Los duraznos se destacan como una fruta refrescante y nutritiva, gracias a su elevado contenido de agua y su aporte de nutrientes esenciales y compuestos antioxidantes, que contribuyen a la salud ocular y ayudan a reducir el riesgo de enfermedades crónicas.
Así lo señalan expertos en nutrición consultados por The New York Times, para quienes las propiedades de los duraznos ofrecen ventajas poco exploradas para el bienestar general.
Composición del durazno: hidratación y potasio
El alto porcentaje de agua, cercano al 90%, convierte a los duraznos en una excelente opción para mantener la hidratación en días calurosos o durante la actividad física. Diane Stadler, directora de los programas de posgrado en nutrición humana de la Oregon Health & Science University, explicó a The New York Times que la obtención de líquidos a través de frutas resulta tan efectiva como beber agua, por lo que los duraznos aportan significativamente a la hidratación diaria.
A esto se suma el contenido de potasio, un electrolito esencial para el funcionamiento muscular y la transmisión nerviosa. Stadler indicó que un durazno pequeño aporta alrededor de 180 miligramos de potasio, cerca del 5% de la recomendación diaria. Así, el durazno resalta como fuente natural de este mineral.
Flavonoides y carotenoides: antioxidantes y protección cardiovascular
Además de agua y potasio, los duraznos son ricos en flavonoides y carotenoides, dos grupos de pigmentos con propiedades antioxidantes. Mary Ann Lila, profesora distinguida en el Plants for Human Health Institute de la North Carolina State University, puntualizó en The New York Times que los duraznos reúnen pigmentos poco habituales juntos en otras frutas: los tonos rojizos y rosados provienen de flavonoides, y los naranjas, de carotenoides.
Estos compuestos aportan color y desfavorecen la acción de radicales libres, responsables de daño celular e inflamación. Los flavonoides, presentes principalmente en la piel del durazno, también actúan como defensas de la planta y, en la alimentación humana, se relacionan con menor riesgo cardiovascular y con la preservación de la memoria y la función cognitiva.
Tras la metabolización por la microbiota intestinal, liberan sustancias que pueden acceder al cerebro. Lila observó, en investigaciones realizadas con polvo de arándano silvestre, mejoras en tiempos de reacción y habilidades cognitivas en adultos mayores tras consumir dietas ricas en flavonoides.
Por otro lado, los carotenoides están vinculados con una potente acción antioxidante. Beth Olson, profesora asociada de nutrición en la University of Wisconsin-Madison, explicó a The New York Times que los antioxidantes neutralizan los radicales libres, lo que ayuda a proteger los tejidos del organismo frente al daño celular y la inflamación.
Vitamina A: visión, inmunidad y salud de la piel
El cuerpo puede transformar los carotenoides de los duraznos en vitamina A. Un durazno pequeño ofrece unos 35 microgramos de vitamina A, equivalente al 4% del valor diario recomendado. Esta vitamina resulta indispensable para la salud ocular y la función de la retina, encargada de convertir la luz en señales reconocibles por el cerebro, detalló Lila.
Olson agregó que la vitamina A interviene en la división y renovación celular, fundamental para tejidos que se reemplazan con frecuencia, como los del sistema inmunológico y la piel. Así, ingerir duraznos puede ayudar al mantenimiento de la visión, contribuir a reforzar el sistema inmune y favorecer la salud cutánea.
Consejos de consumo: la importancia de la piel y la higiene
Para aprovechar al máximo el valor nutricional de los duraznos, los especialistas recomiendan comerlos con piel. Lila remarcó en The New York Times: “La mayor parte de lo bueno está en la piel”, donde se concentran vitamina A, polifenoles y fibra, beneficiosos para la salud digestiva y cardiovascular.
Es crucial lavar bien los duraznos antes de consumirlos. Stadler aconsejó en The New York Times enjuagarlos bajo agua fría y secarlos con toalla de papel, método suficiente para eliminar residuos de pesticidas y bacterias.
Aunque la fruta fresca es la opción preferida, las alternativas congeladas o enlatadas sin azúcar añadido también pueden resultar nutritivas, según Olson. Sin embargo, estas opciones carecen de piel, por lo que su contenido de fibra y algunos antioxidantes es menor.