Los pensamientos negativos recurrentes y su efecto en la salud mental es un fenómeno cada vez más estudiado por los científicos. Diversas investigaciones ya apuntaron que pueden ser causa de estrés y ansiedad, y nuevos análisis revelaron otros efectos colaterales sobre la salud física y cerebral.
En un estudio reciente, investigadores realizaron un análisis de casi 20.000 escáneres cerebrales y encontraron que las personas con una mentalidad negativa presentan un flujo sanguíneo reducido en áreas clave del cerebro, lo que afecta no solo su estado de ánimo, sino también su memoria y capacidad para regular el estrés.
Esta conclusión, publicada en la revista Depression and Anxiety, surgió de una investigación realizada por Amen Clinics, una empresa de diagnóstico de salud cerebral en Estados Unidos. El análisis, liderado por el psiquiatra y especialista en trastornos cerebrales doctor Daniel Amen, identificó que el sesgo de negatividad no solo se asocia con síntomas emocionales, sino también con alteraciones físicas en el cerebro.
El doctor Enrique De Rosa Alabaster, médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista, ya había hecho referencia en Infobae a que “la investigación en neurociencias ha demostrado que los patrones de pensamiento repetitivos pueden alterar las vías neuronales, el famoso “cableado”.
“Las cogniciones negativas fortalecen los circuitos neuronales asociados con el malestar, haciendo que estos patrones sean más automáticos con el tiempo», completó el doctor De Rosa Alabaster.
Cuál es la relación entre negatividad y cerebro
Los investigadores explicaron que en las personas con un sesgo de negatividad consciente elevado, “los aspectos negativos o las amenazas en una situación se magnifican, influyendo significativamente en las decisiones y los comportamientos, en lugar de enfatizar los aspectos positivos. Esto afecta la regulación diaria de los pensamientos y las emociones”.
Así, para el estudio, el equipo de Amen Clinics examinó los escáneres cerebrales y datos cognitivos de pacientes diagnosticados con trastornos de ansiedad. El doctor Daniel Amen, fundador de la clínica y coautor del estudio, explicó a Fox News que “el alcance de las anomalías físicas del cerebro, especialmente en áreas que antes no estaban vinculadas al procesamiento emocional, como el cerebelo, fue sorprendente”.
Los investigadores observaron que quienes mostraban un mayor sesgo de negatividad tenían un flujo sanguíneo reducido en los lóbulos frontal, temporal y parietal, regiones fundamentales para la toma de decisiones, la memoria y la regulación emocional.
También se descubrió que los participantes con una mentalidad más negativa presentaban “niveles significativamente más altos” de depresión, ansiedad, ideación suicida, inestabilidad emocional, mala memoria y dificultades para regular el estrés.
El doctor Amen puntualizó que “no solo empeoraron los síntomas del estado de ánimo, sino que también se vieron comprometidas las capacidades de pensamiento reales, especialmente la memoria y la resiliencia”. Estas observaciones sugieren que el impacto de una mentalidad negativa va más allá de lo emocional y afecta funciones cognitivas esenciales.
El doctor Amen añadió: “Esta investigación respalda lo que he argumentado durante mucho tiempo: la enfermedad mental es una enfermedad cerebral”. Además, enfatizó que “hasta que no empecemos a observar el cerebro, en psiquiatría estaremos a ciegas”.
Esta perspectiva propone un cambio en la forma en que se aborda la salud mental, sugiriendo que el diagnóstico y tratamiento deben centrarse en el funcionamiento cerebral.
A pesar de la relevancia de los hallazgos, el estudio presenta limitaciones. “El estudio muestra asociación, no causalidad”, declaró Amen. “Si bien el sesgo de negatividad se correlaciona con la disfunción, no la causa definitivamente”.
El doctor Amen también destacó la importancia de optimizar la salud cerebral y fomentar una mentalidad positiva. “Si queremos tomar la salud mental en serio, hay que fijarse en el cerebro”, afirmó.
Según el especialista, el sesgo de negatividad no debe considerarse simplemente como una “mala actitud”, sino como “un patrón neurológico que puede derivar en un colapso cognitivo y emocional grave”.
“En conclusión, nuestros hallazgos indican que el sesgo de negatividad se asocia con una disfunción generalizada en múltiples redes cerebrales, lo que resulta en síntomas de inestabilidad emocional, déficits en el control cognitivo y desregulación del estado de ánimo. Estos resultados subrayan la importancia de abordar el sesgo de negatividad en las intervenciones terapéuticas dirigidas a mejorar los resultados emocionales y cognitivos de las personas con ansiedad y depresión”, dijeron los investigadores.
Además, el Dr. Amen sugirió que las prácticas diarias de positividad pueden resultar beneficiosas para la salud cerebral. “Investigaciones más amplias sugieren que el ejercicio, la meditación, el consumo de omega-3, llevar un diario de gratitud y la respiración profunda pueden ayudar a reconfigurar el sesgo de negatividad con el tiempo”, afirmó.