
Un hallazgo reciente ha aportado datos importantes para conocer detalles de la salud de los soldados romanos destacados en el fuerte de Vindolanda, junto al Muro de Adriano, en el norte de Inglaterra.
Una investigación presentada por la Universidad de Cambridge y difundida en la revista Parasitology evidenció que los militares expuestos a la defensa de esta estratégica frontera del Imperio sufrían infecciones intestinales causadas por diversos parásitos.
El estudio identificó la presencia constante de estos patógenos en la vida cotidiana del destacamento, sumando un factor invisible a las conocidas dificultades de quienes resguardaban uno de los límites más emblemáticos de la Roma antigua.
Los científicos analizaron sedimentos extraídos del desagüe conectado a las letrinas del complejo de baños de Vindolanda. Este fuerte, ubicado entre Carlisle y Corbridge en la actual Northumberland, se caracteriza por la extraordinaria conservación de objetos orgánicos y datos sobre la vida cotidiana. En total, se recolectaron cincuenta muestras de sedimentos a lo largo de un canal de drenaje de nueve metros, lo que permitió localizar numerosos huevos de parásitos intestinales junto a otros restos arqueológicos.

La identificación de los organismos se llevó a cabo en laboratorios de Cambridge y Oxford mediante técnicas de microscopía y pruebas biomoleculares como ELISA, que permite detectar proteínas específicas de parásitos unicelulares en restos orgánicos antiguos.
Parásitos detectados y su transmisión en Vindolanda
El análisis de los sedimentos reveló la existencia de tres parásitos principales, según el artículo publicado en Parasitology:
- Ascárides: lombrices intestinales de entre veinte y treinta centímetros de longitud, que se transmiten por contaminación fecal en agua o alimentos.
- Tricocéfalos: conocidos como gusanos látigo debido a su forma, miden cerca de cinco centímetros y producen huevos diminutos que, al ser ingeridos, pueden provocar infecciones persistentes.
- Giardia duodenalis: un protozoo microscópico capaz de ocasionar brotes de diarrea a través de agua o alimentos contaminados.

El estudio detectó huevos de ascárides en el 22% de las muestras y de tricocéfalos en un 4%. Además, una muestra presentó restos de ambos parásitos. La presencia de Giardia duodenalis en los sedimentos constituye la primera evidencia documentada de este protozoo en la Britania romana.
Los científicos subrayan que todos estos parásitos comparten una vía de transmisión común —la fecal-oral—, lo que implica que la propagación ocurría por contaminación de agua, alimentos o manos con heces humanas. A pesar de la existencia de instalaciones como letrinas comunitarias y sistemas de alcantarillado, según uno de los investigadores, el Dr. Patrik Flammer de Oxford, estas infraestructuras no impidieron que los soldados se contagiaran entre sí. La comunidad militar, por tanto, estuvo expuesta de manera habitual a la transmisión de este tipo de parásitos.
Síntomas y efectos en los soldados romanos del Muro de Adriano
Las infecciones por estos patógenos resultaban en afecciones de diversa gravedad. La Dra. Marissa Ledger, responsable de parte del estudio en la Universidad de Cambridge, explicó: “Los tres tipos de parásitos que encontramos podrían haber provocado desnutrición y causar diarrea en algunos de los soldados romanos”. Además, el análisis señala que la exposición continuada a estos parásitos debilitaba a los afectados, lo que reducía su capacidad para el servicio militar.

Entre los síntomas descritos figuran náuseas, cólicos, fatiga prolongada y pérdida de peso, especialmente durante episodios de giardiasis. Esta afección puede extenderse durante semanas si no se recibe tratamiento y afectar simultáneamente a decenas de individuos, como explica el equipo investigador. Por otro lado, los médicos de la época disponían de escasas opciones terapéuticas y, como resultado, estas enfermedades infecciosas solían persistir o agravarse en el seno del fuerte.
El Dr. Piers Mitchell, autor principal del estudio en Cambridge, destacó que las condiciones higiénicas identificadas también permitían la propagación de otras bacterias intestinales como Salmonella y Shigella, potencialmente responsables de brotes adicionales de enfermedades en la guarnición.
Comparativa con otros asentamientos romanos
Según un comunicado de la Universidad de Cambridge y el análisis en Parasitology, el patrón observado en Vindolanda se asemeja al de otros asentamientos militares del Imperio, como Carnuntum en Austria, Valkenburg en los Países Bajos o Bearsden en Escocia, donde predominaba la presencia de ascárides y tricocéfalos. Por contraste, en ciudades como Londres y York, la diversidad de parásitos era mayor; se han hallado tenias transmitidas por pescado o carne, evidenciando variaciones ambientales y sociales entre centros urbanos y campamentos militares.
Vindolanda, el Muro de Adriano y la vida cotidiana en la frontera
El fuerte de Vindolanda fue habitado entre los siglos I y IV d.C., acogiendo tanto a soldados como a sus familias y civiles que contribuían a la vida de la comunidad. Junto al Muro de Adriano, esta zona representaba uno de los espacios fronterizos mejor documentados de la época romana, y los materiales orgánicos preservados han permitido a los arqueólogos reconstruir la cotidianidad en el extremo norte del imperio.

El descubrimiento de parásitos aporta una nueva dimensión al relato histórico: además de enfrentarse a las inclemencias climáticas y las amenazas externas, los defensores de la frontera lidiaban con problemas sanitarios derivados de las condiciones compartidas y la infraestructura limitada de letrinas, baños y fuentes de agua.
El profesor Adrian Smith, responsable de laboratorio en Oxford, señaló que el estudio de los antiguos parásitos ayuda a comprender qué patógenos afectaron a nuestros antepasados, cómo evolucionaron y cómo reflejan los estilos de vida de diferentes comunidades.
Las excavaciones en Vindolanda siguen aportando pruebas arqueológicas que desvelan las dificultades y desafíos que definieron la existencia cotidiana de quienes habitaron y defendieron este extremo noroccidental del mundo romano.