La colocación de tubos auditivos es recomendada en niños con infecciones de oído frecuentes o acumulación persistente de líquido en el oído medio (Imagen Ilustrativa Infobae)

La colocación de tubos auditivos es un procedimiento frecuente en la atención pediátrica, indicado principalmente para niños que presentan infecciones de oído repetidas o mantienen acumulación de líquido en el oído medio.

Según Mayo Clinic, estos dispositivos —también llamados tubos de ventilación, de timpanostomía o de igualación de presión— facilitan la entrada de aire al oído medio y mejoran la audición, pudiendo reducir la frecuencia de infecciones y brindar un alivio rápido a los pequeños pacientes.

Los tubos auditivos son diminutos, fabricados de plástico o metal, y se colocan de manera quirúrgica en el tímpano. Su función principal es permitir el paso de aire y favorecer el drenaje del líquido detrás del tímpano.

Mayo Clinic precisa que la mayoría de los tubos está diseñada para desprenderse de manera espontánea entre 4 y 18 meses después de la intervención; en ese momento, el orificio en el tímpano suele cerrarse sin necesidad de un procedimiento extra. En casos puntuales, se introducen tubos de mayor duración, que podrían requerir extracción o cierre quirúrgico posterior.

Principales motivos y consecuencias de la otitis media

La principal motivación para la colocación de estos tubos radica en la prevalencia de la otitis media durante la infancia. Esta afección, caracterizada por la inflamación e infección del oído medio a causa de bacterias o virus, favorece la acumulación de líquido y, a menudo, causa molestias persistentes.

Los tubos auditivos permiten el paso de aire al oído medio, lo que ayuda a aliviar la presión y favorece la recuperación auditiva (Imagen Ilustrativa Infobae)

Como señala Mayo Clinic, se recomienda el procedimiento para niños que atraviesan tres o más episodios infecciosos en seis meses, o cuatro o más en un año. También se indica cuando, tras una infección, el líquido persiste (otitis media con efusión) o si existen problemas en la trompa de Eustaquio, la cual contribuye a igualar la presión y drenar el oído medio.

Complicaciones como la pérdida temporal de audición o las alteraciones en el equilibrio pueden interferir con el lenguaje y el aprendizaje en los primeros años de vida, precisó la fuente.

El procedimiento quirúrgico para implantar tubos auditivos se realiza bajo anestesia general y suele durar alrededor de 15 minutos. El cirujano realiza una pequeña incisión en el tímpano utilizando un bisturí o láser, extrae el líquido presente y coloca el tubo en la apertura creada. Durante la intervención, el equipo médico supervisa los signos vitales del paciente en todo momento.

Tras la cirugía, el niño permanece en observación y, si no surgen complicaciones, puede regresar a su domicilio al cabo de unas horas. Generalmente, se reincorpora a sus actividades habituales en las 24 horas posteriores.

Beneficios y posibles complicaciones

Entre los beneficios más destacados del procedimiento figura la disminución de infecciones de oído y la mejora de la audición, el desarrollo del habla y aspectos del comportamiento y el sueño en niños que sufrían molestias crónicas previas.

Mayo Clinic resalta que la presencia de tubos auditivos también permite un drenaje más eficiente y la administración directa de medicamentos en caso de infecciones resistentes al tratamiento convencional.

Aunque el riesgo de complicaciones es bajo, existen algunas eventualidades a considerar. Entre los posibles problemas, Mayo Clinic menciona sangrado, infección, drenaje persistente, obstrucción del tubo por sangre o moco, cicatrices o debilitamiento del tímpano, caída precoz o retención prolongada del tubo, y cierre incompleto del orificio tras la extracción.

El uso de anestesia general, necesario para el procedimiento, implica un riesgo bajo en niños sanos; sin embargo, pueden presentarse episodios esporádicos de náuseas, dificultades respiratorias, reacciones alérgicas o alteraciones del ritmo cardíaco.

El uso de tubos auditivos mejora la capacidad auditiva y favorece el desarrollo del habla infantil según Mayo Clinic (Imagen Ilustrativa Infobae)

Recomendaciones para el seguimiento y la consulta médica

El seguimiento médico es fundamental después de la intervención para identificar oportunamente cualquier complicación y confirmar que los tubos permanecen en su lugar y funcionan correctamente.

Mayo Clinic recomienda una revisión entre dos y cuatro semanas después de la cirugía, así como controles regulares cada cuatro a seis meses, con el otorrinolaringólogo o el médico de cabecera. En algunos casos se prescriben gotas antibióticas, que deben utilizarse conforme a las indicaciones profesionales. Por lo general, solo una minoría de niños requiere usar tapones durante el baño o la natación. Si hubo una alteración auditiva antes de la cirugía, puede indicarse una evaluación auditiva para controlar los resultados.

Signos que justifican una consulta médica inmediata incluyen la aparición de secreciones amarillas, marrones o con sangre durante más de una semana, dolor persistente, pérdida de audición o problemas de equilibrio. Estos síntomas pueden advertir complicaciones que exigen valoración médica, según remarca Mayo Clinic.

Pese a los beneficios de la cirugía, la presencia de tubos no elimina por completo la posibilidad de nuevas infecciones de oído; por ello, mantener el control y la comunicación con el equipo médico sigue siendo esencial mientras los tubos estén presentes.