Escuchar música después de vivir una experiencia positiva o negativa puede modificar el modo en que se recuerdan esos momentos, pero el impacto depende de la reacción emocional que provoca en cada individuo.
En ese sentido, una investigación realizada por neurocientíficos de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA) analizó si la música empleada tras una actividad posee potencial como herramienta terapéutica, con posibles aplicaciones para personas mayores y pacientes con trastornos de memoria como Alzheimer, ansiedad o trastorno de estrés postraumático (TEPT).
Influencia de la música y la activación emocional
El grupo de expertos, encabezado por Stephanie Leal y Kayla R. Clark, comprobó que la música afecta la memoria de manera diferente dependiendo del nivel de activación emocional generado.
Leal explicó: “Descubrimos que la música, ya fuera negativa, positiva o familiar, no influía tanto en la memoria como la respuesta emocional que sentían las personas al escucharla”.
El estudio identificó que existe un nivel óptimo de activación emocional: la evocación moderada facilita el recuerdo de los detalles de una experiencia, mientras que una activación demasiado intensa o escasa debilita la memoria detallada pero mejora la retención de la esencia general de lo vivido.
Los investigadores evaluaron a 130 estudiantes universitarios, quienes observaron cerca de 100 imágenes de objetos cotidianos. Luego, escucharon música clásica durante 10 minutos.
Al estabilizar sus niveles emocionales, participaron en pruebas de memoria donde distinguían entre imágenes idénticas, similares o nuevas, respecto a las vistas antes.
Además, informaron sobre su familiaridad con la música y sus sensaciones emocionales durante la escucha.
Resultados y oportunidades para la terapia
El análisis mostró que la música, respecto al silencio o sonidos neutros, elevó la activación emocional en los participantes.
El efecto en la memoria, sin embargo, fue desigual: se identificaron tres tipos de respuestas emocionales al escuchar música, aumentos grandes, aumentos moderados y disminuciones moderadas de activación.
Las personas con aumentos moderados de activación recordaron mejor los detalles, mientras que quienes experimentaron aumentos grandes o disminuciones moderadas rememoraron mejor la información general pero no los detalles.
En los grupos de control, las disminuciones de activación se asociaron a un mejor desempeño tanto en la memoria general como en la detallada, un patrón diferente al observado con la música.
Estos resultados plantean que la música modula la memoria de acuerdo a la respuesta emocional individual. Según el estudio, el recuerdo fluctúa entre la capacidad para retener detalles específicos y la de capturar la esencia de una experiencia. La influencia de la música sobre el hipocampo, estructura cerebral fundamental para consolidar recuerdos, sería clave en este proceso.
“La música tiene la capacidad de influir en una parte del cerebro llamada hipocampo, esencial para convertir las experiencias en recuerdos”, señaló Leal. El momento en que se escucha la música, en especial después de la experiencia, determina su efecto en la memoria.
Las aplicaciones terapéuticas de este hallazgo pueden impactar en el bienestar de muchos. Utilizar música que provoque una activación emocional moderada tras una experiencia podría ayudar tanto a personas mayores a mantener su agudeza mental, como a quienes inician un proceso de Alzheimer.
Para cuadros de ansiedad o TEPT, la música podría emplearse para priorizar la memoria de la esencia y mitigar el peso de los recuerdos traumáticos.
Sin embargo, la clave es adaptar la intervención: la respuesta emocional óptima es única en cada persona, por lo tanto, seleccionar la música ideal para cada caso es fundamental.
La profesora Leal insistió en la importancia de ajustar las intervenciones musicales a cada individuo. “La música ayudó con la memoria detallada, pero solo cuando el nivel de activación emocional era el adecuado para esa persona”, afirmó.