“Tarde o temprano, hay que renunciar a toda esperanza de un pasado mejor”. Con esta frase, el psicoterapeuta Irvin Yalom resume una de las ideas centrales que el psicólogo Scott Barry Kaufman defiende en su más reciente libro, un concepto que abordó también en una entrevista difundida por el pódcast Modern Wisdom.
Según el psicólogo, la resiliencia y la esperanza no son cualidades innatas, sino procesos que pueden desarrollarse, incluso cuando el pasado parece pesar demasiado.
Kaufman sostuvo que muchas personas se convierten en prisioneras de su historia personal, rumiando sobre lo que no pueden cambiar y permitiendo que el dolor defina su identidad. “No deberíamos ser prisioneros de nuestro pasado, por mucho que lo deseemos, nada va a cambiarlo”, afirmó el psicólogo.
¿Qué es la mentalidad de víctima?
La mentalidad de víctima, según Kaufman, consiste en atribuir los problemas personales a factores externos como personas, grupos o el destino y evitar asumir responsabilidad por las propias acciones.
También se caracteriza por un pensamiento repetitivo persistente sobre la experiencia de haber sido perjudicado, dificultando el pensamiento orientado a soluciones.
“Quizá lo más importante de la definición es que puedes obsesionarte con la venganza y rara vez piensas en cómo avanzar en tu vida”, explicó el psicólogo en la entrevista con Chris Williamson durante el podcast Modern Wisdom.
Si bien todos pueden experimentar esta actitud en ciertos momentos, advierte que convertirla en parte esencial de la identidad limita la capacidad de acción.
Esta forma de pensar puede manifestarse en situaciones comunes, como una espera prolongada o la interpretación negativa de gestos ambiguos.
“Es fácil caer en la idea de que merecemos estar al frente de la fila porque nuestro día fue peor que el de los demás”, ejemplificó Kaufman. También alude a la tendencia de percibir hostilidad en actitudes neutras, como no recibir una sonrisa de vuelta.
Orígenes: genética, crianza y trauma
Kaufman señaló que esta mentalidad surge de una combinación de factores biológicos y ambientales. “Todo proviene de una mezcla de naturaleza y crianza”, afirmó en el podcast Modern Wisdom.
También agregó que ciertas disposiciones de personalidad predisponen a algunas personas a adoptar este enfoque, aunque aclara que se trata de un estado psicológico influido por las experiencias vividas.
Respecto al trauma, sostiene que no se encuentra en el cuerpo, sino en la narrativa mental que se construye. “La historia del trauma está en el cerebro, no en el cuerpo”, indicó.
Esta interpretación puede modificarse con el tiempo, especialmente con ayuda terapéutica o por influencia del entorno. Si bien menciona estudios sobre herencia epigenética, señaló que los efectos más allá de una o dos generaciones no tienen respaldo sólido.
Críticas a las terapias centradas en el pasado
El psicólogo expresó cautela frente a las terapias centradas exclusivamente en experiencias pasadas, como las trauma informed therapies. Aunque reconoce su utilidad en ciertos casos, advierte del riesgo de reducir a las personas a su dolor. “Si solo te ves a través del lente de tu victimización, tu potencial queda en segundo plano”, advirtió.
Planteó que es posible validar el sufrimiento sin convertirlo en el núcleo de la identidad. “No estoy en el juego de avergonzar a nadie, pero tampoco de diagnosticar. Quiero validar el sufrimiento real y, al mismo tiempo, creer en el potencial superior de las personas”, comentó. Por ello, valoró enfoques terapéuticos orientados al futuro, como el coaching, centrados en la acción y el desarrollo personal.
Alta sensibilidad como fortaleza
En cuanto a la personalidad y la sensibilidad, Kaufman defiende una visión integradora que combine lo genético con el entorno. “Prefiero un mundo donde naturaleza y crianza contribuyen, en vez de uno determinado solo por los genes o el ambiente”, sostuvo.
Define la alta sensibilidad como una interacción entre neuroticismo (propensión a la ansiedad) y apertura a la experiencia (capacidad de apreciar la belleza).
Estas personas captan más matices del entorno, lo que puede resultar abrumador, pero también brinda ventajas en creatividad, empatía y sensibilidad estética. “No seas víctima de tu alta sensibilidad; transfórmala en una fortaleza”, aconsejó.
Estudios citados por el autor indican que esta característica estimula la creatividad, en particular en contextos artísticos, y favorece una mejor comprensión interpersonal. Sin embargo, advirtió sobre el riesgo de convertir la sensibilidad en una identidad que demande una adaptación continua del entorno.
Cultura digital y exaltación del sufrimiento
Según Modern Wisdom, Kaufman observó que la cultura contemporánea y las redes sociales favorecieron la adopción de la victimización como identidad. “Las redes sociales, especialmente TikTok, incentivan la identidad de víctima”, afirmó.
Comentó que muchos adolescentes buscan pertenecer a colectivos marginados como vía de validación, lo que refuerza la idea de que el sufrimiento otorga estatus.
Relaciona este fenómeno con lo que llama “olimpiadas de la victimización”, una competencia histórica por ocupar el lugar de quien merece atención y apoyo.
“A lo largo de la historia humana, existió una guerra por ese codiciado asiento”, afirmó. En redes sociales, las narrativas de vulnerabilidad suelen tener mayor visibilidad, lo que puede derivar en una “vulnerabilidad performativa”.
Además, alertó sobre el riesgo de establecer jerarquías de sufrimiento que excluyan a quienes no encajan en ciertos perfiles. “Sufrir no es una competencia; todos merecen ser escuchados y validados”, enfatizó en la entrevista del podcast Modern Wisdom.
Superar la mentalidad de víctima
Para Kaufman, superar esta mentalidad requiere empoderamiento personal, resiliencia y autorregulación emocional. Sugiere no identificarse con el dolor ni con rasgos negativos, sino transformarlos en fortalezas.
Destacó el valor de la flexibilidad psicológica, un principio de la terapia de aceptación y compromiso (ACT), que permite actuar según los valores personales pese a emociones difíciles.
“La clave es no tomar las emociones como hechos, sino como señales, y no actuar de inmediato sobre ellas”, explicó. También añadió que la tolerancia a la incomodidad emocional es una habilidad que puede entrenarse.
El psicólogo subrayó que la esperanza y la resiliencia no surgen de forma automática, sino que requieren práctica y esfuerzo. “Tenemos reservas de resiliencia mucho más profundas de lo que creemos, pero no nos damos la oportunidad de ponerlas a prueba porque evitamos lo que tememos”, concluyó.