vida. Esto sugiere que la adversidad temprana genera un tipo de apego más evitativo, aunque ciertas formas de vínculo parecen resistir la dificultad.

Kaffman subrayó que existe un umbral a partir del cual el cuidado materno irregular empieza a afectar realmente el comportamiento de las crías, señalando que no siempre hay una relación directa y simple entre adversidad y cambios en el apego. El uso de herramientas avanzadas en este estudio permitió observar diferentes etapas y matices en este proceso.
El apego según la psicología: por qué es central para la salud mental
La idea de apego es clave en psicología. Según la American Psychological Association (APA), se trata de un lazo emocional especial, primero entre el niño y su cuidador principal, que proporciona seguridad y permite afrontar el mundo. El tipo de apego que se forma durante la infancia influye luego en la manera en que mostramos afecto, buscamos apoyo, manejamos las emociones y enfrentamos las dificultades.
Un apego seguro ayuda a crear confianza y flexibilidad emocional, mientras que los estilos inseguros, como el ansioso, evitativo o desorganizado, pueden aumentar el riesgo de problemas psicológicos más adelante.
La teoría del apego —respaldada por la APA y la comunidad científica— sostiene que la constancia y sensibilidad del cuidador marcan el desarrollo de estos estilos desde los primeros días de vida. Algo que, como muestra el experimento con ratones, ocurre también en otras especies.

En contextos de alta vulnerabilidad, los estilos inseguros aparecen con más frecuencia, afectando la salud a largo plazo. Aunque los científicos valoran la importancia del apego, todavía no conocen todos sus mecanismos biológicos, por lo que los modelos animales resultan útiles para avanzar en este campo.
El estudio de eNeuro también encontró diferencias y similitudes con investigaciones anteriores en ratas. Si bien la falta de materiales para nido produce cuidado materno errático y aumenta el estrés en las crías tanto en ratas como en ratones, algunas conductas específicas de apego parecen más resistentes en los ratones, lo que abre nuevos caminos para investigar los factores genéticos y moleculares involucrados.
En definitiva, estos resultados refuerzan la idea de que un entorno adecuado es esencial para un apego saludable y el bienestar de la descendencia. Un mensaje que la Society for Neuroscience y la APA consideran fundamental para orientar prácticas clínicas y futuras investigaciones: comprender el apego es un paso clave para mejorar la salud emocional a lo largo de toda la vida.
