Los especialistas coinciden en que una alimentación con frutas verduras cereales integrales y grasas saludables es clave para prevenir el desarrollo de grasa (Imagen Ilustrativa Infobae)

Según los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés), la enfermedad del hígado graso no alcohólica es una afección en la cual se acumula un exceso de grasa en ese órgano ubicado en la parte superior del abdomen, sin que esto se deba al consumo excesivo de alcohol.

De acuerdo con MedlinePlus, existen dos tipos. El primero es el hígado graso simple, en el que hay grasa pero poca o ninguna inflamación o daño en las células. El segundo tipo es la esteatosis hepática no alcohólica, en la que hay inflamación, deterioro celular y presencia de grasa. Esto último puede provocar fibrosis o cicatrización, y en algunos casos derivar en cirrosis o cáncer.

Los especialistas coinciden en que llevar una dieta saludable con frutas, verduras, cereales integrales y grasas saludables es vital para prevenir esta afección. Al mismo tiempo, hay que limitar, entre otras cosas, las bebidas con azúcar, como los refrescos, las bebidas deportivas, los jugos y el té dulce, según Mayo Clinic.

Cabe recordar, en ese sentido, que otra de las afecciones es la enfermedad del hígado graso por alcohol, que se debe al consumo elevado de bebidas alcohólicas.

La detección del hígado graso puede ser compleja por la falta de síntomas iniciales, y suele diagnosticarse a través de estudios hepáticos realizados por otros motivos, según advierte la American Liver Foundation

En Harvard Health han indicado: “El hígado es el órgano interno más grande del cuerpo. Con un tamaño similar al de un balón de fútbol americano y un peso aproximado de 1.4 kg, realiza más de 500 funciones. Algunas de sus tareas diarias incluyen producir colesterol, producir bilis para digerir las grasas y filtrar toxinas mortales de la sangre. A pesar de su poder, no es inmune a las enfermedades. Una de sus mayores amenazas es la enfermedad del hígado graso no alcohólico, la enfermedad hepática más común a nivel mundial. La diabetes y la obesidad son los principales factores de riesgo”.

Cómo saber si tengo hígado graso

De acuerdo con la American Liver Foundation, detectar el hígado graso puede ser complejo, ya que los síntomas son escasos en las fases iniciales.

A menudo, el diagnóstico surge cuando se realizan estudios hepáticos por otros motivos y se obtienen resultados anormales. Para confirmar el diagnóstico, el médico evalúa la historia clínica del paciente, realiza un examen físico y solicita diferentes estudios, que pueden incluir análisis de sangre, estudios por imágenes y, en algunos casos, una biopsia.

Determinados signos de alerta se relacionan con la presencia de factores de riesgo: en casos de sobrepeso, antecedentes familiares de diabetes tipo 2 o niveles elevados de colesterol, las consultas médicas periódicas son fundamentales. Solo en algunos cuadros puede haber síntomas como cansancio o dolor en el lado superior derecho del abdomen.

El consumo de alcohol debe minimizarse en personas con hígado graso ya que el proceso de descomposición del alcohol en el organismo puede generar sustancias que dañan las células hepáticas y debilitan las defensas naturales (Imagen Ilustrativa Infobae)

Qué alimentos se deben evitar si tengo hígado graso

Según los NIH, si una persona tiene esta afección, el médico podría recomendarle adelgazar gradualmente en caso de sobrepeso u obesidad.

También puede sugerir cambios en la alimentación, como limitar el consumo de grasas —por su alto contenido calórico y su relación con el aumento de peso— y reemplazar las saturadas y trans por insaturadas, en especial ácidos grasos omega-3, que podrían reducir el riesgo de enfermedad cardíaca.

Además, se aconseja priorizar alimentos con bajo índice glucémico, como frutas, verduras y cereales integrales, que impactan menos en la glucosa en sangre que otros con índice glucémico alto, como pan blanco, arroz blanco y papas.

El patrón alimentario mediterráneo incluye aceite de oliva, nueces, frutas, verduras, legumbres y pescado, y limita la carne roja, los productos de panadería industrial y los dulces, siendo una estrategia nutricional respaldada por evidencia (Imagen Ilustrativa Infobae)

Otro punto importante es evitar productos con grandes cantidades de azúcares simples, en particular la fructosa, presente en refrescos endulzados, bebidas deportivas, té azucarado y jugos. El azúcar de mesa, o sacarosa, se convierte rápidamente en glucosa y fructosa durante la digestión, lo que la vuelve una fuente relevante de esta última.

También se debe minimizar el consumo de alcohol, ya que puede agravar el daño hepático.

El hígado descompone la mayor parte del alcohol que se ingiere para eliminarlo del cuerpo, pero ese proceso puede generar sustancias que dañan sus células, provocan inflamación y debilitan las defensas naturales del organismo. A mayor consumo, mayor es el daño hepático. Esta afección representa la fase más temprana de la enfermedad hepática por alcohol, cuyas etapas siguientes son la hepatitis alcohólica y la cirrosis.

En caso de sobrepeso u obesidad el médico puede sugerir una pérdida gradual de peso como parte del tratamiento para reducir la grasa acumulada en el hígado, evitando así complicaciones mayores según los NIH (Imagen Ilustrativa Infobae)

Cuáles son los alimentos más sanos para el hígado graso

Según AARP, uno de los patrones de alimentación adecuado para personas con hígado graso es la dieta mediterránea. Diversos estudios científicos señalan que este enfoque, rico en grasas monoinsaturadas y ácidos grasos omega-3, y bajo en carbohidratos, ofrece beneficios significativos.

La recomendación es incorporar aceite de oliva, nueces, frutas, verduras, legumbres y pescado, y limitar productos como pan, pastas, pasteles, dulces y chocolates.

De acuerdo con Mayo Clinic, la dieta mediterránea se basa en los hábitos culinarios tradicionales de los países ubicados junto al mar Mediterráneo.

Aunque no tiene una definición única, en general se caracteriza por un alto consumo de vegetales, frutas, cereales integrales, frijoles, frutos secos, semillas, aceite de oliva y condimentos naturales como hierbas y especias. Este patrón alimentario promueve la incorporación diaria de alimentos de origen vegetal, el consumo semanal de pescado, aves, huevos y legumbres, y porciones moderadas de productos lácteos. Además, sugiere reducir tanto la carne roja como aquellos productos con azúcares añadidos.