Pequeños cambios en los hábitos diarios pueden convertirse en la mejor defensa contra resfriados y gripes. En plena temporada de enfermedades respiratorias, la clave para un sistema inmunológico fuerte está en lo que se come y cómo se vive.
Y la ciencia lo confirma: la nutrición tiene un impacto directo en la capacidad del cuerpo para combatir infecciones. Según un estudio reciente publicado en la revista Nutrients, la falta de micronutrientes esenciales como las vitaminas A, C, D, E, las del complejo B, el hierro, zinc y selenio, debilita las defensas naturales y abre la puerta a enfermedades respiratorias.
Seguir una dieta alta en ácidos grasos saturados, azúcares y carbohidratos refinados debilita el sistema inmunológico. En cambio, los regímenes ricos en micronutrientes, antioxidantes y fibra refuerzan la capacidad del organismo para enfrentar patógenos.
Nutrientes y alimentos clave para la inmunidad
Las vitaminas A, D, E y K, que son liposolubles y se almacenan en la grasa corporal, cumplen papeles fundamentales en la defensa inmunitaria.En particular, la vitamina D debe acumularse previamente para estar disponible cuando el cuerpo la necesita.
Consumir estos nutrientes antes de enfermar es esencial, ya que frente a infecciones, las reservas de vitaminas liposolubles resultan cruciales y un déficit puede ralentizar la recuperación. Además, una infección puede dificultar la ingesta de alimentos e hidratación, por lo que es importante mantener una dieta constante y completa.
Las vitaminas hidrosolubles, como la C y las del complejo B, no se almacenan en el organismo y deben ingerirse de manera regular, especialmente durante enfermedades. A su vez, los macronutrientes —carbohidratos, proteínas, fibra y grasas— también son indispensables para el funcionamiento del cuerpo.
Para fortalecer la inmunidad desde la alimentación, distintos estudios resaltan cinco grupos de alimentos imprescindibles. Una revisión demuestra que quienes siguen la dieta mediterránea desarrollan una mejor respuesta inmunológica y tienen menor incidencia de infecciones respiratorias.
Las fuentes de proteínas como carnes, pescado, lácteos, legumbres, frutos secos y cereales integrales fomentan la formación de citocinas, moléculas que dirigen a los glóbulos blancos hacia los focos infecciosos. La variedad entre proteínas animales y vegetales garantiza todos los aminoácidos necesarios y aporta vitaminas del complejo B.
Las frutas y verduras coloridas (kiwis, arándanos, zanahorias, frutillas, morron, cebollas) aportan vitaminas liposolubles e hidrosolubles además de fibra. Productos lácteos enriquecidos, huevos y salmón se destacan por su aporte de vitamina D, aunque también puede encontrarse en frutos secos, hongos y mediante la exposición solar.
Los frutos secos, semillas, huevos, legumbres y pescado son fuentes importantes de minerales como zinc, magnesio y selenio, vinculados a la protección frente a infecciones. Ejemplos recomendados son semillas de calabaza, almendras, mariscos, atún, garbanzos y lentejas.
Por último, los alimentos ricos en fibra, prebióticos, probióticos y fermentados —como frutas, verduras, yogur, kéfir y suero de leche— favorecen el mantenimiento de una microbiota intestinal saludable, donde reside más del 70% de las células inmunitarias, apoyando así el tejido linfoide gastrointestinal.
Prácticas diarias y suplementación
Estos alimentos pueden integrarse con snacks sencillos y nutritivos como nueces, semillas, salsas, palta o tostadas integrales. En comidas principales, se recomienda destinar un cuarto del plato a proteínas magras (animales o vegetales), otro cuarto a verduras integrales o con almidón y la mitad restante a verduras coloridas.
Aunque la alimentación es la base, los suplementos pueden ser útiles para quienes no logran una dieta equilibrada o enfrentan restricciones físicas o de salud.
Dado que los suplementos no están regulados por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), es aconsejable consultar a un profesional sanitario antes de tomarlos.
Descanso, ejercicio y salud mental
El descanso y el ejercicio también influyen en la inmunidad. Dormir menos de siete horas disminuye la producción de anticuerpos tras la vacunación y eleva el riesgo de infecciones, lo que resalta la importancia de un buen descanso, según un estudio.
La actividad física prepara al organismo frente a patógenos y la salud mental, a su vez, impacta en estos hábitos y en la función inmunitaria.
La combinación de dieta equilibrada, buen descanso, ejercicio regular y bienestar emocional es clave para un sistema inmune sólido y estable a lo largo del año.