La automedicación se ha convertido en un problema relevante para la salud pública a nivel global, ante lo cual el Dr. Ezequiel Germano (MN 110486), subjefe de Clínica Médica del Hospital Universitario Austral, alertó que “el consumo indiscriminado de antibióticos está generando bacterias resistentes incluso en pacientes fuera de hospitales o geriátricos”. Según dijo, esta problemática se inscribe en una tendencia global que también abarca la compra y el uso irresponsable de fármacos, desde analgésicos y antigripales hasta benzodiacepinas y suplementos.
Estas declaraciones fueron realizadas en diálogo con Infobae en Vivo, durante el programa de la mañana, que cuenta con la conducción de Gonzalo Sánchez, Carolina Amoroso, Ramón Indart y Cecilia Boufflet. En este marco, Germano amplió sobre los factores que empujan a los pacientes a automedicarse y remarcó los riesgos sobre la salud individual y colectiva: “Cada vez con más frecuencia recibimos en la consulta a personas que desarrollan infecciones por gérmenes resistentes a antibióticos de uso común, algo que antes se veía principalmente en internados o institucionalizados. Ahora aparece en la comunidad”.
Según el subjefe de Clínica Médica del Hospital Universitario Austral, el problema no solo es el fácil acceso a los antibióticos, sino también la tendencia a automedicarse guiados por la información que circula en internet y redes sociales. “Hoy los pacientes llegan a la consulta directamente con el teléfono en la mano y una lista de diagnósticos que recibieron por inteligencia artificial o buscadores. El riesgo es grande, porque se omiten pasos vitales como la revisión clínica y se subestiman los síntomas: si un paciente toma un paracetamol para el dolor y no mejora, el peligro es continuar sumando fármacos sin consultar”.
El profesional destacó dos formas problemáticas de automedicación: la autoprescripción —consumo de fármacos recetados por cuenta propia, sin control ni seguimiento médico— y el uso excesivo de medicamentos de venta libre. Esto último, sostuvo Germano, está avalado por la accesibilidad, pero debe tener un límite cuando los síntomas persisten o empeoran. Por eso insistió: “Si después de un día de trabajo alguien toma un analgésico y no hay mejoría, es momento de consultar”.
En diálogo con Infobae en Vivo, en el programa de la mañana, Germano subrayó que el uso irracional de antibióticos es un problema crítico: “El consumo indiscriminado, sobre todo ante cuadros virales, propicia el desarrollo generalizado de gérmenes resistentes. Nos enfrentamos a un desafío global: cada vez encontramos más infecciones urinarias o respiratorias que no responden a los antibióticos habituales, y eso es gravísimo.” Añadió que este fenómeno tiene dos consecuencias: a nivel social, complica el manejo de las epidemias y atenta contra la eficacia futura de los tratamientos; en lo individual, incrementa los efectos adversos. “Hoy está muy puesto en tema la microbiota y la salud intestinal”, señaló, y “los antibióticos alteran ese balance y afectan la salud general”.
Al abordar el abuso de otros fármacos, Germano enfatizó que entre los medicamentos más consumidos por quienes se automedican lideran los analgésicos, antigripales y antibióticos, seguidos de las benzodiacepinas como clonazepam para tratar la ansiedad. “El mal llamado ‘uso recreativo’ se da sobre todo entre jóvenes —señaló—, aunque es común que en la familia se recurra al fármaco de un conocido para ‘calmar los nervios’, sin advertir los riesgos.” Este comportamiento, remarcó, se volvió habitual por la cotidianeidad y la presencia de medicaciones en los hogares: “La mayoría se automedica porque tiene la medicación en la casa, muchas veces sin ningún tipo de control ni cuidado médico”.
El médico también alertó sobre las interacciones nocivas entre medicamentos y el riesgo para quienes padecen enfermedades crónicas: “Es frecuente que pacientes con hipertensión, por ejemplo, consuman antigripales con efedrina, ignorando que esa sustancia puede aumentar la presión y anular el efecto antihipertensivo. La automedicación en pacientes polimedicados —que ya toman fármacos crónicamente— es aún más riesgosa por las posibles interacciones y contraindicaciones.”
Señaló que existe una falsa sensación de inocuidad alrededor de los antiinflamatorios y analgésicos de venta libre, como el ibuprofeno: “El consumo crónico, aunque sea de una dosis diaria, incrementa la chance de insuficiencia renal, hemorragias digestivas y otros efectos adversos graves. Ninguna sustancia que ingresa al organismo es inocua por definición. El problema se potencia cuando la toma se prolonga semanas, meses o incluso años”.
Consultado por la comercialización y el acceso a los medicamentos en farmacias, Germano observó ciertas mejoras gracias a la digitalización de las recetas, aunque advirtió que la venta sin receta, la prescripción liviana o la circulación de recetas vencidas siguen siendo parte del circuito. “Cualquiera puede llamar a una guardia o hacer una consulta digital, alegar que se quedó sin clonazepam, y probablemente conseguir una receta. Es difícil para el profesional negarse en esos términos, especialmente cuando media la ansiedad del paciente”. Además, reconoció la dificultad de cortar el ciclo de sobrantes en los hogares: “El paciente compra el paquete entero para un tratamiento agudo y luego queda stock circulando en la familia”. Reveló, incluso, experiencias de compras irregulares en ferias barriales fuera de control de las autoridades, facilitando así la automedicación masiva.
En cuanto a la política sanitaria, el profesional agregó: “En algunos países, la medicación crónica puede recetarse por períodos extendidos, reduciendo la burocracia. Pero en Argentina se exige receta cada mes, lo que complica la adherencia y también incentiva la acumulación y posible desvío de fármacos”.
Sobre el rol de la inteligencia artificial y el auge de la auto-búsqueda de síntomas médicos en la web, Germano fue categórico: “La IA puede ser un complemento útil, pero no reemplaza la consulta presencial. El paciente llega angustiado, convencido de tener enfermedades graves por lo que leyó y muchas veces nuestro rol es contener y explicar para bajar esa ansiedad. Hay síntomas que mejoran solo con la charla y la contención médica. El gran desafío será humanizar la inteligencia artificial y construir herramientas colaborativas, pero la interpretación clínica y la empatía no pueden ser reemplazadas por algoritmos”.
Cuando se le preguntó sobre qué droga o práctica le genera más preocupación en la actualidad, no dudó: “Los antibióticos son un tema grave, por el desarrollo de resistencias, pero también me preocupa mucho el crecimiento exponencial de la ansiedad en la sociedad y el acceso a ansiolíticos. Las redes amplifican la percepción de que hay sustancias ‘naturales’ o suplementos inocuos, pero eso es un mito. El magnesio, por ejemplo, es una moda y no está exento de riesgos, como todo lo que se consume sin indicación precisa ni supervisión”. Alertó que muchos suplementos están contraindicados en embarazadas y niños, lo que refuerza la idea de que “natural” no es sinónimo de seguro: “El umbral entre remedio y veneno muchas veces es la dosis”.
En diálogo con Infobae en Vivo, en el programa de la mañana, insistió: “El autodiagnóstico y la toma de decisiones médicas por cuenta propia basándose en información digital es cada vez más frecuente, pero los peligros de la automedicación requieren campañas de concientización, regulaciones y un vínculo médico-paciente más sólido. Recuperar la confianza en el profesional, consultar a tiempo y no minimizar síntomas son pasos clave para evitar complicaciones”.
Finalmente, sobre cómo debe actuar la sociedad, el mensaje fue claro: regular el acceso, educar sobre los riesgos y fomentar el papel del médico como guía es la única vía para evitar una crisis mayor en salud pública: “Realmente necesitamos un cambio cultural en torno al manejo de los medicamentos. Hay que entender que ninguna pastilla es inocua y la automedicación puede traer consecuencias graves, muchas veces irreversibles”.
La entrevista completa a Ezequiel Germano
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