
Desde la cocina tradicional hasta los laboratorios de investigación, el jengibre ha pasado de ser una raíz apreciada por su sabor a convertirse en un objeto de estudio por sus posibles beneficios para la salud.
Publicaciones en The Independent y Harvard Health subrayan cómo la ciencia actual valida usos ancestrales, desde aliviar náuseas hasta proteger potencialmente las células cerebrales, reforzando el papel de este alimento en la dieta.
El jengibre (Zingiber officinale) forma parte de la medicina y la dieta tradicional en diferentes culturas desde hace siglos. Más allá de infusiones y platos, civilizaciones antiguas lo valoraban por aliviar molestias digestivas y síntomas de resfriado, una práctica que cada vez recibe más aval científico.
Alivio de náuseas y digestión
Diversos ensayos clínicos confirman que el jengibre puede reducir significativamente las náuseas y los vómitos frente al placebo. El Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS) recomienda consumir jengibre para tratar náuseas, especialmente en el embarazo, donde la evidencia lo señala como seguro en dosis bajas.

También existen evidencias de utilidad frente a náuseas asociadas a la quimioterapia, aunque en el mareo por movimiento o las náuseas posoperatorias los resultados son menos consistentes. Los especialistas relacionan estos efectos con el bloqueo de ciertos receptores de serotonina y una acción tanto en el sistema digestivo como en el cerebro. Además, el jengibre puede ayudar a reducir gases y la hinchazón abdominal.
Propiedades terapéuticas y preventivas del jengibre
El jengibre se destaca por sus compuestos bioactivos, como el gingerol y el shogaol, reconocidos por su potente acción antioxidante y antiinflamatoria. Expertos citados en The Independent señalan que los suplementos de jengibre pueden ayudar a regular la inflamación, especialmente en enfermedades autoinmunes.
Un estudio demostró que el consumo diario de jengibre reduce la actividad de los neutrófilos, glóbulos blancos que pueden agravar afecciones como el lupus o la artritis reumatoide si se activan en exceso.

Sus propiedades antimicrobianas permiten combatir bacterias y virus, lo que justifica su uso tradicional para aliviar síntomas de resfriados, gripes y dolor de garganta.
En cuanto al dolor, estudios demuestran que el jengibre alivia molestias articulares, musculares y menstruales. Su extracto reduce el dolor y la rigidez en osteoartritis, sobre todo en fases iniciales, y dos gramos diarios durante once días disminuyen el dolor muscular tras el ejercicio. Para el dolor menstrual, su eficacia es comparable a la de antiinflamatorios tales como el ibuprofeno.
Estos efectos se deben a su acción sobre vías del sistema nervioso y al bloqueo de sustancias inflamatorias como prostaglandinas y leucotrienos, afirman los expertos.

En el plano cardiovascular y metabólico, investigaciones citadas en The Independent y por especialistas de Mayo Clinic revelan que incorporar jengibre puede mejorar el perfil lipídico, reducir triglicéridos, colesterol total y LDL, aumentar el HDL y disminuir la presión arterial.
Respecto a su potencial afrodisíaco, algunos estudios en animales hallan incrementos en testosterona y mejor flujo sanguíneo, aunque los especialistas de Mayo Clinic advierten que faltan pruebas clínicas en humanos.
Sobre la protección cerebral, investigaciones recientes sugieren que los compuestos del jengibre pueden proteger las células cerebrales frente al daño oxidativo, relacionado con enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
Seguridad y recomendaciones

El jengibre es seguro como alimento o en infusiones. Como suplemento debe emplearse con moderación: exceder los cuatro gramos diarios puede causar molestias leves como acidez, distensión o diarrea.
Expertos de The Independent y Mayo Clinic recomiendan evitar excesos y consultar a un profesional de la salud antes de iniciar suplementación, especialmente en personas con enfermedades crónicas o tratamiento médico.
El jengibre es un complemento prometedor por sus efectos antiinflamatorios, antioxidantes y metabólicos, siempre que se use de forma responsable y sin reemplazar a los tratamientos médicos convencionales.