El hígado cumple funciones vitales como desintoxicar, regular el metabolismo, almacenar nutrientes y defender al organismo de infecciones (Freepik)

El hígado cumple funciones vitales en el organismo: desintoxica sustancias nocivas, procesa nutrientes, regula el metabolismo y combate infecciones.

A pesar de su capacidad de regeneración, puede sufrir daños progresivos sin generar síntomas claros durante años. La enfermedad hepática es una amenaza silenciosa. En sus primeras fases suele manifestarse con fatiga persistente o malestar general. Solo en etapas avanzadas aparecen signos como ictericia, con la piel y los ojos amarillentos.

Aunque el consumo excesivo de alcohol es una de las causas más reconocidas de daño hepático, no es la única. Según la profesora Dipa Kamdar, de la Universidad de Kingston, Reino Unido, muchos hábitos cotidianos son responsables de lesiones hepáticas crónicas que podrían evitarse. A continuación, los cinco más perjudiciales, respaldados por evidencia clínica y advertencias médicas.

Los cinco hábitos más dañinos para el hígado

El consumo excesivo de alcohol daña las células hepáticas y puede derivar en hígado graso, hepatitis alcohólica o cirrosis (Europa Press)

1. Beber alcohol en exceso

El consumo de alcohol daña directamente las células hepáticas. Cuando una persona bebe, el hígado intenta descomponer el etanol, pero el proceso genera subproductos tóxicos como el acetaldehído, que inflama y destruye el tejido hepático. Esta agresión continuada lleva a una secuencia de daños: primero el hígado graso, luego hepatitis alcohólica y, finalmente, cirrosis.

“Todos los que llevamos varios años ejerciendo la medicina conocemos decenas de historias de personas que creían morir de insuficiencia hepática debido al alcohol. Dejaron de beber y, en cuestión de meses, su hígado se recuperó por completo”, relató el doctor Elliot Tapper, de la Universidad de Michigan.

Incluso un consumo moderado mantenido a lo largo del tiempo puede provocar daño, especialmente si se combina con otros factores como la obesidad o la toma de medicamentos. Las recomendaciones de los CDC establecen un máximo de 14 unidades de alcohol por semana para hombres y 7 para mujeres. “Nunca hay una cantidad realmente saludable de alcohol”, explicó el doctor James Hamilton, director de hepatología en Johns Hopkins Medicine.

2. Comer ultraprocesados y consumir demasiado azúcar

El azúcar y los ultraprocesados sobrecargan el hígado; la fructosa de jarabes y bebidas es uno de los principales factores de riesgo (Imagen Ilustrativa Infobae)

El exceso de azúcar y alimentos procesados afecta directamente la salud hepática. “Lo primero que el hígado odia cuando se trata de comida es el azúcar”, señaló Tapper. El jarabe de maíz con alta fructosa, presente en gaseosas, jugos y golosinas, es uno de los principales responsables de la acumulación de grasa en el hígado.

Un estudio publicado en el European Journal of Nutrition indicó que el consumo frecuente de bebidas azucaradas se asocia con un 40% más de riesgo de desarrollar enfermedad hepática grasa. Otro trabajo, realizado por Mass General Brigham y publicado en JAMA en 2023, siguió a casi 100.000 mujeres posmenopáusicas y halló que quienes tomaban al menos una bebida azucarada al día presentaban mayor riesgo de cáncer hepático y enfermedad hepática crónica.

Además del azúcar, los alimentos ultraprocesados —como comida rápida, snacks envasados y productos congelados— contienen grasas trans y compuestos proinflamatorios que sobrecargan al hígado. Un estudio longitudinal publicado en The American Journal of Clinical Nutrition con 174.000 participantes halló una fuerte correlación entre alto consumo de estos alimentos y mayor riesgo de fibrosis y cirrosis.

3. Llevar una vida sedentaria

El sedentarismo promueve la acumulación de grasa en el hígado incluso sin obesidad; el ejercicio regular mejora su función (Freepik)

La inactividad física favorece la acumulación de grasa hepática, aun en personas sin sobrepeso. El ejercicio mejora la sensibilidad a la insulina, reduce la inflamación y contribuye a la depuración de grasa en el órgano. “El ejercicio cambia la forma en que circulan las hormonas y ayuda a drenar la grasa del hígado”, explicó Tapper.

Una investigación publicada en Gut demostró que personas con enfermedad hepática grasa no alcohólica que realizaron ocho semanas de entrenamiento de resistencia redujeron en un 13% su grasa hepática, sin bajar de peso. Otro análisis en The American Journal of Gastroenterology mostró que realizar al menos 150 minutos semanales de actividad aeróbica moderada, como caminar rápido, mejora los niveles de grasa en el hígado y la resistencia a la insulina.

“Lo que generalmente recomendamos son 30 minutos, cinco veces por semana, de actividad que aumente el rendimiento cardíaco”, afirmó Hamilton.

4. Fumar cigarrillos

El tabaquismo induce estrés oxidativo y altera el flujo sanguíneo hepático; está vinculado con uno de cada cinco casos de cáncer hepático (Imagen Ilustrativa Infobae)

El tabaquismo daña al hígado de múltiples formas. Las sustancias químicas presentes en el humo del cigarrillo —como el 4-aminobifenilo, el alquitrán o las nitrosaminas— inducen estrés oxidativo y activan procesos inflamatorios que dañan las células hepáticas. También alteran el flujo sanguíneo en el órgano, dificultando su oxigenación y reparación.

Según datos de Cancer Research UK, el 20% de los casos de cáncer de hígado en ese país están asociados al consumo de tabaco. Aun tras dejar de fumar, el riesgo persiste durante años. “Fumar puede provocar cicatrices y mutaciones celulares que aumentan el riesgo de carcinoma hepatocelular, incluso en ausencia de otras condiciones”, explicó Kamdar.

5. Automedicarse con analgésicos y suplementos

El paracetamol en dosis elevadas genera un metabolito tóxico que daña las células hepáticas; el riesgo crece con alcohol o mal uso (Archivo)

El hígado metaboliza la mayoría de los medicamentos, por lo que su uso indebido puede saturar su capacidad funcional. El paracetamol, aunque seguro en dosis normales, produce un metabolito tóxico (NAPQI) que, en sobredosis, agota las reservas de glutatión y daña gravemente las células hepáticas.

El riesgo se incrementa al combinarlo con alcohol o al exceder la dosis recomendada. “Incluso pequeñas sobredosis pueden ser mortales”, advirtió Kamdar. El uso frecuente debe ser supervisado por un médico.

Lo mismo ocurre con suplementos naturales como el té verde y la cúrcuma. Un estudio publicado en JAMA Network Open en 2024 los identificó como los más comunes entre los productos asociados con toxicidad hepática. “El hígado se desintoxica solo”, aclaró la doctora Lisa Ganjhu, de NYU Langone Health. “Tomar suplementos sin supervisión puede ser potencialmente tóxico, sobre todo porque no están regulados por la FDA”.

Qué hacer para cuidar la salud hepática

Una dieta saludable, vacunación contra hepatitis y control de glucosa son estrategias clave para prevenir el daño hepático (Freepik)

La prevención es posible. Los especialistas coinciden en que una dieta de estilo mediterráneo —basada en frutas, vegetales, cereales integrales, legumbres y proteínas magras— mejora el funcionamiento hepático y cardiovascular. También recomiendan mantener el colesterol y la glucosa en sangre bajo control, especialmente en personas con diabetes tipo 2, dado que hasta un 70% de ellas desarrollan enfermedad hepática grasa.

Además, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) aconsejan revisar el estado de vacunación contra hepatitis A y B, y realizarse al menos una vez en la vida un test para detectar hepatitis C.

El hígado puede sanar si se modifican los factores de riesgo a tiempo. “Nunca es tarde para revertir el daño”, subrayó Tapper. La combinación de una alimentación equilibrada, ejercicio regular, consumo responsable de fármacos, abandono del tabaco y control del alcohol permite preservar un órgano vital que muchas veces solo se manifiesta cuando ya es demasiado tarde.