René Favaloro y Luis Federico Leloir, dos íconos de la medicina y la ciencia

El Día del Médico, celebrado cada 3 de diciembre, se erige como una ocasión para reflexionar sobre el impacto de figuras como René Favaloro y Luis Federico Leloir en la historia de la medicina y la salud pública.

El legado de ambos adquiere una dimensión especial en este contexto. Aquí, un repaso por algunas de sus frases y lecciones.

Legado y frases de René Favaloro

El cardiólogo argentino no solo desarrolló y perfeccionó el bypass coronario, una técnica quirúrgica que ha salvado millones de vidas en todo el mundo, sino que también defendió la necesidad de que los avances médicos estuvieran al alcance de toda la sociedad.

Favaloro sostenía que la medicina debía ser accesible para todos y no un privilegio reservado a las minorías. En el Congreso de Bioingeniería de Buenos Aires, en 1999, afirmó: “Los progresos de la medicina y de la bioingeniería podrán considerarse verdaderos logros para la humanidad cuando todas las personas tengan acceso a sus beneficios y dejen de ser un privilegio para las minorías”.

Favaloro destacó la necesidad de concebir la salud como un derecho vinculado a la educación, la justicia social y la equidad, llamando a organizar la cooperación internacional para construir sociedades más justas y solidarias

La prevención y el control de enfermedades constituyeron otro de los pilares de su pensamiento. Durante la Conferencia del Congreso Interamericano de Cardiología, en agosto de 1999, Favaloro subrayó la importancia de actuar sobre las condiciones de vida de las poblaciones marginadas para eliminar desigualdades evitables en salud y bienestar. “La prevención y el control de enfermedades son fundamentales para la mejora continua de la salud de la población. Para ello se deben tomar medidas destinadas a producir cambios en el nivel de vida de las poblaciones marginadas y eliminar las desigualdades evitables e injustas en términos de salud y bienestar individual y colectivo, demanda persistente y creciente de las sociedades latinoamericanas”, expresó el cardiólogo.

El respeto por el paciente y la ética profesional fueron valores inquebrantables para Favaloro. En el mismo Congreso de Bioingeniería, sostuvo: “En cada acto médico debe estar presente el respeto por el paciente y los conceptos éticos y morales; entonces la ciencia y la conciencia estarán siempre del mismo lado, del lado de la humanidad”.

Además, en un mensaje dirigido a estudiantes en Glacier Park Lodge, Montana, en 1993, citó su libro Don Pedro y la educación para enfatizar el compromiso social de los profesionales de la salud: “Debemos trabajar, trabajar y trabajar con pasión. Siempre habrá tiempo para el ocio fecundo, en beneficio de todos. Hemos de esforzarnos para mejorarnos individualmente, pero entendiendo que formamos parte de una sociedad que demanda nuestra participación. Cuanto más destacada sea nuestra posición individual, más grande será nuestro compromiso social. Hay que aprender a no marearse con las alturas de la montaña. En la montaña de la vida nunca se alcanza la cumbre”.

Favaloro también insistió en que la salud debía concebirse como un derecho inalienable, vinculado a la educación, la justicia social y la equidad. En la Conferencia Internacional sobre la Salud del Corazón en los Países en Desarrollo, celebrada en Nueva Delhi en 1999, afirmó: “Es imprescindible organizar la cooperación internacional entre los países desarrollados y en desarrollo y luchar todos juntos por una sociedad mejor, con mayor equidad y justicia social, que haga posible respetar y defender -junto con las demás conquistas sociales- el derecho inalienable del hombre a gozar de buena salud”.

Leloir consideró la investigación una aventura que proporcionaba satisfacción intelectual y la posibilidad de trabajar con colegas brillantes y de buen humor

El legado de Luis Federico Leloir

El aporte de Luis Federico Leloir a la ciencia también se destaca en esta fecha. Nacido en París en 1906 y radicado en Argentina desde los dos años, Leloir se graduó de médico en la Universidad de Buenos Aires a los veintiséis años y trabajó en el Hospital de Clínicas.

Sin embargo, su insatisfacción con las limitadas opciones terapéuticas de la época lo llevó a dedicarse a la investigación básica. En su autobiografía de 1982, Leloir relató: “Nunca estuve satisfecho con lo que hacía por los pacientes. Cuando practicaba la medicina, podíamos hacer muy poco por nuestros pacientes, a excepción de la cirugía, digitalina y otros pocos remedios activos”.

La falta de antibióticos y agentes terapéuticos modernos en la década de 1930 motivó a Leloir a buscar nuevos horizontes en la ciencia. Realizó su tesis doctoral bajo la dirección de Bernardo Houssay, el primer argentino en recibir el Nobel de ciencia en 1947.

Leloir describió la investigación como una “aventura atractiva” y valoró especialmente el trabajo en equipo: “Algunos de los períodos más placenteros de mi carrera fueron aquellos en los cuales trabajé con personas inteligentes y entusiastas, con buen sentido del humor. La discusión de los problemas de investigación con ellas fue siempre una experiencia muy estimulante”, escribió en su autobiografía. Reconoció también que las tareas rutinarias de laboratorio se veían compensadas por la oportunidad de conocer y entablar amistad con colegas de todo el mundo, concluyendo: “El balance es claramente positivo”.

El reconocimiento internacional llegó en 1970, cuando Leloir recibió el Premio Nobel de Química por sus investigaciones sobre los nucleótidos azúcares y su papel en la formación de hidratos de carbono. Este avance permitió comprender enfermedades hereditarias como la galactosemia, que impide a quienes la padecen asimilar el azúcar de la leche y, sin tratamiento, puede causar daños en el hígado, los riñones y el sistema nervioso central.

Durante la ceremonia de entrega del Nobel en Estocolmo, Leloir expresó: “El honor que he recibido excede -de lejos- mi expectativa más optimista. El prestigio del Premio Nobel es tal que uno de repente es promovido a un nuevo estatus. En este nuevo estatus me siento incómodo al considerar que mi nombre se unirá a la lista de gigantes de la química como van Hoff, Fischer, Arrhenius, Ramsay y von Baeyer, por nombrar solo algunos. También me siento incómodo cuando pienso en químicos contemporáneos que han hecho grandes contribuciones y también cuando pienso en mis colaboradores que llevaron a cabo una gran parte del trabajo”.

Por qué se celebra el día del Médico

Esta fecha conmemora el nacimiento de Carlos Juan Finlay Barrés, en 1833: el médico cubano identificó al mosquito Aedes aegypti como el vector de la fiebre amarilla, un hallazgo que transformó la lucha contra las epidemias en América Latina y subrayó la relevancia de la investigación científica en la prevención de enfermedades.

La conmemoración del Día del Médico invita a reconocer no solo los logros técnicos y científicos de figuras como Finlay Barrés, Favaloro y Leloir, sino también los valores éticos, el compromiso social y la búsqueda de la equidad que guiaron sus trayectorias.