La actividad física trasciende el objetivo estético o la búsqueda de mayor resistencia. Cada movimiento desencadena procesos internos que remodelan el equilibrio de las grasas en la sangre y optimizan la salud cardiovascular.
Ya no se trata solo de “verse bien”: la ciencia confirma que el ejercicio regular provoca cambios biológicos capaces de marcar la diferencia en la prevención de infartos, accidentes cerebrovasculares y otros padecimientos cardíacos que afectan al mundo moderno.
El ejercicio, lejos de ser una recomendación superficial, se convierte en un verdadero escudo natural para el corazón. Su acción es profunda y persistente, ya que impacta en el funcionamiento de las arterias y ayuda a evitar riesgos silentes que pueden comprometer la vida.
Según la Escuela de Salud Pública de Harvard, la constancia en la actividad física ayuda a mantener vasos sanguíneos saludables y a disminuir de manera notable el colesterol perjudicial, un factor fundamental en la prevención de enfermedades cardiovasculares.
El ejercicio regular fortalece el cuerpo y transforma el perfil de colesterol sanguíneo, considerado esencial en la prevención de enfermedades cardíacas.
Según Verywell Health y la Escuela de Salud Pública de Harvard, la actividad física frecuente eleva el colesterol HDL (“bueno”) y reduce el colesterol LDL (“malo”), lo que favorece arterias más limpias y un menor riesgo de infarto y accidente cerebrovascular.
¿Cómo actúan el colesterol HDL y LDL en el organismo?
El colesterol HDL impulsa un sistema de limpieza natural, al transportar el exceso de LDL desde la sangre hasta el hígado, donde se procesa y elimina. Estudios citados por Verywell Health y Harvard demuestran que el ejercicio incrementa los niveles de HDL, asociándose con una probabilidad menor de desarrollar enfermedades cardiovasculares.
Cuando el HDL crece, dificulta que el LDL se adhiera a las paredes arteriales y reduce la formación de placas, minimizando amenazas a la salud.
El colesterol LDL, aunque necesario en pequeñas cantidades, promueve la formación de placas cuando aumenta en exceso, lo que puede provocar aterosclerosis, limitar el flujo sanguíneo y derivar en infartos o accidentes cerebrovasculares. Investigaciones señalan que un aumento en la actividad física puede disminuir el LDL entre 3 y 6 miligramos por decilitro (mg/dL).
La Asociación Americana del Corazón recomienda recetar ejercicio a adultos con presión arterial y colesterol ligeramente elevados, destacando la importancia del movimiento en la prevención primaria.
Impacto del ejercicio sobre el colesterol y otros lípidos
La actividad física optimiza el uso de las grasas como fuente de energía, ayudando a reducir el colesterol no saludable en la sangre. Además, favorece la capacidad del corazón para procesar lípidos, incluido el colesterol y los triglicéridos, evitando que se formen depósitos que obstruyan las arterias. Tanto especialistas de Verywell Health como Harvard resaltan que quienes practican ejercicio con regularidad logran un perfil lipídico más equilibrado.
Todo movimiento suma, pero existen pautas internacionales que marcan el estándar para obtener beneficios cardiovasculares reales: al menos 150 minutos semanales de ejercicio aeróbico moderado o 75 minutos de actividad vigorosa.
A este tiempo se deben añadir dos o más sesiones de entrenamiento de fuerza cada semana. Un estudio publicado por Verywell Health y Harvard en hombres jóvenes sanos comprobó que la actividad física constante durante 12 semanas mejoró no solo el perfil de lipoproteínas, sino también la condición física y la composición corporal.
Entre los ejercicios aeróbicos sugeridos para mejorar el perfil de colesterol se incluyen caminar a paso ligero, ciclismo, natación, remo, saltar la cuerda, correr, uso de elíptica y actividades vigorosas en el jardín.
Para entrenar la fuerza se recomiendan sentadillas, estocadas, flexiones, dominadas y levantamiento de pesas. Quienes se inician en la actividad física deben comenzar con rutinas suaves y avanzar progresivamente, consultando siempre a un profesional si existen antecedentes cardíacos u otros problemas de salud.
Más allá del colesterol: beneficios cardiovasculares globales
El ejercicio regular aporta beneficios adicionales que refuerzan la protección del sistema cardiovascular. Los triglicéridos, otro tipo de grasa en la sangre, pueden reducirse hasta un 30% según la intensidad y duración de la actividad física. Cuando los triglicéridos elevados se asocian con colesterol LDL alto o HDL bajo, el riesgo de infarto y accidente cerebrovascular aumenta considerablemente.
La actividad física facilita el control de la presión arterial y se relaciona con un menor riesgo de mortalidad cardiovascular. Según datos destacados por la Escuela de Salud Pública de Harvard, las personas activas tienen un 21% menos de riesgo de enfermedad cardiovascular y un 36% menos de riesgo de morir por una causa cardíaca en comparación con quienes llevan una vida sedentaria.
Además, ser constante en la práctica de ejercicio ayuda a regular factores de riesgo como inflamación, niveles de glucosa, coagulación, composición corporal, función vascular y control del peso, completando un círculo virtuoso para la salud del corazón y la prevención de enfermedades silenciosas.