Sentir fatiga sin causa aparente, notar cambios en el cabello o las uñas, o experimentar molestias en la boca pueden indicar que el organismo no recibe los nutrientes esenciales necesarios. Según advierte Very Well Health, identificar estos síntomas de deficiencia de nutrientes con anticipación es esencial para evitar complicaciones de salud graves. Resulta fundamental conocer las principales señales de alerta, los nutrientes implicados y las estrategias para prevenir o revertir estas deficiencias.
Una deficiencia nutricional puede marcar la diferencia entre mantener una buena salud y desarrollar problemas crónicos. Las carencias de vitaminas y minerales suelen pasar desapercibidas en etapas tempranas, pero el cuerpo emite señales que, si se reconocen, permiten intervenir antes de que la situación empeore. Very Well Health destaca que tanto una ingesta insuficiente como las dificultades en la absorción pueden desencadenar estos cuadros, por lo que controlar los síntomas es fundamental.
Fatiga persistente, pelo y uñas: señales de alerta
Entre los síntomas más frecuentes, la fatiga inexplicable surge como uno de los primeros indicios. La falta de energía puede estar ligada a deficiencias de vitaminas del grupo B, especialmente B12, además de hierro o vitamina D.
Para corregir estos déficits, se aconseja incorporar carnes rojas, huevos, productos lácteos, pescados como el atún o el salmón, cereales y jugos fortificados. Cuando existen problemas de absorción, los profesionales pueden indicar suplementos específicos, como inyecciones de B12 o preparados de hierro, bajo control médico.
El estado del pelo constituye un reflejo de la salud nutricional. La presencia de pelo quebradizo o seco se asocia con la carencia de zinc. Para revertir esta situación, Very Well Health recomienda aumentar el consumo de pollo, pescados, mariscos, carnes rojas y cereales fortificados. La suplementación con zinc es una alternativa, aunque debe ser indicada de forma profesional.
Las uñas también ofrecen pistas importantes. La aparición de estrías o la formación de uñas en forma de cuchara (koiloniquia) suele vincularse con la anemia por falta de hierro. Si surgen estos signos, se sugiere incrementar el consumo de hierro a través de la alimentación y recurrir a suplementos si el especialista lo considera necesario, siempre bajo estricta supervisión.
Síntomas en boca, estado de ánimo y otros indicadores
Alteraciones en la boca —como lengua dolorida, cambios de color o grietas en las comisuras— pueden señalar una carencia de vitamina B2 (riboflavina), zinc o folato. Consumir más carnes, productos lácteos y alimentos fortificados contribuye a solucionar estos síntomas. La pérdida del sentido del gusto se asocia con la deficiencia de zinc y folato, y suele revertirse a través de la corrección nutricional.
Cambios en el estado de ánimo, como irritabilidad, apatía o depresión, suelen acompañar a la anemia por falta de folato. La disminución del apetito, por su parte, suele estar relacionada con la deficiencia de zinc. Aunque estos síntomas son menos específicos, adquieren relevancia dentro del contexto general.
La caída intensiva del cabello, más allá de lo habitual por la edad, puede deberse a una alimentación insuficiente o a la falta de ácidos grasos omega 3 y 6, vitamina B3 (niacina), vitamina D o zinc. Very Well Health señala que la suplementación con zinc, ácido araquidónico (omega-6) y vitamina E puede favorecer el crecimiento capilar, aunque la evidencia científica está en desarrollo.
Las heridas que demoran en cicatrizar sugieren una insuficiencia de zinc, vitamina C o vitamina K. La recuperación suele mejorar al corregirse el déficit mediante dieta o suplementos, siempre con orientación médica.
Una sensación de ardor en los pies o la lengua podría asociarse a la falta de vitamina B12 (cobalamina), en ocasiones junto a hormigueo en extremidades. Estos cuadros requieren atención profesional e incluso tratamiento con suplementos o inyecciones.
El dolor óseo, si aparece junto a fatiga, debilidad muscular o alteraciones del ánimo, puede deberse a la deficiencia de vitamina D. En estos casos, los especialistas pueden optar por suplementos orales o inyectables y sugerir una mayor exposición solar para estimular la síntesis de vitamina D.
Las alteraciones del ritmo cardíaco, como arritmias, se han vinculado tanto a la deficiencia de vitamina D como a la anemia por falta de hierro. La recomendación incluye aumentar el consumo de alimentos fortificados, consultar sobre suplementos y valorar la exposición solar.
La disminución de la visión nocturna constituye una señal de alarma por falta de vitamina A, nutriente esencial para la salud visual. Entre los alimentos recomendados figuran mantequilla, crema, yema de huevo, aceite de hígado de pescado y leches fortificadas. En cuadros graves, el tratamiento médico con dosis elevadas puede revertir la deficiencia.
Deficiencias comunes, grupos de riesgo y prevención
En cuanto a prevalencia, Very Well Health señala que el folato, el hierro, la vitamina A, la vitamina B6, la vitamina D y la vitamina E son los nutrientes cuya carencia es más frecuente, especialmente en Estados Unidos. Sin embargo, cualquier nutriente puede faltar si la dieta resulta inadecuada o existen dificultades de absorción.
Ciertos grupos presentan mayor riesgo: personas con enfermedades crónicas, mujeres embarazadas, quienes tienen trastornos alimentarios, enfermedades autoinmunes o gastrointestinales y personas vegetarianas o veganas. La edad, el sexo y el origen étnico también influyen en la vulnerabilidad ante estas carencias.
Si bien los síntomas ofrecen señales de alerta, los especialistas insisten en que no es posible confirmar una deficiencia solo por la presencia de estos signos. Very Well Health recalca que se requiere un análisis de sangre para establecer los niveles de nutrientes como hierro, vitamina B12 y vitamina D, y que es indispensable consultar siempre a un profesional antes de iniciar cualquier tratamiento o suplementación.
Para reducir el riesgo de deficiencias nutricionales, es esencial priorizar alimentos fortificados, mantener una dieta variada y suficiente en calorías, gestionar de manera adecuada las condiciones médicas subyacentes y ajustar el uso de suplementos bajo indicación profesional.